Opinión · Otras miradas
El cannabis sí es un medicamento
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Esta semana hemos vuelto a recibir con disgusto las declaraciones de la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo. Y es que sobre una hipotética legalización del cannabis impulsada desde Podemos, ha opinado que "no es un medicamento" y ha señalado que los centros médicos disponen de "un arsenal de medicamentos para el dolor".
Sobre esto, podemos tener una larga charla. Pero para empezar, he de decir que ya existen medicamentos que tienen base de cannabidiol y que se usan para ciertas enfermedades como la Esclerosis Múltiple. Es, por así decirlo, la última opción antes de derivarte a la unidad del dolor y que te chuten morfina, algo que cualquier especialista con valores tiende a evitar. Me pregunto a qué tipo de medicamentos para el dolor se refiere la ministra, porque si se trata de la morfina, que bien administran en las unidades del dolor del Estado español, es una de las drogas más adictivas y por supuesto, mucho más que lo es el cannabis y con peores efectos secundarios. Este narcótico opiáceo y sin ser yo Walter White de Breaking Bad, engancha muy rápido y provoca hasta sobredosis en algunos casos. Sin ir más lejos, En Estados Unidos, las muertes por consumo de opioides se han convertido en un problema al alza y en una epidemia en algunos estados, convirtiéndose en un grave problema de salud pública.
Sobre el cannabis y como ya dije en este otro artículo, cada vez hay más estudios que demuestran que es terapéutico en muchos casos, desde algunas formas de epilepsia hasta terapias paliativas y en la cura de células tumorales. Muchos ciudadanos tratan de hacerse con la planta y derivados en el mercado negro, con las dificultades que eso supone.
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Me pregunto por tanto la cantidad de intereses farmacéuticos que se encuentran detrás de estas afirmaciones o si tan sólo se trata de desconocimiento sobre el tema. Pero para luchar contra el desconocimiento hace falta información y coraje. Uruguay fue el primer país en legalizar la marihuana en todo el territorio, siendo todo un éxito. El país latino se convirtió en el primer país en legalizar el consumo, producción y venta de marihuana bajo el control de un organismo público que autoriza las plantaciones.
De venta en farmacias, el Estado ha regulado su calidad, de tal forma que los consumidores sepan lo que están comprando con tranquilidad. No es casualidad que la separación de la Iglesia y el Estado tiene más de 100 años en el paisito que fue conocido en el mundo entero gracias en parte a la figura de su presidente, Pepe Mujica. Lo curioso de todo este asunto es que Uruguay venda una planta con un diseño genético que compró a una empresa española. Creo que la contradicción y los intereses aquí son más que obvios.
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Mientras aquí no parece que se vaya a legalizar a corto-medio plazo, muchos países del mundo han aprobado su uso terapéutico y otros siguen planteando la legalización del uso recreativo, como es el ya citado caso de Uruguay. Entiendo que todos esos países deben estar equivocados en cuanto a la evidencia científica de la planta medicinal. De hecho, nuestro país vecino Portugal con un gobierno progresista ha dado también el paso hacia la regulación para su uso terapéutico. Lo que no es de recibo, tal y como decía Carola Pérez de DosEmociones es que “cinco empresas tienen permiso del Ministerio de Sanidad para cultivar cannabis en nuestro país con fines terapéuticos y de investigación. En total son 20.000 hectáreas”. Es decir, empresas de fuera usan nuestros recursos para exportar porque nosotros no tenemos la capacidad de aceptar y comprender que el modelo productivo y moral de medicamentos también está cambiando. Y me atreveré a decir que si aquí no consideramos su uso terapéutico, estaríamos engañando entonces a otros países con la producción que se realiza aquí.
Me cuesta creer que la ministra no crea en los fines terapéuticos de esta planta, a pesar de que ya hayan sido más que demostrados. "No hay magia, ni con el cannabis ni con nada”, añadía la ministra. La cuestión es que no estamos hablando de magia, sino de paliar un dolor muy intenso que muchas personas sentimos día a día. Estamos hablando, me atrevería a decir, de derechos humanos o al menos y como poco, de empatía.
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Para ser progresista no basta con decirlo o creerlo, además es necesario luchar contra el discurso del miedo y la ignorancia, como hizo Pepe Mujica en su momento. Sólo así seremos capaces de vencer, alguna vez a la sinrazón, la intolerancia, el miedo y la ignorancia tan propios de los tiempos que corren.
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