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Opinión · Otras miradas

No hemos cambiado tanto

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Hubo un tiempo en el que soñamos que Andalucía, tras las luchas del 4 de diciembre del 77, se convertiría en un pueblo donde quedara en desuso la palabra emigración, donde los problemas endémicos de paro y pobreza se convertirían en historia pasada. Pero no ha sido así, hay que reconocer que los diferentes gobiernos han hecho que, muy lentamente, los problemas que padecíamos entonces  no se recrudecieran más, de tal forma que desde entonces hemos disfrutado de una buena sanidad que nada tiene que ver con la que teníamos hace 40 años, una educación que nos ha ofrecido numerosas oportunidades, mejoras en el empleo, buenas infraestructuras y un nivel de vida mejor al que tenían nuestros padres entonces.

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Hace años que perdimos la esperanza, la esperanza de la revolución del pueblo andaluz, esa que nos iba a permitir desarrollar nuestro autogobierno de forma plena y que se vio frenada por un PSOE a las órdenes y al servicio de Madrid. Unos dirigentes  “socialistas” que se han aprovechado de la ilusión de un pueblo y de las estructuras autonómicas para  malversar y enriquecerse personalmente, conquistando su estado de bienestar propio. Estos llamados “socialistas” han conseguido debilitar los valores y reivindicaciones, desacreditando de cara a la opinión pública la autonomía, de la que por edad, más de la mitad de la población andaluza no participó de su conquista. Ni la derecha en sus mejores sueños hubiera diseñado un plan para desacreditar mejor la autonomía.

Ahora es el momento de exigir más autogobierno, una financiación justa para Andalucía; una comunidad autónoma con más población que algunos países europeos como Dinamarca u Holanda. Una nacionalidad histórica, como recoge nuestro Estatuto, en la que sumando solo dos de nuestras provincias, como Málaga y Cádiz, superan en población al País Vasco. Con una población total que supera en más de un millón a la de Cataluña, y que dobla la extensión territorial de Suiza.

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¿Qué no tenemos? A un pueblo unido y organizado que se ponga sobre la mesa, que si Andalucía levanta la voz y se rebela, saltan por los aires todas las costuras del régimen del 78, el atado y bien atado que utilizamos para expresar los acuerdos ya establecidos de la pretransición entre el dictador y el rey, que dio fruto a la Constitución. También han beneficiado a otros pueblos del Estado, asignando y aplicando políticas para nuestra comunidad, que entre otras cuestiones han seguido ahondando en la desigualdad creciente entre pueblos y nos han expuesto como mano de obra para enriquecer a otras partes del Estado y Europa.

Estas políticas teledirigidas desde Madrid por el régimen no se solucionan con más España o con más centralismo, se solucionan con más andalucismo, más autogobierno y poder de decisión; y por otro lado, acelerando la construcción de un sujeto propio, un  movimiento sociopolítico capaz de aglutinar y representar al 90% de la población andaluza, con voz y rebeldía en Madrid, y fuerza, desborde e ilusión en Andalucía.

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Y no, no hemos cambiado tanto, ni antes éramos tan revolucionarios ni ahora tan conformistas, ni antes tan andalucistas ni ahora tan españolistas. Es una cuestión de opresión sobre nuestro pueblo, sobre nuestra cultura y nuestra identidad. Y una sensación de abandono por las administraciones y partidos políticos que hace que no lleguen los servicios básicos a muchos barrios de nuestras ciudades y pueblos de Andalucía. Todo este conglomerado nos puede hacer pensar que si el Estatuto estaba destinado a solventar esos problemas y no lo hace, para qué nos sirve.

Unido a un sentimiento de orfandad política, que proyecta que frente a los intereses de un sector de la población catalana de negociar el gobierno del Estado a cambio de recursos económicos, no haya un grupo político andaluz en el Congreso que les diga “¡Eh!, que aquí está Andalucía, que aquí hay un pueblo muy digno y respetable, que en este momento de la Historia no se va a quedar de brazos cruzados, que queremos un nuevo modelo de financiación, un nuevo modelo de Estado, y que se acabó, que hasta aquí hemos llegado, que a partir de ahora, si el Estado quiere poner recursos económicos en País vasco o Cataluña, Andalucía se tiene que sentar en la misma mesa camilla donde históricamente se han repartido recursos para el Norte y miseria para el Sur”. Pero lamentablemente no disponemos de ese grupo en el Congreso que se ponga al frente de estas reivindicaciones, por suerte la izquierda  andaluza tiene un grupo propio como Adelante Andalucía en el parlamento, que alza su voz contra las injusticias sobre nuestro pueblo más allá de Depeñaperros.

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Aunque tengamos lazos muy fuertes y objetivos comunes, como hacer saltar las costuras del régimen, no podemos apoyar desde Andalucía a tumba abierta a todo el sector independentista en el conflicto catalán porque, permitidme que os diga, una parte importante del independentismo está en manos de la burguesía y éstos no tienen patria, solo bolsillos. Y detrás de sus legítimas reivindicaciones hay una parte económica, no nos engañemos, algunos hablan de “pasta” para su pueblo.

Y es que la Cataluña de hoy no es la misma de los años 80 y 90, donde la industria era un sector en auge que absorbía todo el empleo habido y por haber. A día de hoy un gran número de empresas despiden, redactan EREs y prejubilan a miles de personas. Jóvenes que terminan sus estudios sin salida profesional y sin tener a donde ir ¿os suena todo esto? No es ni más ni menos lo que llevamos padeciendo en Andalucía estos últimos años. No se trata de mal de todos consuelo de tontos, Cataluña es capaz de levantarse y Andalucía no, ni más ni menos. Y me quedo con una frase que me dijo un activista  catalán, “no quiero pasar por lo que pasaron mis padres antes de venirse de Andalucía a Cataluña a trabajar, y por eso salgo a las calles”. Muy de acuerdo, y por eso admiro la lucha de la izquierda soberanista catalana y los apoyo, pero no vamos a permitir que vuestra lucha vaya en detrimento de nuestro pueblo. Como no le vamos a permitir a Madrid como institución centralista que siga expoliando y explotando al pueblo andaluz para llenar las arcas estatales, no es algo que me invente, podemos hablar con datos sobre papel cómo Madrid, no el pueblo, si no la Administración, nos roba. Desde Andalucía no podemos permitir que para que otros pueblos consigan sus objetivos, de nuevo nos toque perder.

Así que recuperemos la esperanza como pueblo y luchemos unidos, no contra Cataluña, no contra Galicia, Euskal Herria o Castilla, sino  por un autogobierno pleno que nos abra un abanico inmenso de oportunidades para solucionar los problemas de la gente y superar las desigualdades y contra un Estado que de nuevo quiere solucionar los conflictos territoriales dando un papel subsidiario a Andalucía.

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