Opinión · Otras miradas
Los dilemas de Syriza y las esperanzas de los de abajo
GiraldoAsesor parlamentario de la delegación de Izquierda Plural en el Parlamento Europeo
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Pedro Chaves Giraldo
Asesor parlamentario de la delegación de Izquierda Plural en el Parlamento Europeo
Un dato publicado anteayer por Oxfam da idea del mundo miserable en el que vivimos y en el que pretenden condenarnos a seguir viviendo: en 2014, el 1% más rico del planeta poseía el 48% de la riqueza mundial. El 52% de la riqueza se reparte entre el 99% restante. Pero en realidad las desigualdades son también muy importantes en ese 99%, de manera que, realmente, el 80% de la población solo posee un 5,5% de la riqueza mundial. De seguir la tendencia actual, en solo dos años el 1% más rico del planeta acaparará más riqueza que el 99% restante.
Algunas sociedades han padecido con particular intensidad los efectos de las políticas que han hecho posible que la crisis económica se esté convirtiendo en muchos lugares en una crisis de esperanza y de futuro. Una crisis que ha generado la convicción de que las medidas de austeridad no obedecen a una respuesta circunstancial, que la austeridad no es un accidente ineludible para mejorar, mañana, nuestra situación. La austeridad es la hoja de ruta de las clases dominantes para nuestras sociedades para los próximos decenios. Las políticas de sufrimiento impuestas han venido para quedarse.
Pero la gestión de la crisis económica en el Sur ha resultado tan brutal y con un impacto tan desmedido en las vidas de las gentes que ha producido respuestas sociales contundentes en casi todos estos países: Grecia, Portugal, España… A esto se ha sumado que la narración dominante de la crisis ha tendido a culpar a las propias poblaciones por su situación. De manera que en un corto período de tiempo hemos visto y oído como las clases dominante incrementaban su riqueza y mejoraban sustancialmente sus posiciones económicas y de poder a costa de una mayoría de la población convertida en culpable y rehén de su propia pobreza.
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En los países del sur de Europa hemos visto y padecido políticas públicas que bajo la excusa de: no se puede hacer otra cosa, han diezmado los derechos sociales y políticos y han triturado la vida cotidiana de millones de personas y empujado a otras tantas al exilio económico. Y, lo cierto es que contrastadas con sus expectativas, el conjunto de las medidas se están saldando con un rotundo fracaso, incapaces de revertir la dinámica de hundimiento de la economía y elevada deuda pública. El caso griego es ejemplar en este sentido.
La deuda griega, que representaba el 113 % del PIB en 2009 antes del estallido de la crisis en el país y la intervención de la Troika, que posee 4 / 5 partes de esa deuda, pasó al 175 % del PIB en 2014. A partir de 2010 y hasta 2012 los créditos concedidos por la Troika a Grecia sirvieron en gran parte para reembolsar a los acreedores durante ese período, a saber, los bancos comerciales de las principales economías de la UE, comenzando por las entidades alemanas y francesas.
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Los bancos comerciales europeos aumentaron con intensidad sus créditos a Grecia entre finales de 2005 y 2009 (los créditos se incrementaron en más de 60 mil millones de euros, pasando de 80 mil millones a 140 mil millones) sin evaluar adecuadamente los riesgos y la capacidad real de Grecia para devolverlos. Los bancos actuaron de manera irresponsable, convencidos de que las autoridades europeas vendrían en su auxilio en caso de problemas. Como así ha sido.
En el caso griego, además, a la gestión calamitosa de la crisis y una narración asumida por una coalición de fuerzas que ha devastado las fuentes de legitimidad del poder público, se suma el deterioro del modelo político y económico salido de la transición griega. La crisis del bipartidismo en Grecia tiene perfiles muy similares a las de nuestro país y por parecidas razones.
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El surgimiento y crecimiento de Syriza no es explicable solamente por su capacidad para haber sabido representar el malestar social producido por la gestión de la crisis económica y el deseo de cambiar las cosas de una buena parte de la población griega.
A esto habría que sumar la condición de partido fuera del sistema político y de representación salido de la transición griega; y su capacidad para haber generado un nuevo modelo de articulación de intereses alrededor de una movilización social histórica en Grecia y la aplicación de métodos y estrategias salidos de las fábricas de ideas de lo social crítico en este país.
Estos argumentos redundan en la idea de que estos partidos (como Podemos en España) han venido para quedarse y no son, sin más, el resultado del malestar producido por la crisis. Representan un nuevo posicionamiento político en la realidad creada por tres décadas de políticas neoliberales. Y son también la expresión de una recomposición política que ha subvertido los ejes tradicionales de representación.
