Opinión · Otras miradas
Para recuperar la vida y la dignidad
Histórico dirigente anarcosindicalista y luchador antifranquista
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Algunas personas mayores, sometidas como el resto de la población al confinamiento impuesto, se habían propuesto volver a las calles el 15 de este mes de mayo, por considerar necesario dar un aldabonazo para despertar las conciencias y alertarlas sobre la inaudita situación que estábamos viviendo en aquellos momentos, principios de abril, y que aún estamos viviendo hoy.
Entonces, cuando comenzaron a movilizarse, lo justificaban la masacre de mayores y ancianos (unos 18.000 muertos) en residencias; el desbordamiento de los servicios sanitarios saqueados por el duopolio dinástico hegemónico; las insuficiencias del Gobierno de coalición en la gestión de la crisis; el abnegado trabajo de los profesionales de la medicina pública, inmolados (más de 45.000 infectados, el 75% mujeres) por la covid-19 y la cleptocracia dirigente; y, en último y no menor término, la creciente resignación con que buena parte de la población estaba aceptando el confinamiento. Esa “nueva normalidad que nos devolvía al papel de súbitos, comprometiendo la existencia autónoma de la sociedad civil, verdadera titular de la democracia”.
Esas personas mayores eran conscientes del riesgo que suponía –en lo personal y en lo social– enfrentarse a la represión de la ley mordaza con que hoy se blinda el estado de alarma, y a la incomprensión de una parte de la gente que podía interpretar esa convocatoria como gratuita, alocada y extemporánea. Pese a ello, consideraron que los dramáticos efectos provocados por la emergencia sanitaria entre los ciudadanos justificaban la convocación de dicho acto como una exigencia moral.
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Su decisión era ir lo más lejos posible en esa manifestación; pero, pocos días antes de esa fecha, la desconvocaron por considerar que, “ante todo y por encima de todo está la protección de la vida y la salud de las personas, y que a día de hoy Madrid y Barcelona siguen siendo los principales focos de la covid-19, lo que impide a ambas ciudades pasar a la fase 1 de desescalada”. Pero también porque, al haber prohibido el Tribunal Constitucional manifestarse el 1º de Mayo, no querían ser kamikazes ni camuflarse de Capitán Araña. Dado que solo buscaban “estimular la autoestima y la resiliencia en torno al manifiesto Cambiar el mundo, recuperar la vida, para alcanzar una suerte de óptima inmunidad de grupo entre la comunidad. Sin aspirar a pastorear nada. Desde la espontaneidad orgullosa, sin los consabidos fulanismos de líderes, personalidades, partidos o sindicatos”.
Además de justificarse también la desconvocatoria por el hecho de que “el estado de alarma en vigor, al limitar de forma drástica la movilidad, imposibilita el acceso a la Puerta del Sol y la Plaça de Catalunya de parte de la población”. Y, sobre todo, porque la última prórroga del estado de alarma, al concitar solo “la oposición de un popurrí partidista formado por grupos catalanistas y los ultras de Vox y Foro Asturias”, podía confundir su protesta y hacer que ésta “se interpretara en las antípodas de su motivación original”.
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Es por todas esas razones, que justificaron la desconvocatoria de ese acto, que algunas de esas personas mayores consideramos necesario ahora dar continuidad a esa iniciativa llamando a proseguir, con el espíritu contestatario del 15M, la movilización de las conciencias de cuantos y cuantas coincidan en el rechazo de la vuelta a la normalidad de antes y comenzar a cambiar el Mundo para convertir en prioridad y conseguir:
“Que las personas todas, sin denominación de origen, sean la medida de todas las cosas. Para que la salud sea un derecho positivo inalienable en el marco de una Sanidad con mayúscula, pública, gratuita, universal, competente y dotada. Para que la crisis económica derivada del impacto de la epidemiológica no se convierta en otra pandemia social. Para que los derechos y libertades sean los valores insoslayables que informen una democracia que haga honor a su nombre. Para que los cuidados y los respetos de tod@s y para tod@s sea la ley suprema de la comunidad. Para que las generaciones futuras no hereden un planeta devastado por la codicia de imperativas empresariales, financieras, comerciales o estatales. Para que ningún ser humano sufra violencia o carezca de lo necesario. Sencillamente: para que podamos mirarnos al espejo sin avergonzarnos”.
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Convocamos pues, a cuantos y cuantas compartan esta urgencia de recuperar la Vida y la Dignidad, a seguir luchando por cambiar el Mundo rechazando la vuelta a la normalidad de antes. A esa normalidad responsable a día de hoy de 5.544.490 contaminados y 307.840 muertes en el Mundo. Además de amenazar a la humanidad con una catástrofe social y medioambiental que pone en peligro su propia supervivencia.
Para recuperar la vida y la dignidad, cambiemos el mundo.
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