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Opinión · Otras miradas

Con Podemos, participamos. Participando, podemos

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Jesús Montero

Ex secretario general de la Unión de Juventudes Comunistas de España de 1984 a 1989

Durante las pasadas fiestas del solsticio de invierno dos amigos de Santander me hablaron por separado de Pablo Iglesias. Ellos no sabían que yo le conocía y los tres ignorábamos que veinte días después se presentaría la iniciativa Podemos. En una cena de viejos camaradas, uno de mis amigos, veterano luchador antifranquista, dirigente de las izquierdas en la democracia y miembro de los equipos del gobierno bipartito cántabro, me dice “Jesús, Pablo Iglesias es un prepotente”. El otro, amigo del barrio desde la infancia, de la misma generación y padre de familia como yo, trabajador de la construcción y en paro desde hace cuatro años, mientras hablábamos del sufrimiento ocasionado por la catástrofe neoliberal y el consecuente estrago social, de repente me dice “Jesús, yo al que votaría si se presentara es a Pablo Iglesias”. Tan dispares reacciones de mis viejos amigos  me hicieron reflexionar desde entonces y, en parte, explican mi gradual compromiso con la candidatura popular y ciudadana de Podemos. Contribuir a hacer realidad el deseo de mi amigo parado de ser representado por Pablo es, si se quiere, una razón sentimental, pero si el profesor Iglesias resulta incomodo al statu quo de la política establecida, entonces, será que, políticamente, es necesario hacer real el deseo de mi amigo parado.

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Ni me sorprende ni me preocupa que el liderazgo sea la principal objeción que se esgrime contra Podemos. Estoy curado de espanto a este respecto. Durante años asistí a estrategias de demonización o ridiculización de los liderazgos de IU por parte de los gurús electorales del PSOE, y la propia IU fue poco cuidadosa con esta cuestión. En 1988 viví cómo se forzó un cambio en el liderazgo de IU porque quien lo ejercía “no vendía”, “no comunicaba”. Cuando le sucedió un líder que “sí vendía y comunicaba” asistí a la lucha contra su liderazgo, por bastantes de quienes más habían hecho por el nuevo liderazgo. El problema no son los líderes políticos. Calígula podía estar loco, pero quienes nombraron senador a su caballo fueron los “equilibrados” senadores romanos.

Tanto por arriba como por abajo la democracia se disuelve dentro de los partidos. Cuando el colectivo de dirección renuncia a su función de control del liderazgo, el monstruo del caudillismo se adueña de la organización, pervirtiendo su naturaleza democrática. Cuando un ciudadano decide dar el paso de incorporarse a una organización política asistimos a un acto de madurez política, pero paradójicamente el nuevo militante es tratado como menor de edad, como un cliente fiel, como un consumidor de la razón dirigente, que por elevación es la razón del máximo dirigente, propagada por la cuadrilla que lo alienta, susurrando a su oído, “has estado sembrado, Jefe”. Es como si la democracia se suspendiera dentro del local político. La solución, por tanto, no es menos liderazgo, sino más democracia, más participación, más control de la representación, dentro y fuera de los partidos políticos.

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Acusar de personalismo a Podemos persigue negar sin decirlo la oportunidad de esta iniciativa para democratizar la política y cambiar el país, cuando ambas metas, necesarias, requieren para ser alcanzadas de la tarea estratégica de tener y confiar en nuevos liderazgos orientados, precisamente, a la democracia y al cambio. Contar con un liderazgo joven y sobradamente preparado —como su generación— es un atributo de solvencia y fortaleza de la nueva voluntad de poder y, por eso, atacan este flanco porque necesitan combatir la emergencia de una nueva subjetividad política, minando otros liderazgos posibles. Nada nuevo bajo el sol de la lucha política. No es la primera vez ni será la última. ¿Cuál es el pecado de Pablo Iglesias? ¿Haber convertido los medios de comunicación en arena política? ¿Haber dado voz a los sin voz en las tertulias políticas uniformes? ¿Haber levantado un programa de debate político desde la periferia, desde TeleK, hace ya más de tres años? Pues bienvenida sea esta nueva militancia, el activista de medios. Otros deberán preguntarse qué han hecho —o mejor qué no han hecho— para democratizar la comunicación en una “sociedad del espectáculo” como la Europa americanizada, de la que hablaba Antonio Gramsci. Y, para más inri, en un país como España, con una cultura política dañada por el inconsciente franquista y no curado durante la hegemonía socialdemócrata porque daba rédito el paternal lema de “no meterse en política”. Ese ha sido en nuestro país el funcional consenso pasivo de votar y callar, cuyas brasas represivas inflama la derecha española cada vez que puede, incapaz de hacer la reconciliación nacional, con el sempiterno tic de la guerra, ayer, y de la represión, hoy, en su hacer político.

No obstante lo anterior, ciertamente es clave cómo cuide Podemos la cuestión estratégica de su liderazgo, cómo cuide en la práctica Pablo Iglesias su función de  representación ahora que ha sido elegido cabeza de la candidatura al Parlamento europeo. Cómo ejerza Podemos también un liderazgo “de nuevo tipo” constituye el factor de sostenibilidad de la iniciativa y un indicador del logro real de otra forma de hacer política, de participar en el ejercicio del poder y de su representación popular.

