Opinión · Otras miradas
Moción de supervivencia en Madrid
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“Todos”. No dijo muchos, bastantes o la mayoría, sino “todos los niños se van a contagiar a lo largo del curso”. Cuando dijo esto Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid (CAM), no estaba diciendo solo un disparate: seguramente estaba definiendo una estrategia ante el coronavirus. La misma a la que se apuntaron Trump, Bolsonaro y Johnson: la transmisión comunitaria para no detener la economía y alcanzar la conocida como “inmunidad de rebaño”. Es una estrategia fracasada que ha tenido un altísimo coste en vidas y que podrían tener mucho más. Los estudios de seroprevalencia en España [1] indicaron que solo tenía anticuerpos un 5% de la población (un 11% en Madrid), muy lejos del 50-60% que se considera umbral mínimo para la inmunidad de grupo. ¿Quiénes están dispuestos a multiplicar por 10 el número de muertes que ya ha habido para alcanzarla?
Pero todo tiene coherencia. Cuatro meses después del fin del estado de alarma, la CAM sigue sin contratar al personal sanitario necesario, no ha reforzado la Atención Primaria y ni siquiera ha sustituido las bajas por vacaciones este verano, no ha contratado a los rastreadores que le permitan controlar la situación. ¿Inutilidad en la gestión o política consciente de no invertir en salud y seguridad de la población? Ahora, eso sí, lo que se gaste en rastreadores o PCRs se hace contratando servicios privados (Quiron, Ribera Salud…).
En educación, hay que señalar que se sabía que el curso iba a comenzar en un contexto de epidemia. Aun así, en Madrid se planificó con las instrucciones de principio de curso como si no pasase nada. Ello suponía la supresión de aulas y de profesorado en la educación pública, con especial saña con el profesorado que atiende al alumnado con necesidades educativas [2]. Toda la preocupación de la administración madrileña era si podía transferir a los colegios concertados los recursos extraordinarios puestos a su disposición por el Gobierno central. Solo pocos días antes del arranque del curso, ante la alarma social existente y las convocatorias de movilizaciones, Ayuso se vio obligada a anunciar la contratación de 11.000 profesores más. Compromiso que, como tantos otros, no se ha cumplido y donde se intentarán meter los contratos de profesorado interino que se realizan todos los años.
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La falta de medidas de seguridad suficientes no les preocupa. Su estrategia es: abrir, facilitar la vida laboral de los padres de los alumnos y, en caso de rebrote, pasar a la educación online, aunque no la puedan seguir un tercio del alumnado y aumenten las desigualdades educativas y sociales. La tormenta está servida, si a esto le añadimos negacionismo, trabajadores precarios y en la economía sumergida que no pueden hacer cuarentena, y unos valores individualistas de no renunciar a nada aunque se propague el virus.
El hilo que une todo es colocar como máxima prioridad la economía y no la seguridad de la población. Aunque ello conlleve una transmisión comunitaria de Covid-19 pagando un alto tributo en muertes que se podrían evitar. Si solo se ponen limitaciones a las reuniones de personas en calles y casas, seguirán aumentando los contagios si hay barra libre en los transportes, trabajos y escuelas donde se rompe la fórmula de los “grupos burbuja” con la asignatura de religión, el transporte y los comedores. Se está notando ya esta política. Así, el número diario de contagios de Madrid es un tercio del total de España cuando solo tiene el 14 % de la población total. Y la tasa de positividad es del 19%, la mayor de España, cuando a partir del 10% se considera una situación muy complicada [3].
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La situación es muy grave por esta mezcla explosiva de estrategia suicida e inutilidad gestora que tiene Díaz Ayuso. Y la pregunta es ¿alguien puede pararlo?. Los únicos que lo intentan son el profesorado, los estudiantes y los médicos que han convocado movilizaciones. Si profesorado y médicos van a la huelga no es porque no quieran trabajar, sino porque quieren hacerlo en mejores condiciones de seguridad para todos. Y aquellos aplausos deberían convertirse en apoyo y solidaridad. Pero la respuesta de Díaz Ayuso no es reunirse para buscar soluciones, es considerarlas “innecesarias” y poner servicios mínimos tan abusivos que atentan contra derechos fundamentales.
El Gobierno central creo que comparte la estrategia de no volver a paralizar la economía pase lo que pase, y nos anima con anuncios sobre la proximidad de la vacuna que recuerdan el “Ya falta menos” que decimos los profesores a los alumnos cuando vamos de excursión y empiezan a quejarse de no alcanzar la meta. Tampoco parece que esté por la labor de presionar o intervenir en Madrid. Desde Sanidad no se obliga a cumplir las obligaciones de fortalecer la sanidad pública, contratación de rastreadores, etc. En Educación ha faltado valentía política para fijar una ratio máxima de alumnos y, a partir de ahí, organizar los espacios, los refuerzos de profesorado y resto del personal; y no se ha condicionado las ayudas económicas a la finalidad de combatir el virus, fortalecer la educación pública y asegurar la presencialidad.
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La oposición política en la CAM debería tronar en la Asamblea de Madrid, aunque tenga cuatro votos menos que el bloque de la derecha-ultraderecha. Denunciar la estrategia seguida por el gobierno, la total incompetencia de Ayuso, la complicidad de Ciudadanos con ella… La ciudadanía madrileña no les perdonará esta inacción. Reúnanse los tres partidos progresistas, pónganse de acuerdo, presenten ya una moción de censura, porque cuando vivir en Madrid tiene más peligro que en el resto de España, es una moción de supervivencia.
NOTAS:
[2]https://www.cuartopoder.es/ideas/2020/07/21/pura-doctrina-del-shock-en-educacion-agustin-moreno/
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