Opinión · Merienda de medios
Marta y los carroñeros
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El aquelarre que organizó la televisión, todas las cadenas, cuando la desaparición y posterior hallazgo de los restos de las niñas de Alcásser, empalidece al lado de este que, de nuevo al unísono, están montando a cuenta del asesinato de Marta del Castillo, del dolor de su familia y del submundo adolescente”. El arranque me lo presta Rafael Torres, al que leo en La Opinión de Málaga. Desde que se inventó la cuota de pantalla, lo más nauseabundo de algunos crímenes son sus cronistas.
Como recuerda Torres, tanto fueron los desafueros de nuestros pulcros comunicadores, tanto su pecado, que la redención requirió de un chivo expiatorio llamado Nieves Herrero, la “chica rubia fría y desaprensiva” a la que retrata José Luis Alvite en El Faro de Vigo. Entonces se instaló en la sociedad “la idea de que no hay un solo acto, por execrable que sea, cuya valoración moral no mejore sensiblemente al convertir la conciencia en expectación; el espanto, en audiencia; y las náuseas, en publicidad”. Y ahora, “si nada los detiene –apuntaba Alvite– los carniceros de la televisión reincidirán” en esa misma actitud carroñera.
¿Es carroñera Ana Rosa Quintana por entrevistar en Telecinco –se supone que pagando– a la actual novia del presunto asesino, una niña de 14 años? ¿Es vomitiva la estrella de la mañana por intentar sin éxito que el padre de la víctima confiese en directo que estrangularía al asesino? Nada de eso. Nos gusta Ana Rosa, especialmente sus reflexiones al volapié sobre la condición humana: “Un chaval de 20 años que resiste tres interrogatorios (...) con un tema muy grave, y que resiste, resiste y resiste, es una persona a tener en cuenta”. ¿No les parece profundo?
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Ante sucesos semejantes es difícil resistir la tentación de adentrarse en la psicología o de relatar experiencias personales también próximas a la náusea, como la de la amiga rica y soltera de García Barbeito. “Cuando le comentábamos la hermosura de sus propiedades –relataba sin rubor en el ABC de ayer– nos dijo con tristeza a los íntimos: cambiaría toda esta herencia materna por el abrazo que nunca me dio mi madre”. Nada que ver con la progenitora de María José Navarro, la mujer que escribe Insensateces en La Razón, siempre interesada en saber “con quién iba, con quién estaba, a qué me dedicaba”. Por cierto, ¿mejoró de la rodilla?
Los malos
Para explicar la conducta de un asesino hay quien se acuerda de su familia, aunque, como explica José Joaquín León en el Diario de Jerez, “no es una causa forzosa en su perfil”. Hay malos engendrados por bellísimas personas y chicos de 20 años educados con liberalidad que matan mujeres porque las creen suyas. Y hay periodistas lustrosos que se alimentan vorazmente de mierda.
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