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Opinión · Otras miradas

Los medios y la huelga feminista

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Como es sabido, el próximo 8 de marzo se celebra la primera huelga feminista. Por primera vez en la historia, se organizará una huelga legal para reclamar igualdad real de oportunidades y derechos entre hombres y mujeres. Las mujeres se han articulado en torno a la Comisión 8 de Marzo, un “espacio de diálogo donde mediante asambleas mensuales se han ido puliendo las aportaciones hasta construir un argumentario consensuado para llamar a la movilización”.

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A nadie se le escapa que la responsabilidad de los medios de comunicación en el mantenimiento y consolidación de un modelo ideológico patriarcal es fundamental, dado que una de las lacras que denuncian las mujeres es la falta de visibilidad de su papel y su trabajo en la sociedad, la estereotipación de modelos sexistas y de una cultura del patriarcado y la ausencia en el debate público de sus reivindicaciones. Por tanto, es básica la necesidad de que en el seno de los medios, y en el de sus profesionales, se produzcan importantes cambios.

He consultado el Argumentario 8marzo2018,  un extenso y exhaustivo documento de 23 páginas, para observar lo que se plantea referente a los medios de comunicación. Según adelantan en una introducción, el argumentario es “un documento de propuesta y de acción para el proceso de la huelga feminista”. Tiene dos partes, una primera en la que se explica el por qué y el para qué se hace la huelga en relación a algunos ejes temáticos sobre los que “se articulan las propuestas, las acciones y el discurso para la huelga” y una segunda parte donde se apuntan algunas ideas sobre cómo hacer la huelga de cuidados, consumo, laboral y estudiantil.

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A lo largo del documento se piden medidas legislativas concretas: sobre el aborto, sobre la sanidad, laborales, asilo, etc... También medidas administrativas: cierres de los CIEs, formación a profesionales de la justicia y la sanidad. Se trata de propuestas que van dirigidas claramente a responsables políticos y de instituciones públicas, cuya responsabilidad es ocuparse de las demandas ciudadanas. Podrán ser atendidas o no, pero la vía de reivindicación está claramente expuesta, los responsables definidos y el método de presión utilizado: ciudadanía que exige a sus representantes medidas concretas.

Los puntos donde se abordan los medios de comunicación son cuatro. Los dos primeros van precedidos de la pregunta “¿Por qué hacemos huelga?”:

  • Porque la crueldad de las violencias machistas inunda las pantallas de nuestros móviles, televisores, ordenadores, construyéndonos como víctimas y abundando en un imaginario colectivo que normaliza las masculinidades violentas.
  • Porque la mayoría de los medios de comunicación realizan un tratamiento amarillista, lleno de morbo de los casos de violencia contra las mujeres, sin considerarnos como sujetos de derechos y sin asumir su responsabilidad en la lucha contra las violencias machistas.

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Los otros dos puntos referentes a medios de comunicación desarrollan el objetivo a lograr:

  • Para que los medios y las y los profesionales que en ellos trabajan se hagan cargo del impacto que tienen en la opinión pública.
  • Para que los medios de comunicación traten los temas de violencias machistas con rigurosidad, tratando a las mujeres y sus derechos como sujetos, no victimizando ni empatizando con el agresor.

El problema es que, a diferencia de los otros sectores y temáticas que se plantean en el argumentario, cuando llegamos a los medios de comunicación el documento de reivindicación feminista no hace propuestas de intervención y de acción, solo propuestas expositivas sin operatividad alguna.