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Ahora bien, Podemos no es Pablo Iglesias. Sin duda es su principal activo pero, en este movimiento de fichas para transformar la indignación en cambio político, no es el único referente, ni en lo organizativo —por la implicación de redes universitarias o de Izquierda Anticapitalista—, ni en lo intelectual por la autoridad moral de Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa o de Germán Cano. La diversidad de referentes organizativos e intelectuales contribuyen, como en el feminismo, a un liderazgo plural, a una comunidad política en construcción y elaboración colectiva. Y aún faltan por llegar muchos más referentes procedentes de las asambleas populares, de las mareas ciudadanas, de los movimientos sociales, de los frentes cívicos, de los sindicatos, de las fuerzas de la cultura y el pensamiento.

Confieso que mi confianza en esta  empresa  política ha ido madurando desde la sorpresa y dudas del comienzo hasta mi identificación con la necesidad y oportunidad de esta candidatura en estas elecciones “de segundo orden”, donde nos jugamos la representación del pluralismo y no la conformación de una mayoría de gobierno, y cuyos resultados marcarán el camino para la alternativa o el continuismo en 2015 con las elecciones locales, autonómicas y generales. A este proceso de implicación creciente ha contribuido el cómo se está haciendo, el despliegue de un método desde abajo y en común, que explota todo el mineral, la invisible persona voluntaria y el candidato visible. Haciendo cada uno su labor, cultivando juntos la candidatura.

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La presentación de la iniciativa de Podemos fue avalada por casi 100.000 personas. Según publica su página web, con transparencia mensual, miles de personas han hecho donaciones por valor de 121.056 euros, y otros 35.000 euros se han recogido de microdonaciones para autofinanciar cuatro objetivos de la campaña. La extensión organizativa de sus bases de apoyo alcanza todo el territorio plurinacional, llegando sus Círculos también a los destinos de nuestra nueva generación emigrante en los cinco continentes, además de aquellos Círculos de ámbito sectorial como el de juristas o el de miembros de las fuerzas armadas, entre “otros mundos” del trabajo y de la cultura, y “otras bíopolíticas” como el Círculo feminismos y el de discapacidad. El cara a cara de su organización popular desde abajo se combina con la presencia activa en las redes sociales, teniendo valoraciones tanto Podemos como Pablo Iglesias superiores a líderes y formaciones políticas representativas en la actualidad. Lo digital no anula lo analógico, lo amplifica, como la imaginación no anula la memoria, sino que la repiensa. Tejer “ayeres y mañanas” y usar viejas y nuevas tecnologías políticas, éstas son las poderosas armas de Podemos.

El último hito en este proceso participativo ha sido la realización de primarias ciudadanas para elegir a su cabeza de lista y ordenar los 54 puestos de la candidatura paritaria de Podemos el 25 de mayo. Antes, para que pudiera haber primarias, 145 personas dieron el paso adelante de presentar su candidatura y ser avaladas por un círculo. Tras siete días de primarias, bajo la autoridad de AgoraVoting, Fundación Civio y Hackandalus, la plataforma de votación, ha contabilizado la participación de 33.156 ciudadanos y ciudadanas, superando el récord en unas elecciones europeas (Los Verdes Europeos con 22.100 votantes) y a considerable distancia del resto de formaciones, representativas o por representar en nuestro Estado, que han incorporado este recurso de participación en sus procesos electorales: Equo (2.500), Partido X (2.704), Izquierda Abierta (1.182), Compromis (7.321), PSC (8.000), UPyD (1.837) o ICV (1.720).

Gracias a todo este trabajo desde abajo, mi amigo parado no se abstendrá en las elecciones europeas. Podemos contribuye a incrementar la participación electoral. Con Podemos, participamos, como evidencian todas las traviesas puestas desde que se inició el viaje a principios de enero. Desde luego mi amigo votará para poder ser representado por Pablo Iglesias. Este nuevo voto, que estaba perdido, desencantado, neopasota, justifica, de nuevo, mi compromiso político. Sé que es difícil diseñar el patrón y cortar el traje al mismo tiempo. Sé que no es fácil encontrarse, colaborar, escuchar, participar, aceptar, incluir, unir. Sé qué tiempos vendrán… Tiempo habrá de hablar de todo ello, pero llegados hasta aquí, desde abajo y desde fuera del régimen bipartidista postfranquista, me sabe a poco un sólo eurodiputado. La iniciativa merece más. Hacen falta más europodemos. Hace falta también elegir a Teresa Rodríguez, maestra y feminista, a Carlos Jiménez Villarejo, jubilado y ex fiscal, a Lola Sánchez, joven graduada subempleada, y a Pablo Echenique, investigador del CSIC con una discapacidad del 88%. Por mi voto que no sea. Yo muevo ficha. Yo votaré el 25 de mayo a Podemos. Y mi amigo Juanjo, también. Participando, podemos empoderarnos y hacer posible otra representación del pueblo, una nueva, con nuevos liderazgos y nuevas formas de hacer política.

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