Opinión · Fuego amigo
Más que un partido, todo un poema
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Más que un partido, todo un poema
El insufrible centrista de toda la vida, en su carrera imparable de imitador de éxito (texano en Texas, monarca en El Escorial, pensador en Georgetown, guerrero en las Azores, políglota en tierra de infieles, bebedor sin medida en la Ribera del Duero) después de hacer una imitación insuperable de sí mismo ha acabado transmutándose en el mudito de los Hermanos Marx. “Hoy me he vuelto mudo”, ha declarado a la prensa a su salida (es que tiene cada salida, mi niño) del XVI Congreso del PP, que era como el camarote famoso donde cabían todos.
Ya lo había dicho Mariano Rajoy: “Aquí cabemos todos”, hasta que Josemari y todos los centristas de la extrema derecha que en los últimos tiempos habían maniobrado contra Rajoy tuvieron que salirse para que el barco no estallara por las costuras, de tantos militantes como acudieron a la llamada patriótica del guionista.
Una de las figurantes (¿o figurantas?) de la escena del camarote se salió con Aznar a respirar porque decía sentirse “un verso suelto”, que, como todo el mundo sabe, es un verso que rima con quien le da la gana, o un día sí y otro no, según el humor del poeta. Así que, a la salida, Esperanza y José María se dieron un abrazo y un par de versos en la mejilla.
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¿Quién había dicho que estos congresos son meras luchas de poder e intereses? Aquí la tenéis, a Esperanza Aguirre, formando parte de un gran poema, uno, grande y libre, aunque ella adopte la forma de un verso muy especial, “el que no forma con otro rima perfecta ni imperfecta”, según el DRAE. ¿Se puede ser más de centro que un verso suelto? ¿Conocéis otro verso de rima perfecta e imperfecta a un tiempo? ¿A que pensabais que no era posible ser un facha y de centro, divorciado y contrario a la ley del divorcio, homosexual y opuesto a los matrimonios gays, laico y devorador de hostias a un tiempo? ¿Qué impide a la España camisa blanca de mi Esperanza rimar o no rimar según sea el verso que le haya tocado en suerte?
José María Aznar había llegado al Congreso XVI (XVI, como su admirado Benedicto) sobrecargado de glamour desde la reciente boda de Briatore, y, al parecer, volando a Valencia a bordo de un jet propiedad de un multimillonario guatemalteco. Llegó a tiempo de comprobar que le estaban tirando sus viejos muebles por la ventana. En el nuevo gran poema del PP aún quedan rastros del insufrible, versos de muy mala rima, como su esposa, Ana Botella, o Lucía Figar, la de su ex jefe de gabinete. Farfolla, migajas, premios de consolación que, más que completar el poema, quedan como huellas vivas de la derrota de su mentor.
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Pero, al final, fue Rajoy quien acabó escribiendo un poema a su medida, repartiendo versos por doquier. Resultó ser un poeta, y nosotros sin saberlo.
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