Opinión · Otras miradas
Mi patria en mis zapatos
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Antonio Iturbe
Periodista y escritor
Me obligan a ser español o a ser catalán. ¿Quién ampara mi libertad para renunciar a España y renunciar a Cataluña? ¿Por qué la ONU no ampara a los que sólo queremos ser ciudadanos del planeta Tierra?
La ONU debería dar refugio a aquellos que no quieren la dialéctica hostil de las banderas. Crear un organismo de recaudación de impuestos de estas personas y un banco común sin afán de lucro que gestionara las pensiones de estos apátridas voluntarios.
Me obligan a decidir entre la España vergonzosa que saca a golpes de porra a los ciudadanos que quieren expresar una opinión pacíficamente y la Cataluña donde los que deploran esa falta de libertad organizan una huelga general y cortan las carreteras con gritos y banderas para que los que querían libremente ir a su trabajo o a donde sea no puedan hacerlo.
Decía Manolo García cuando era El Último de la fila que “mi patria, en mis zapatos”. Yo no me siento catalán ni me siento español. Me aterran las banderas, sean las que sean. Por mucho que se empeñen en defender algunos, bienintencionadamente, que hay un nacionalismo pacífico, que andar por ahí con una bandera es un acto fraternal, la bandera tiene una utilidad básica y casi única: marca el territorio del nosotros frente al ellos. No hay ninguna bandera para el "todos". Sencillamente, no existe.
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Que las divisiones administrativas en que nos hemos organizado hayan tomado este cariz emocional solo ha reportado a lo largo de la historia tragedia tras tragedia. Vistas las guerras una a una: desde las del imperio romano o las cruzadas hasta la guerra de los Balcanes : todas empujadas por la religión o el nacionalismo, entreveradas de los intereses económicos y de egoísmo de acrecentamiento del bienestar propio en detrimento del ajeno. A costa de muchísimo sufrimiento, sobre todo de los más indefensos.
Tenemos un planeta demasiado pequeño y demasiado frágil para andar golpeándonos con las porras o con las banderas. Mi sueño sería un día en que se produce un desarme de banderas. De todas. Arriarlas todas: la española de la Plaza Colón y la catalana del Born. Que la gente entregue sus banderas para su reciclaje en rellenos de colchones y podamos dormir todos mejor. Como eso ahora mismo es utópico, pido algo difícil pero factible: un estatus en la ONU para los que quieran empadronarse en el mundo y ejercer su libertad para no verse adscritos por la fuerza a una u otra nacionalidad. Mi patria es ninguna y mi bandera es ninguna. Yo soy nadie.
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