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A mi entender, las demandas a los medios, como sucede en demasiadas ocasiones, se presentan como meras alocuciones desiderativas, brindis al sol sin señalar mecanismos de intervención y vinculación a ellos. No olvidemos que se trata, en su mayoría, de grandes grupos privados empresariales. En las luchas laborales no se le pide a una empresa de construcción que pague más a los obreros o tenga más medidas de seguridad laboral, se exige una legislación laboral que aumente el salario mínimo, establezca medidas contra los accidentes laborales y ponga en marcha un sistema de vigilancia. No se invita o propone a Deliveroo que haga un contrato a sus repartidores, explotados como falsos autónomos, se exige que la ley obligue a la empresa a formalizar contratos legales. Ni se le solicita a los ricos que paguen más impuestos, sino que se aprueba un aumento de fiscalidad para los que ganan más dinero o tienen más patrimonio. No se pide a las empresas que hagan el favor de no despedir embarazadas, pongan medidas de conciliación laboral o paguen igual a mujeres y hombres; se exige que las autoridades establezcan las legislaciones necesarias y los sistemas que garanticen su cumplimiento. Por tanto, no deberíamos conformarnos con rogarles a las televisiones que no normalicen la violencia machista en sus contenidos ni las masculinidades violentas; ni basta con denunciar que el tratamiento informativo de la violencia machista es amarillista sin considerar a la mujer como sujeto de derecho y sin asumir una responsabilidad contra esa violencia. Por eso, no se puede hacer una huelga limitándose a pedir “que los medios y las y los profesionales que en ellos trabajan se hagan cargo del impacto que tienen en la opinión pública” y “que los medios de comunicación traten los temas de violencias machistas con rigurosidad, tratando a las mujeres y sus derechos como sujetos, no victimizando ni empatizando con el agresor”. Los mecanismos con los que se garantizan los derechos y las justas reivindicaciones raramente se basan en el cambio voluntario de quien viola esos derechos o genera las injusticias, sino en la puesta en funcionamiento de medidas legales y administrativas que le obliguen a cambiar su actitud.

Es importante hacer esas denuncias del papel de los medios y sensibilizar a los ciudadanos sobre la complicidad de unas televisiones en el sostenimiento ideológico modelo patriarcal, pero no cambiarán los contenidos de nuestras pantallas mientras haya audiencia y beneficio para sus dueños haciéndolo como lo hacen. ¿Alguien cree que Berlusconi o Lara, los dos grandes propietarios accionistas de nuestras televisiones privadas, se van a sentir motivados a cambiar con ese pronunciamiento por mucho seguimiento que tenga la huelga? Los medios privados, como cualquier otro sector empresarial, cambiarán cuando haya medidas coercitivas, es decir, leyes que le obliguen a no dedicar sus contenidos al amarillismo machista, a no permitir la frivolidad sobre la violencia sexual, a impedirles que usen y abusen de la mujer como objeto sexual para lograr audiencias, a no tolerar que en su publicidad, series y resto de contenidos se sigan consolidando estereotipos sexistas que subordinan a la mujer al hombre.

Alguien podrá aducir que no deberíamos los hombres protagonizar una discusión en una huelga feminista, organizada y liderada por las mujeres. Bastante protagonismo tenemos el resto de los días y sobre todos los asuntos. Pero es que el tema sobre el que aquí estoy tratando no es el feminismo, son los medios de comunicación. Unos medios que, desde muchas reivindicaciones (hoy el feminimo, ayer cualquier otro), son señalados como parte responsable pero sobre los que nunca nos atrevemos a exigir su democratización e intervención ciudadana.

Mientras no lo hagamos, esos medios, especialmente las televisiones privadas, continuarán como hasta ahora, argumentando el derecho a la libertad de expresión para poner continuar impunemente con sus patrones machistas e impidiendo que se normalice una justa igualdad de sexos en nuestras pantallas. Una libertad de expresión mal entendida, porque mientras desde la derecha y el poder utilizan las leyes para encarcelar raperos, secuestrar libros y retirar obras artísticas, ni las mujeres en esta huelga ni los hombres en ningún momento nos atrevemos a exigir con garantías (no solamente pedir) que se acabe con el machismo y la cosificación de la mujer en nuestras pantallas de televisión.

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