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Opinión · Otras miradas

COP25: hecha la ley, hecha la trampa

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Acaba de inaugurase en Madrid la Cumbre del Clima COP25, que ha sido publicitada a bombo y platillo hasta la saciedad. Francamente, no esperamos nada de ella. O, al menos, nada nuevo. Fijémonos bien. Hasta ahora se han celebrado 24 macrocumbres de este estilo y el resultado ha sido que la concentración de CO2 en nuestra atmósfera ha alcanzado récords históricos y prehistóricos. Por tanto, es fácil llegar a la conclusión de que si seguimos actuando como hasta ahora, obtendremos los mismos resultados que hasta ahora: más y más emisiones de CO2.

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Precisamente coincidiendo con esta Cumbre, Iberdrola ha hecho público que va a cerrar sus dos últimas centrales térmicas que le quedan, una en Asturias y otra en Castilla y León, noticia que se une a los cierres ya anunciados por Endesa de sus centrales térmicas de As Pontes y Andorra, junto con la central que operaba Naturgy en Galicia. Eso son buenas noticias, ¿no?, toda vez que las empresas eléctricas, a través de sus centrales de carbón, forman parte del grupo de grandes responsables mundiales de las emisiones de CO2. ¿Se han convertido por ventura estas empresas al ecologismo?. Me gustaría deciros que sí, pero va a ser que no.

Las razones son, fundamentalmente, que las eléctricas no pueden seguir pagando unos derechos de emisión de CO2 que se les han puesto por las nubes debido, entre otras razones, a que se han convertido en objeto de especulación en Bolsa como si fueran futuros u opciones. Los fondos de inversión están operando en este mercado de derechos de emisión, y mientras algunos se preocupan del futuro del planeta, otros están amasando inmensas fortunas en este mercado especulativo. Si le sumamos impuestos como el “céntimo verde”, las eléctricas ven que no les sale rentable explotar ya estas centrales térmicas.

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Pero hecha la ley, hecha la trampa. Como el modelo de negocio de las eléctricas no ha cambiado, ni tampoco la demanda de energía eléctrica, estas empresas lo que hacen ahora es comprar energía eléctrica en Marruecos, donde el cierre de las centrales térmicas ni está ni se le espera, y venderla donde más les interese. ¿Vemos la jugada?. Nos encontramos en un bucle del que no queremos salir porque estamos equivocando la diana. No se trata de apuntar a la producción de energía (que es el error que machaconamente estamos repitiendo), sino de incidir en el consumo de energía. Ese es el punto donde verdaderamente se juega el futuro del planeta.

Todavía no entendemos cómo funciona el capitalismo de libre empresa. Una empresa venderá sus productos o servicios si hay una demanda previa. Y si esa demanda no existe, se crea aunque sea artificialmente. El festival de consumismo que ha sido el Black Friday (que empieza a ser contestado), y el consumismo en general de las personas de a pie es lo que estimula la producción de bienes y servicios y, en última instancia, la producción de energía.

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Debemos concienciarnos (y concienciar), que cada persona no puede seguir consumiendo por tres. Por eso se dice que necesitamos dos planetas para sostener este nivel de consumismo. No se trata de NO consumir. Consumir es una necesidad humana, y hay que consumir lo que cada uno necesite, y cuando lo necesite. El consumismo es otra cosa: es consumir lo que no necesitamos, cuando otros nos lo dicen. Fijémonos en nuestros hogares: ¿de verdad necesitamos dos coches, tres móviles, dos ordenadores, tres tabletas, dos televisores y unas vacaciones en el Caribe o esquiar en los Alpes?

Cuando respondamos con sinceridad a esta cuestión, habremos dado el primer paso para salvar el planeta.

* Eugenio Fernández Sánchez es naturalista y divulgador de fauna silvestre.

*Javier M. Fernández Rico es ambientalista y experto en territorio.

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