Opinión · El ruido y la furia
Pan y rosas en Tahrir
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Tahrir en días de protesta es un extenso micromundo que alberga diversos ambientes e ideologías y en donde siempre pasan cosas. Es el escenario más vistoso de la revolución, pero no el único.
Detrás, entre bambalinas, en las laberínticas calles adyacentes, donde durante cinco días se ha librado una batalla a muerte, el color es más gris, la atmósfera más tensa. Es la zona cero.
El pavimento está cubierto por una alfombra de latas de gases lacrimógenos, de piedras, de cartuchos, de basura.
Chicos muy jóvenes, algunos aún adolescentes, hacen guardia en las esquinas y en los puestos de vigilancia construidos apresuradamente con tablas de madera, cajas de plástico y alambradas.
Ellos son los que deciden quién puede entrar y quién no. Llevan días sin dormir, tienen los nervios rotos. “Hemos defendido la revolución a vida o muerte”, afirma Ahmed. “Y lo seguiremos haciendo”, añade uno de sus compañeros.
“No tenemos ni para comer, queremos pan, queremos libertad, queremos que caiga el mariscal”, explica un tercero, Mohamed.
“¿Ves esto?”, pregunta mientras muestra un trozo de pan. “Esto me tiene clavado aquí. Por esto lucho, por esto he estado en primera línea de batalla”.
Su contundencia provoca un silencio mudo entre los que le escuchamos, egipcios y algún periodista extranjero.
Las palabras de Mohamed resumen bien una causa clave de las protestas. Tahrir grita revolución, grita libertad -al hurriya- grita contra el régimen que aún gobierna pero también exige dignidad y pan. Karama y aish.
El pan en Egipto ha experimentado un dramático aumento de su precio en los últimos años. La demanda de pan encierra una denuncia dirigida contra las políticas neoliberales que se han extendido en buena parte del mundo y que han provocado un aumento de la brecha entre ricos y pobres.
En Egipto el 40% de la población vive con menos de dos dólares diarios, mientras que el 40% de la riqueza del país está en manos del 5% de la población. La corrupción es una de las causas, pero no la única.
El Programa Mundial de Alimentos estima que el coste de la vida en este país creció el 75% entre 1995 y 2005. Fue precisamente en ese periodo cuando el régimen de Hosni Mubarak, siguiendo las directrices del Fondo Monetario Internacional, impuso lo que aquí se conoce como “la reforma económica”.
En el marco de la misma se llevó a cabo un proceso de privatización de empresas públicas que provocó grandes beneficios para el gran capital pero que trajo consigo despidos masivos y aumento del desempleo y que vino acompañada de recortes drásticos de las ayudas sociales, así como en la educación y la sanidad públicas.
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En 2008 la situación en Egipto se agravó cuando el precio del pan se triplicó a causa de la especulación con los precios de alimentos básicos en los mercados financieros internacionales.
Se formaron largas colas diarias a las puertas de los establecimientos que vendían pan subvencionado, se registraron varias muertes por avalanchas, y estallaron las revueltas.
Los movimientos sociales urbanos se unieron por primera vez a los movimientos obreros que llevaban protagonizando importantes huelgas desde 2006 en fábricas y empresas. Aquello fue el prólogo de la revolución egipcia de 2011.
La exigencia de Mohamed encierra toda una verdad que conecta la libertad de un pueblo con su derecho a tener pan. Y con el pan, las rosas.
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