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Opinión · Otras miradas

Nunca más una Catalunya sin sus mujeres

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Jessica Albiach

Candidata número 3  de Catalunya En Comú Podem por Barcelona 

Las mujeres hemos tenido que dar una ardua batalla dentro de los movimientos sociales, políticos y sindicales. Las lógicas machistas correspondían a elementos de dominación  que se reproducen en cualquier circunstancia de la vida cotidiana, y que tenían su extrapolación en estos espacios: desde agresiones a faltas de reconocimiento, que no te dejaran hablar en las asambleas, que se apropiaran de nuestras ideas, que una promoción siempre estuviera puesta en duda... Ningún espacio colectivo estaba y está a salvo de estas conductas. Y es que los espacios políticos no dejan de ser una reproducción de nuestra sociedad, que es tristemente a día de hoy, aún muy machista.

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También hubo siempre otra declinación patriarcal en estos espacios de transformación, esta vez exclusiva y por lo tanto muy dolorosa. Considerar que los derechos de las mujeres no eran prioridades estratégicas para los movimientos. No solo la lucha feminista en sí misma se desplazaba de la vanguardia, sino que a las cuestiones de derechos prioritarios -ya fueran económicos, laborales o civiles- se les extirpaba su vertiente de género. La bandera del feminismo daba una nota de color de todo movimiento pero jamás lo abanderaba.

La voluntad incansable de tantas compañeras que nos preceden ha permitido que, hoy, la lucha feminista sea concebida como la herramienta más aglutinadora de los espacios políticos de transformación.

El giro en este sentido ha sido esperanzador. Hoy, no solo no se entiende cualquier reivindicación económica, laboral o de libertades civiles sin la cuestión de género, sino que a través de la conciencia feminista es como se nos permite atraer y explicar la dominación laboral o económica derivada del capitalismo.

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Ante un mundo cada vez más individualizado, donde las problemáticas personales nacen cada vez más de lo privado, el feminismo nos permite abordar problemas comunes desde sentimientos de opresión íntimos. Ante una articulación de las nuevas generaciones desde la subcategorización de identidades, la heterogeneidad, donde se prima la pertenencia a sectores minoritarios, el feminismo sigue siendo capaz de articular desde la masa, a un colectivo que representa a más del 50% de la sociedad.

Es, pues, la cuestión feminista la mayor brecha que presenta el capitalismo. Si el feminismo tiene sentido por sí mismo, contempla el valor añadido de ser la lucha anticapitalista más efectiva que tenemos entre manos.

Por ello no podemos entender un proceso de transformación sin el eje feminista como principal articulador. Quedaron atrás los tiempos en los que la lucha por los derechos de las mujeres tenían que esperar al menos al escenario 2. Ahora es el escenario 0. Como así lo es el proceso del Kurdistán, como así lo fue el proceso de Thomas Sankara en Burkina Faso, como así debe ser el proceso catalán. Como así debe ser desde cualquier ofensiva cultural, pues la virtud del feminismo es una transversalidad que permite defender nuestros derechos desde los Grammy, pasando por la huelga de dependientas de Bershka hasta las últimas ediciones de San Fermines.

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Hoy día, cualquier proceso de transformación social que no contemple el feminismo como eje vertebrador se vuelve muy sospechoso de ser eminentemente conservador. Cualquier construcción de una nueva realidad que no contemple como principal objetivo la supresión de la dominación patriarcal es inexorablemente heredera de cualquier otro tipo de dominación, ya sea económica, social o étnica.

Por eso, asusta ver que en este proceso de transformación de Catalunya esté tan ausente la cuestión feminista. Asusta que la nueva realidad de país con la que culminemos este proceso tenga heredada la misma salud del patriarcado que teníamos en el país anterior.

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Hay que poner el feminismo en el centro de la transformación nacional y social de Catalunya, y si no lo hacemos las feministas nadie lo hará. Y que a nadie se le ocurra decir que el feminismo vendrá una vez que consigamos el reconocimiento nacional. Nos aceptamos que el feminismo esté supeditado. No habrá solución nacional sin emancipación social y sin justicia de género. El feminismo es el mejor carril para imaginar un nuevo país. Nunca la democracia fue tanto de la mano de la igualdad, y en ese acuerdo, las mujeres somos la mejor garantía.

No podemos permitir que el patriarcado vuelva a colárnosla con las envenenadas prioridades, y parece que lo están logrando: recortes en las políticas de igualdad de género, ausencia total del discurso feminista y desde los principales liderazgos, modos de conducción y decisión testosterónicas, y sólo un 30% de mujeres en el último Govern.

Sea cual sea nuestra deseada conclusión de esta historia, las feministas debemos estar unidas para hacer frente común en este tiempo de transformación. No nos podemos quedar atrás y no hay mayor garantía de que este tiempo sea transformador que poniendo al frente la lucha de las mujeres.

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