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Opinión · Otras miradas

La cultura: de la soledad a la esperanza

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Puerta del Gran Teatre del Liceu Barcelona. E.P./David Zorrakino

Hace ya dos meses y medio que comenzó el confinamiento y la crisis volvió a nuestras vidas. O volvió a la de algunos, porque para el sector de la cultura en nuestro país la crisis es una manera de vivir desde hace ya demasiados años.

El sector vive en una situación de precariedad e inestabilidad desde hace años, denunciando la profunda incomprensión que tiene quien gestiona lo público de las dinámicas propias de la cultura. La sensación de soledad, invisibilidad y abandono han ido creciendo con el paso de los años. Titiriteros y saltimbanquis solo han servido para que políticos y allegados se hiciesen fotos curiosas vendiendo las maravillas de la Marca España.

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Llegó la COVID-19 y la incertidumbre, cuando no angustia, sobre el futuro. La crisis se hizo transversal y universal, afectando no solo a las clases populares, sino al conjunto de la sociedad. Pero la cultura, acostumbrada a remar su maltrecha piragua en medio del temporal hizo –aun confinada– lo que hace siempre: crear. Teatro en Zoom, poesía en Twitter, conciertos en los balcones y cine en Instagram.

Desde hace algunas semanas empieza a resonar un nuevo himno: ‘La cultura nos salva’. Vaya, ¡gracias! Por cuidar y reconocer a quien sigue creando con tanto esfuerzo. Agradecer siempre está muy bien y más vale tarde que nunca. Pero los días se suceden, uno tras otro. Y la cultura, que hay que recordar que se confinó la primera, sigue sin poder soñar con una normalidad, nueva o vieja.

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Pero esta vez algunas cosas se están haciendo de una manera diferente. Si bien es cierto que las medidas llegaron tarde, lo han hecho gracias como siempre a la presión del sector, que se movilizó y salió ante la parálisis institucional.

El Gobierno de coalición progresista se ha centrado en dos ejes: por un lado, tomar medidas específicas para el sector y por el otro, un diálogo fluido con las asociaciones, entidades, empresas y sindicatos del mundo de la cultura. Se generaron propuestas que no eran del todo viables, pero no han descansado hasta poder conseguir ampliaciones y cambios que realmente lleguen a quien más los necesita. Y se han llevado a cabo gracias a las demandas de sector.

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Obviamente, lo conseguido hasta ahora no alcanza a la totalidad de necesidades de un sector que lleva décadas de desfase. Pero para llegar al cielo hay que subir el primer escalón. Y observamos que este gobierno tiene la voluntad, tímida pero tenaz, de comenzar a trabajar no solo para, sino también con nosotros y nosotras.

Para la cultura, esta crisis ha sido, es y será muy dura, aunque como dice el dicho, ‘para hacer malabares ya esté el payaso acostumbrado’. Se ve aparecer un rayo de luz. Ha quedado patente con este virus maldito que no podemos seguir así. Esto nos permite abrir un espacio de reflexión y comunicación para cambiar el modelo de políticas culturales que se han llevado a cabo en este país durante las últimas décadas. Un espacio para dar a entender en qué consiste el trabajo de la cultura.

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Igual que entendemos que es urgente hacer medidas a muy corto plazo para salvar a quien nos enriquece con la cultura, debemos plantear qué políticas culturales son imprescindibles. Asumir de una vez que somos parte de los cambios es ahora más vital que nunca.

El modelo cultural que nos han impuesto ha permitido reforzar a la industria a la vez que propagaba una precariedad llevada incluso a la esclavitud para los y las trabajadoras culturales. Es importante empezar a cambiar el concepto de lo que es la cultura. La sociedad no puede seguir creyendo que la cultura se hace sola y que su consumo es gratuito sin hacer una valoración real de todo el trabajo diario que conlleva el generarla.

La cultura debe ser un derecho fundamental y garantizarse el acceso a todas las personas, pero no hacerse a costa de la precariedad de un sector ya de por sí bastante inestable. Y con esto debemos pensar en que medidas trabajar para que sea beneficioso al conjunto de la ciudadanía.

Por ello, nuestra apuesta es clara. Debemos implantar cuanto antes el cheque cultural, apostar firmemente por los y las creadoras, ampliar los recursos económicos y tener voluntad política real para que el sector cultural y la ciudadanía tenga lo que merece: un salario digno y garantías de acceso a la cultura.

Quedan muchas luchas por ganar y muchas brechas que abrir: el Estatuto del Artista nos va a permitir asentar medidas concretas que actualmente no están contempladas; la Ley de Mecenazgo, que tenemos entre todas la responsabilidad de materializar; un censo real de los y las trabajadoras de la cultura; y que la televisión cumpla con su función de servicio público garantizando la difusión, promoción y compra de material generado por nuestros creadores y creadoras.

No será fácil, pero creemos firmemente que sin cultura no hay educación, democracia ni participación. Mil veces nos han dicho que no se podía y hemos demostrado que sí, sí se puede.

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