Opinión · Otras miradas
La soledad, problema de salud pública
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Las redes sociales, la comunicación digital nos hacen estar más conectados, pero al mismo tiempo más solos. Voy en el metro y me doy cuenta de que apenas nadie se mira a los ojos. Todos van mirando sus móviles o sus tablets. Alguien intenta salir del vagón, pero nadie le cede el paso. ¿Llegará el momento en el que como en Her el amor entre máquinas y humanos sea posible o al menos lo único que conozcamos? No parece algo tan lejano, de hecho, ya está ocurriendo. Black Mirror ha dejado de ser en parte una distopía para convertirse en una realidad. Tal y como ocurre en Her, ya hay hombres que buscan amantes inexistentes, como el ingeniero Zheng Jiajia que construyó una novia-robot con la que habla a través de un ordenador.
La rapidez con la que nos relacionamos, la modernidad líquida de Bauman, la precarización de nuestras vidas, la falta de tiempo, entre otras muchas, hace que apenas podamos dedicar espacio a personas con las que vincularnos. Vivimos en ciudades de producción y consumo y estamos de paso, como hormiguitas que se esconden en su hormiguero para volver a producir al día siguiente. La tecnologización de nuestras vidas hace que lejos de estar más conectados, busquemos el “me gusta” como si de un abrazo fácil se tratase. Colgamos en redes nuestras vidas solitarias, para que otros desde su móvil y su misma vida solitaria puedan ver que no está sólo siendo sólo. Nos encontramos por tanto en una era digital que nos hace sujetos psicológicos dependientes de lugares imaginarios virtuales de vinculación ficticia y encuentro irreal.
La superficialidad, la frivolidad, la inmediatez, el individualismo protagonizan nuestras vidas. El neoliberalismo se ha hecho dueño también de la manera de relacionarnos, que es la de relacionarnos cada vez menos o peor. Estamos viviendo sociedades en las que prima lo individual frente a lo colectivo, en la que inventan aplicaciones para que no necesites a nadie más que a ti mismo y eso se vende como un valor.
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Sin embargo, algunos expertos ya han asegurado que la soledad puede convertirse en una epidemia en 2030 y tiene consecuencias biológicas, cognitivas y de comportamiento. Además, puede contribuir a una serie de factores de riesgos físicos, psíquicos o psicosociales incluyendo depresión, alcoholismo, pensamientos suicidas, comportamientos agresivos o ansiedad. Aunque la soledad no escapa a nadie, el perfil suele ser el de mujer adulta con dependencia o personas con movilidad reducida y dificultades de accesibilidad. La vejez es un factor importante y es que según datos del INE el número de personas mayores que viven solas roza ya los 2 millones.
Nos encontramos ante un grave problema de salud que hay que erradicar cuanto antes. Según los investigadores, se han identificado hasta tres vías por las cuales las relaciones y/o habilidades sociales pueden afectar a nuestra salud. La soledad y el aislamiento social conducen a la inactividad física, alcoholismo y/o tabaquismo (que luego puede generar obesidad). Y todo ello queda ligado a una autoestima cada vez más mermada y una disminución de la autoeficacia. Varios estudios apuntan que la soledad también está ligada a enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares y así un aumento de la muerte prematura. Otro estudio de Health Psychology, detalló como personas que estaban solas sufrían un 38,5% de síntomas más severos en un simple constipado, que el resto.
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Ante esta situación deprimente, por suerte están surgiendo iniciativas interesantes y esperanzadoras. Una de ellas es la de Madrid, Ciudad de los Cuidados. Un vecino del barrio de Chamberí relata su experiencia y cuenta que se encontró con una de las coordinadoras del proyecto del barrio de Tetuán. Lo que más le interesó es cuando le empezó a hablar de “generar tejido social, de redes, de luchar contra la soledad, un discurso bastante avanzado para provenir de las instituciones”, explica. Él entra como voluntario, con la ilusión y el recuerdo de las asambleas y reuniones del 15M “hay un grupo coordinador tangente y se trabaja mucho para que se haga una red vecinal horizontal, con grupos de trabajo”. Una de las iniciativas consiste en hacer paseos como los famosos Paseos de Jane para conocer el barrio, realizar juegos y actividades, visitar los mercados, y que sea una manera de conocer a gente para luchar con la soledad no deseada.
Debemos pararnos y reflexionar. ¿Es esta la sociedad que queremos construir? Somos seres sociales e interdependientes y no existimos si no es a través de la relación con otros, por lo que nos necesitamos mutuamente. Necesitamos más programas de acompañamiento, socialización y sensibilización y ser conscientes de que todos estaremos en ese cuarto a oscuras alguna vez.
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Recuerdo el 15-M cuando dejamos de estar solos para estar en común, repartir cuidados, tejer redes, hablar con las vecinas, parar desahucios y redadas, conocer nuestro barrio y a quienes habitaban en él. Cuando me preguntan si creo que el 15-M sirvió para algo fue, entre otras cosas, para generar ese tejido social y ese músculo que hoy en día escasea, que no se encuentra en las plazas de los barrios, ni en apenas ningún centro social. Por suerte, aún queda algo de esperanza, pero debemos mantenernos alerta y actuar desde nuestra responsabilidad social.
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