Opinión · Merienda de medios
Marhuenda, el suicida
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Sabiéndole sentado junto a Federico I y el conde-duque de Logroño en la tertulia de ayer de la Cope, pudo pensarse que el director de La Razón, Francisco Marhuenda, iba a descubrirse como el más bizarro y valiente de los mortales. Pero, a medida que le fueron dando hasta en el cielo de la boca, pronto quedó claro que el empleado de Lara no era un héroe, sino un suicida. “Si me queréis atacar con fundamentos falsos pues sigamos con el fair play”, exclamó en un momento presa de los nervios. “Pero hombre, cómo va a ser fair play, si dices que te atacamos con fundamentos falsos”, le corrigió Losantos con toda la razón del mundo, valga el juego de palabras. Ahí cavó su fosa.
Marhuenda trataba de justificar por qué al dueño de su periódico le habían adjudicado varias emisoras en Cataluña, entre ellas una que provisionalmente ocupaba la Cope desde hacía seis años, mientras que Ramírez&Losantos y sus respectivos grupos se habían quedado compuestos y sin frecuencia. “Hay un mandamiento que es no hurtarás y el octavo es no mentirás”, le espetó el de Teruel al “católico profesional” que tenía enfrente tras escuchar entrecortadamente sus argumentos: que nada se le había quitado a la Cope porque nada tenía en firme; que a Radio Stel, también propiedad de la Iglesia (“de la Iglesia catalana”, precisó Losantos) se había llevado siete emisoras en el cepillo; que ellos también habían optado a emisoras que explotaban otros grupos; y que él criticaba mucho al Tripartito, tanto como el que más.
Para dar mas surrealismo a la bronca, Ramírez empezó a cabalgar a lomos de los principios. “¿No es prostitución cuando una compañía hace cualquier cosa contra sus ideas declaradas para obtener favores de los poderes públicos?”, preguntó sin que nadie se muriera de risa. El Demóstenes de La Razón aguantaba los envites hasta que un patinazo neuronal le hizo valorar la adjudicación. “En unos casos se habrá decidido técnicamente y en...”, dijo antes de callarse y comprobar el jardín que estaba pisando.
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Eran pocos y llegó Tertsch
Marhuenda flaqueaba. Por tres veces pidió que descendiera a los micrófonos el director general de la Cope y confirmara su versión, pero el que llegó del éter fue Herman Tertsch para comprobar que no quedaba nada por patear del muñeco: “Si se tiene un empresario (Lara) que es un felpudo del poder, pasa lo que pasa (...). Como profesional, no deberías estar en este berenjenal”, afirmó invitándole a la dimisión. “De Lara sólo puedo hablar bien”, replicó, no sin antes pedir árnica a un Losantos que decía preocuparse por su futuro laboral. “Siempre me acogerás aquí”, dijo Marhuenda. “Siempre, no” le contestó. Pongan música de suspense.
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