Opinión · Otras miradas
Medicina digital. ¿Está ahí el negocio?
Profesor de Radiología de la Universidad de Santiago de Compostela.
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Ultimamente, y desde distintos medios, se habla de nuestra época como de la Era Digital. Y no parece que se trate de algo errado o que, al menos, no se aproxime a la realidad.
Lo cierto es que a menudo, y cada vez con mayor frecuencia, el escenario que se describe tiene un aura negativa debido a la influencia de las grandes corporaciones tecnológicas para manipular la información y amenazar nuestra privacidad. Aparecen opiniones sobre si tenemos que aceptar o rechazar la revolución tecnológica y se alzan las voces que hablan de la necesidad de desarrollar una ciudadanía digital.
Pero vamos a intentar analizar primero lo que se entiende por Era Digital.
Un importante rasgo distintivo es que este tiempo está sometido a cambios cuya gran aceleración ha de alternar entre civilizaciones con niveles muy diferentes de progreso.
Paralelamente, la televisión, Internet y la prensa diaria nos permiten observar y analizar todo al detalle y de forma instantánea, lo que añade una sensación de prontitud on line en los dos escenarios posibles, el físico y el virtual.
En nuestra sociedad tecnológica, que está enraizada en la parte del mundo que produce y compra la tecnología, se pone el énfasis en la obsolescencia y así, se caracteriza por ser una sociedad repleta de máquinas que se van quedando “obsoletas” y se van sustituyendo por unas nuevas; de tal manera que el homo digitalis se va configurando en un hiper-consumismo sin final en el que el comercio en sí mismo es el fin último.
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¿Cuáles serán los nuevos nichos tecnológicos de negocio?
Kara Swisher, que es una periodista especializada en tecnología, se hace esa pregunta y apunta hacia la medicina digital y hacia alguno de los afluentes que la nutren, como la inteligencia artificial y la robótica, tan de moda en los últimos tiempos.
Paul Krugman escribe recientemente que de los cuatro sectores en los que el Departamento de Trabajo de los EEUU prevé que se creará más empleo en la próxima década, tres son de algún tipo de asistencia, incluyendo la asistencia sanitaria.
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Enrique Baca, en Claves de Razón Práctica, describe con precisión “el complejo industrial sanitario”, del que dice que emerge en el negocio como un elemento básico: “En él confluyen los avances científicos y el desarrollo de la tecnología aplicable. Su ámbito incluye la investigación, la fabricación y la comercialización y, naturalmente, es uno de los responsables más importantes del gasto sanitario”.
La medicina está hoy instalada en una dependencia total de la tecnología. Y a medida que la tecnología se ha ido extendiendo también lo ha hecho la influencia de la industria farmacéutica y de los fabricantes de instrumental médico, como ya vislumbró en su día Neil Postman y así lo teorizó en Tecnópolis (1992).
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Lo que pasa es que deberíamos enfrentarnos a esa realidad con pensamiento y espíritu críticos; porque todo lo anterior genera unas consecuencias indeseadas a la par que suscita otra reflexión que no es en modo alguno prescindible para el debate: los argumentos, favorables muchos de ellos, no deben ocultar el daño que se deriva de una mala utilización de las técnicas. Por ejemplo, se hacen muchas más pruebas radiológicas de las necesarias; de hecho, podría omitirse casi un tercio de las pruebas, según ha indicado recientemente la sociedad española de radiología médica.
Quizá esto suceda porque los instrumentos de gestión no aciertan en el control efectivo del complejo industrial sanitario, que marca el gasto y la agenda de la atención sanitaria.
Pero las imágenes médicas no son lo único que prolifera en el universo de la salud. En poco tiempo habrá tal cantidad de información en las historias clínicas de los ciudadanos que esperemos no desborden nuestra capacidad de análisis; habrá que desarrollar multitud de algoritmos en la próxima tecnología 5G para poder interpretar todo el big data que viene.
En este tránsito del paleo analógico al proto digital las dudas probablemente vendrán, además de por el tratamiento que se haga de nuestros datos personales, también por la atención sanitaria que vamos a recibir, porque se harán nuevos diagnósticos y no se sabrá qué hacer con la mayoría; aunque no creo que desde aquí debamos especular con el futuro para predecir lo que nos espera.
Llegados a donde han llegado tanto el desarrollo técnico como su aceptación, ahora ya no hay vuelta atrás. Sea lo que fuese lo que el futuro nos reserva, lo importante es que los instrumentos de control sean efectivos antes de que todo sea negocio.
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