Opinión · Otras miradas
Reventado un acto a la ultraderecha española e israelí en el que se buscaba exaltar crímenes de guerra
Activista por los DDHH en Palestina
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El acto llamado "Islas de paz" fue organizado el pasado 10 de diciembre por el entorno de VOX (periodistas ultras, la fundadora de ese partido Cristina Seguí y un club de pensamiento ultraderechista El Club de los Viernes) junto al lobby israelí ACOM en un hotel de lujo madrileño ante unas escasas cuarenta personas.
Veinte de ellas éramos activistas que interrumpimos e impedimos el curso normal del acto, el cual buscaba defender y legitimar las colonias israelíes que están definidas como crimen de guerra por la legalidad internacional y Resoluciones de la ONU, estando obligado Israel a su desmantelamiento.
La principal idea que pretendía trasladar el acto era que las colonias israelíes proporcionan puestos de trabajo y salario a algunos miles de nativos palestinos beneficiados por la generosa explotación israelí, y por tanto son “Islas de paz y coexistencia” dentro del territorio palestino. Para ello, utilizaron como introducción a la conferencia un vídeo que presentaba a trabajadores palestinos explicando lo satisfechos que se encontraban trabajando en esas fábricas y colonias ilegales. Según los promotores, esas factorías coloniales eran el modelo para el entendimiento y la paz entre palestinos e israelíes.
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En ningún momento el vídeo informaba del crimen de guerra que suponen esas ilegales colonias, declaradas así por el IV Convenio de Ginebra, ni de que Israel se niega a desmantelarlas desafiando numerosas Resoluciones del Consejo de Seguridad ONU, incluida la más reciente 2334 de diciembre de 2016.
Tampoco explicaba el vídeo las sistemáticas violaciones a la legalidad internacional que lleva a cabo Israel en Palestina, condenando a la población indígena a un abanico de opresión: desde el discriminatorio régimen jurídico y apartheid, hasta la reclusión en guetos controlados por puestos militares que reprimen cualquier actividad política y social; con el caso extremo del bloqueado y sitiado gueto de Gaza, el cual es periódicamente masacrado en una versión moderna del gueto de Varsovia.
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El vídeo tampoco explicaba que Israel lleva prohibiendo desde hace 72 años el retorno de más de seis millones de refugiados palestinos expulsados de sus hogares y tierras por las fuerzas militares israelíes, a pesar de la resolución ONU 194 y otras normas internacionales que mandatan su regreso y compensación.
El cuadro de oradores contaba con tres personas palestinas, y junto a los cuatro israelíes tenían la misión de persuadir a la audiencia sobre las bondades del artefacto israelí, y específicamente del beneficio de esas factorías para las relaciones entre colonizadores y colonizados.
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La captación y exhibición de nativos oprimidos alabando las virtudes del régimen que les oprime -y mostrando una aparente felicidad- ha sido muy recurrente en la historia de los procesos colonizadores como el que sufre Palestina. El aprovechamiento de la mano de obra nativa es un elemento esencial de toda economía colonial. Mientras el Rey Leopoldo de Bélgica explotaba criminalmente a los nativos de Congo para el saqueo de este territorio, él se esforzaba por ocultar las pruebas de su atroz opresión y traía a Europa algunos congoleños cristianizados como logro de su empresa. El régimen sudafricano del apartheid también utilizaba mano de obra africana a bajo coste, o captaba indígenas para gobernar guetos nativos, los llamados bantustanes. Esos reyezuelos se convertían en colaboracionistas de Sudáfrica, y a su vez servían al régimen colonial para exhibir cuán corruptos y bárbaros eran esos guetos nativos incapaces de gobernarse.
Cualquier evento público que intente situar al mismo nivel a opresores y oprimidos, al violador y la víctima, es ilegítimo.
