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Opinión · Otras miradas

Relatos y realidades o la salvaje detención de Ledezma

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Alejandro Fierro

Periodista español residente en Venezuela

La esposa de Antonio Ledezma, el alcalde metropolitano de Caracas detenido la pasada semana por el Servicio de Inteligencia, denunció que los agentes habían pegado a su marido. Sergio Contreras, director de Atención Ciudadana de la Alcaldía, declaró a un medio español que el regidor fue golpeado en el pecho y las costillas y se lo llevaron encapuchado. El diputado Richard Blanco, presente en el operativo, calificó como “salvaje” el trato. La líder opositora María Corina Machado aseguró que Ledezma fue sacado de su oficina con las manos esposadas. Otros testigos hablan de disparos.

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Un vídeo grabado por la propia Inteligencia, en un ejercicio de precaución informativa, demuestra que todo es falso. La secuencia completa, sin cortes ni edición, revela que no se empleó la fuerza. Ledezma salió por su propio pie, nadie lo golpeó ni fue encapuchado o esposado. Las tomas finales lo muestran en el exterior del edificio, con el rostro descubierto y las manos alzadas y separadas haciendo el signo de la victoria. No se escuchan disparos. El vídeo está disponible en Internet.

Con la excepción del sistema de comunicación público venezolano, ningún medio ha recogido estas imágenes. Tampoco han desmentido la evidente falsedad de malos tratos en la detención. Se incurre en dos malas praxis profesionales. En primer lugar, no se cumple el principio de equilibrio al no ofrecer la versión de ambas partes. Pero, lo que es más grave, se hurta a la audiencia un material informativo que refleja lo que realmente ocurrió.

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Conozco a muchos corresponsales en Venezuela. Son pocos los que aprueban esta manipulación ordenada desde las jefaturas de redacción de sus medios, a miles de kilómetros de Venezuela. Pero la mayoría obedece, obligada por la precariedad de la profesión en sus países, especialmente en España, donde la crisis ha dejado en paro a cerca de 12.000 periodistas, según el Informe Anual de la Profesión Periodística de 2014. Consciente de la debilidad de su posición, intento no entrar en una discusión que les incomoda y hasta les humilla. De vez en cuando asoma algún rasgo de dignidad laboral que me enternece, como esa redactora que escribe una y otra vez “Gobierno venezolano”, a pesar de que desde su periódico le exigen que ponga “régimen venezolano”.

Obviamente, en la edición final se publicará “régimen venezolano”, aunque nunca titularían “régimen español” o “régimen estadounidense”. Tampoco hablarán de la “policía política” de Rajoy o de Obama, cuando sus servicios de inteligencia detienen constantemente a personas por conspirar contra el sistema político, una figura penal que existe en todas las democracias del mundo y que ha sido ampliamente utilizada en España y Estados Unidos ante supuestos complots de corte comunista –en los tiempos de la Guerra Fría-, islamista o independentista. Sin embargo, en las páginas web de la prensa internacional sigue colgado el siguiente titular: “La policía política de Maduro detiene al alcalde de Caracas”.

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Otros periodistas llegan ya formateados El nuevo corresponsal de un importante periódico brasileño me aseguró que su intención era informar con absoluta objetividad. Acto seguido me asaltó con esta batería de preguntas: ¿Son limpias las elecciones? ¿Gobiernan los cubanos? ¿O quien realmente manda es el ejército? ¿Maduro entregará el poder si pierde? Nunca se le habría ocurrido hacer estas preguntas si hubiera sido enviado a Madrid o Washington.

Esta caracterización de Venezuela como una dictadura no habría tenido éxito sin el sentimiento colonialista que permea las autodenominadas sociedades avanzadas. El sentimiento de superioridad civilizatoria permite que la más burda manipulación sea creíble, incluso para los sectores progresistas. Latinoamérica es caos, desorganización, flojera, atraso, irresponsabilidad, tropicalismo, son bananeros, nada serios, mucha rumba y poco trabajo, un punto de ridículos, noveleros, incultos, supersticiosos, atávicos… Es en este marco de sentido donde se inscribe el relato de un gorila rojo que engañó al pueblo ignorante repartiendo petrodólares y ahora no pueden sacarse de encima a la criatura monstruosa que alimentaron con sus votos agradecidos. Es una historia que sólo puede ocurrir en el Tercer Mundo, jamás en Europa o Estados Unidos.

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Lógicamente, la defensa del chavismo penaliza electoralmente a cualquier partido político europeo. Por eso bombardean con preguntas sobre Venezuela a las nuevas formaciones rupturistas, en lugar de hablar sobre los graves problemas del Viejo Continente. Quieren llevarlos a ese terreno de juego, mientras que ellos tratan de distanciarse de una falsa polémica en la que tienen mucho que perder y nada que ganar. Conozco a varios de los líderes de esos partidos emergentes. Me consta su seriedad intelectual, su rigor académico y su capacidad de trabajo. Cuando un periodista semianalfabeto les pregunta sobre su vinculación con “la dictadura castrocomunista venezolana” detecto en ellos un gesto de hastío más que un silencio cínico. Estarían encantados de un debate serio o una entrevista en profundidad sobre Venezuela, los logros y errores de estos quince años, avances y retrocesos, lo que es exportable y lo que no funcionaría en otras latitudes, datos y estadísticas, perspectivas de futuro… Ningún medio les concedería esa oportunidad. La realidad no puede estropear el relato construido.

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