Opinión · Otras miradas
Tengo miedo, soy valiente
Periodista
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Define “miedo” el diccionario como “Angustia por un riesgo o daño real o imaginario”; y en su segunda acepción, “Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Pienso en lo que deseo. No deseo ser valiente, no deseo verme obligada a ser valiente.
El miedo se me agarra del brazo en las calles solitarias, de noche, y también de día, y esos pasos; el miedo me encoge frente a las botas del grupo que me mira y me corta el paso y cree halagarme con sus basuras; el miedo me afloja las piernas cuando al dirigirme al baño en un local público me sigue o me siguen; el miedo me acelera ante el tipo que me increpa con voz aguardentosa y me grita que le mire; el miedo me azora cuando frente a mí, sola en el vagón, un hombre se toca la entrepierna; el miedo me agrieta con el “más vale que te portes bien”; el miedo me echa a temblar cuando la cría sale sola al parque; el miedo me hace gruñir ante el mensaje público de “sé donde vives y vas a recibir lo que te estás buscando”. El miedo, sí, el miedo no solo es una fiera agazapada esperando su ración de temblor y escalofrío, no son solo las amenazas de muerte, el miedo es también nuestro retrato frente al espejo de la realidad, parte de ese retrato.
En ocasiones tengo miedo.
Hace una semanas participé en una mesa redonda sobre violencia contra las mujeres y admití que tengo miedo en demasiadas ocasiones. La afirmación provocó algunas protestas y una mujer tomó la palabra. Vino a decir que, si admito el miedo, si lo admitimos, “damos armas” a los violentos, les damos la razón. Que si admitimos el miedo, ellos habrán logrado su objetivo. Entiendo el razonamiento y, pese a eso, me parece una barbaridad. Me preocupa ese discurso cada vez más extendido que sostiene que las mujeres no debemos mostrar miedo, que no podemos hacerlo en público.
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Sobre todo me preocupa porque es una bobada que niega nuestro valor. Cuando una es valiente es porque tiene miedo. Si millones de mujeres en el mundo se enfrentan con valentía a la sociedad machista, a los atropellos, insultos, vejaciones, amenazas y agresiones es porque tienen miedo. Alguien que no tiene miedo no puede ser valiente. O sea que tapar el miedo es negar a todas esas mujeres su bravura, algo imperdonable. Y claro que deseamos no tener que ser valientes.
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