Pero, al margen de estos palestinos captados por Israel, el protagonista del acto era el líder colono israelí Yossi Dagan: una especie de alcalde de 35 colonias y centros industriales ilegales en el norte de Cisjordania. A su vez, es responsable de una organización israelí que impulsa abiertamente a construir más colonias, y por tanto, es un sujeto inductor en la comisión de más crímenes contra la legalidad internacional. Además, se esfuerza en atraer a multinacionales para que desarrollen su actividad económica en las colonias, lo que es igualmente ilegal, pero encuentra complicidades, como hace un año en su reunión con Airbnb. La ONU está elaborando una lista negra de empresas internacionales que operan en las colonias israelíes, y serán amenazadas por sanciones y boicot.
En un territorio palestino destrozado por la invasión militar de Israel y su apartheid, miles de palestinas y palestinos son explotados laboralmente en estas colonias fuera de la ley y sus factorías. Trabajan diez horas al día con media hora de descanso por unos 750€ al mes (la mitad que un trabajador israelí), sin cotización de pensiones o retribución en caso de enfermedad y sin vacaciones pagadas. Por este motivo las trabajadoras palestinas han iniciado huelgas y protestas precisamente en estos días. Mientras tanto en el acto, uno de los ponentes, el empresario israelí Moshe Lev-Ran, se jactaba de que “a mis palestinos les doy trabajo y comida”, rememorando los discursos de las plantaciones de algodón y los esclavos que las trabajaban. Todo ello bajo un disfraz de “lugares de encuentro y coexistencia entre palestinos e israelíes”.
Llevamos años comprobando cómo la normalización y la tolerancia del discurso fascista consigue hacer crecer el fascismo. No importa lo reducida que sea la audiencia como en este acto: este discurso debe ser combatido. La extrema gravedad de hacer apología de crímenes de guerra y de vulneración de la legalidad internacional debería motivar la cancelación del acto por orden judicial. Dado que no ocurrió así, activistas por los derechos humanos en Palestina asumimos el boicot activo del engendro. En todo el mundo van creciendo las acciones de rechazo activo a los eventos propagandistas de Israel en los que busca enmascarar o justificar sus crímenes y su desacato a la legalidad.
Los regímenes que desafían la legalidad internacional y los Derechos Humanos deben ser conducidos a su cumplimiento por la presión internacional como se hizo con el Boicot al régimen de Sudáfrica durante el apartheid.
El creciente movimiento por el Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS) busca que Israel acate solamente tres puntos de la legalidad internacional: 1) el retorno de todos los refugiados a sus lugares y hogares en Palestina, 2) el fin de la ocupación militar y desmantelamiento del muro y 3) el fin de la discriminación legal y diferente sistema jurídico.
Inspirándose en el Boicot a Sudáfrica, el BDS a Israel va dirigido contra el régimen colonial de Tel Aviv, no contra las personas que viven en el territorio, sean judías, cristianas, musulmanas o ateas. Igual que millones de personas blancas en todo el mundo apoyaban el Boicot al régimen supremacista blanco de Sudáfrica, cuarenta organizaciones judías de todo el mundo, judíos supervivientes del Holocausto y millones de personas judías y no judías, e instituciones públicas y privadas apoyan el Boicot al régimen de Israel.
El Boicot a Israel y a su propaganda sigue creciendo a pesar de los esfuerzos del gobierno de Tel Aviv de acusar de antisemita o judeófobo al Boicot, incluso contratando publicidad en Google que aparecía en medios de comunicación digitales españoles. Esto ha convertido a estos medios -voluntaria o involuntariamente- en altavoces de las vulneraciones a la legalidad internacional.
Frente a las despreciables e ilegales “Islas de paz”, lo que hace falta es una completa paz con justicia en toda la Palestina histórica, del río Jordán al mar Mediterráneo, que incluye las partes llamadas Israel, Gaza o Cisjordania. En todo ese territorio la Paz es que Israel acate la legalidad internacional y las resoluciones de la ONU, y se alcance la igualdad de derechos para cristianos, musulmanes, judíos o ateos, palestinos o israelíes.
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