La esperanza es un importante recurso de movilización y de credibilidad y es, también, un exigente punto de partida para la Coalición de Izquierdas Radical. En este punto, lo que Syriza pueda hacer o no y hasta qué punto cumpla o pueda cumplir las expectativas, realmente, se convertirá en una referencia para otros posibles cambios políticos en curso, entre ellos el caso español. Este factor de “ejemplo” no hará las cosas más fáciles al partido griego, si no bastante más difíciles. El 80% de la deuda griega está en manos de la troika lo que convierte la discusión sobre su futuro en una decisión fundamentalmente política.
Comparto por completo lo que afirma uno de los economistas griegos más prestigiosos y próximo a Syriza: Yanis Varoufakis, “la amenaza a un gobierno de Syriza no vendrá de los mercados. Recordemos que Grecia está en bancarrota y no pide prestado a inversores privados. Y cuando no pides prestado, no te preocupas de las tasas de interés! No, la amenaza viene para Syirza del BCE, de la UE y de Berlín”.
Hay un riesgo real de que la troika pueda declarar la inviabilidad del sistema bancario griego y que esta amenaza y sus consecuencias graviten sobre una negociación de la reestructuración de la deuda propuesta por Syriza.
Hay tres elementos importantes en las propuestas de Syriza a considerar:
En primer lugar el hecho de que sus propuestas tratan de mantenerse dentro de los Tratados europeos, usando prerrogativas no usadas y ampliando el espacio de interpretación de otras cuestiones. Por ejemplo, respecto al papel del BCE en dos propuestas singulares: la conversión de bonos nacionales de alto riesgo en bonos europeos en determinadas condiciones; y en usar la capacidad del BCE para comprar bonos del Banco Europeo de Inversiones con el propósito de financiar un programa de recuperación europeo promovido mediante inversiones.
Syriza NO propone la salida del euro. Aunque defiende que en las condiciones económicas de Grecia, ésta no debería nunca haber entrado en la moneda única, cree y defiende que salir de ella causaría ingentes daños a todo el mundo. Aunque piensa que la estrategia económica actual camina hacia el desmantelamiento de la eurozona y que su salvación solo es posible a partir de un New Deal europeo.
La propuesta sobre la deuda está basada en un compromiso político. Yanis Milos, economista jefe de Syriza defiende la inviabilidad de la deuda griega, esto es, el hecho de que No se puede pagar. Su propuesta pasa por repetir para Grecia lo que ya en su momento se hizo para Alemania en 1953:
- Una quita importante de la deuda viva existente junto a la ampliación de los períodos de amortización de la misma.
- El pago del resto condicionado al cumplimiento de objetivos de crecimiento económico y a tasas de interés estables para todo el período de pago.
Y una tercera medida: es que el BCE se convierta en prestamista en última instancia con el fin de garantizar una parte de la deuda griega.
El conjunto de las tres propuestas sitúa la negociación en el terreno de la política y no de los mercados. Es decir, el éxito o no de las propuestas de Syriza depende en este caso de la voluntad política de la otra parte: la Troika. En estas condiciones las posibilidades de negociación dependerán de factores como la movilización social en Grecia en apoyo de este modelo de negociación y la creación de una coalición de estados que se solidaricen con este país y que incluya algunos estados influyentes en la UE.
A fecha de hoy las encuestas señalan el apoyo masivo de la sociedad griega a su mantenimiento en la zona euro. Por eso las amenazas abiertas de las instituciones internacionales indicando a Syriza que no es pensable compatibilizar la renegociación del memorándum y el mantenimiento en la zona euro. Alemania, el FIM y la Comisión han indicado la puerta de salida del euro a Grecia.
El segundo elemento de esa ecuación pasa por el apoyo decidido de algunos países significativos. Podría pensarse en una coalición de países del Sur que se sumase a la oportunidad que la victoria de Syriza ofrece para renegociar los procesos de gobernanza económico aprobados durante la crisis económica. Pero considerando las coaliciones políticas que gobiernan hoy en los países del Sur no parece una expectativa muy realista.
Un último elemento que puede disminuir aún más el margen de maniobra de Syriza es el resultado electoral mismo. Solo una mayoría absoluta podría ofrecerle el espacio político para una negociación desde condiciones de legitimidad incuestionables.
Queda por decir que la condición política de esta negociación será también un tributo a la reconstrucción o no de la legitimidad de las instituciones europeas. El saldo de este proceso negociador tendrá enormes repercusiones sobre el deteriorado y frágil imaginario político que sigue sosteniendo el edificio europeo.
La nave de Syriza navega, como Ulises, entre Escila y Caribdis, entre las esperanzas de la población griega de que las cosas puedan cambiar y la realidad de un margen de maniobra reducido y condicionado. Pero el hecho de que hayan llegado hasta este punto es todo un éxito de la esperanza y los deseos de cambio.
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