Opinión · Otras miradas
La nueva ley de educación o de la imposibilidad de ser 'mayor de edad'
Sociedad Aragonesa de Filosofía
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En 1784 el filósofo Immanuel Kant publicó un texto breve, pero fundamental para el desarrollo posterior de la sociedad occidental. El texto en cuestión fue publicado bajo el título ¿Qué es la Ilustración? Ante esta pregunta, el filósofo de Königsberg explicaba que la ilustración no era otra cosa que la liberación que permitía el pensar por uno mismo, ejercicio que compendió bajo el concepto de autonomía.
La autonomía implicaba el poder pensar sin agarrarse a la religión, a las tradiciones o a los lugares comunes haciendo así honor de nuestra condición de seres racionales, es decir, diremos acorde a los descubrimientos antropológicos (que obviamente Kant ignoraba), de constituirnos como Homo Sapiens Sapiens. Es por ello que, para Kant, el lema de la ilustración se abanderaba con la locución latina Sapere Aude, que se traduce como ¡Atrévete a saber! Atrévete a saber por ti mismo. Solo así se podía lograr la mayoría de edad.
La mayoría de edad a la que Kant hace referencia es clave dentro de su concepción de lo político, porque es la llave que abre la puerta a la posibilidad de participar de la ciudadanía. Por ende, siguiendo a Kant, para ser ciudadano/a se debe ser primero mayor de edad, mayoría de edad que no se alcanza al cumplir por ejemplo, como en el caso de España, 18 años, sino que solamente se logra una vez que somos intelectualmente independientes.
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Seguramente nos es conocida la obra de Kant La crítica de la razón pura. En esta obra, la más famosa del filósofo, Kant se propone comprender los límites de nuestra razón y para ello hace un estudio minucioso de la misma. Sin embargo, el objetivo de comprender los límites de la razón no tiene que ver con un estudio anatómico de la mente humana ni tampoco tiene un objetivo cientificista, por el contrario, lo que Kant pretende es comprender si es posible sistematizar a un nivel racional la ley moral. La obra de Kant gira en torno a la ética siendo su Crítica de la razón práctica la piedra de toque desde donde se levanta su sistema teórico.
En este sentido, la crítica que Kant propone no solo debe dirigirse a la ciencia, a la medicina, a la técnica sino que fundamentalmente, como seres racionales, debemos comprender y reflexionar de forma crítica en relación al comportamiento moral.
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Si atendemos a la nueva propuesta de ley de educación, efectivamente esta no da la espalda a la Ilustración que Kant propone. Muy al contrario, uno de sus principales objetivos, tal como muestra el borrador, es lograr la autonomía y promover la reflexión crítica de nuestro alumnado. Así mismo, la LOMLOE se hace cargo de que el espíritu crítico y la reflexión no solo deben dirigirse al dominio científico-técnico, sino que también, y fundamentalmente, debe dirigirse al dominio de la práctica. Este ámbito práctico se corresponde con la ética y la política. Así lo afirma cuando se propone como objetivo el que el alumnado conozca sus derechos y deberes, que se forme en los valores éticos acordes a una sociedad plural, igualitaria y democrática. Sin embargo, su propuesta no es más que una paradoja, mera retórica, cuando nos percatamos de que se ha sacado del currículo las materias que justamente permitirían lograr este objetivo: la ética, la educación para la ciudadanía y la filosofía.
No existe en toda la etapa de la ESO una asignatura que eduque al alumnado éticamente, que le acerque a temas de actualidad sobre los que discutir y debatir, fomentando con ello ese pensamiento crítico que desde la LOMLOE se quiere alcanzar. Verdaderamente no comprendemos cómo se alcanza este objetivo si se suprime la disciplina específica encargada de ello. Solo podemos pensar, como decíamos anteriormente, que no es más que mera retórica.
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Es por ello que consideramos que la nueva LOMLOE tiene en cuenta el legado de Kant, pero a medias. Siguiendo el modelo de gobiernos anteriores, el gobierno actual reduce el espíritu crítico una vez más al ámbito científico- técnico excluyendo a las humanidades de esa ecuación.
Nuestro alumnado que no llegue a Bachillerato se habrá formado muy bien como especialista, como trabajador, como investigador, pero no sabrá nada de ética, no se habrá formado como ciudadano o ciudadana, no sabrá que el progreso moral es clave para posibilitar el progreso científico. No puede haber un gobierno progresista que no entienda que el progreso debe serlo también en sentido moral.
Dejar de lado la filosofía y las humanidades en un mundo en el que no comprendemos las máquinas que creamos, pero con las que convivimos diariamente, estructurado y dirigido por algoritmos, con un avance imparable de la robótica, con la posesión por parte de muchos países de armas químicas y atómicas, viviendo en sociedades multiculturales donde las fronteras se blindan ante los derechos degradados de los migrantes, sociedades globales cada día más desiguales y con la destrucción del clima como horizonte, ¿podemos dejar de educar en valores a nuestro alumnado? ¿Podemos prescindir de la ética y negarnos una formación humanista? Esta ley parece responder a estas cuestiones de manera afirmativa.
La ética es una disciplina en sí misma y no puede reducirse a un mero valor transversal como esta nueva ley de educación pretende. ¿Por qué no hacer de la matemática o de la tecnología un contenido transversal que pueda darse desde otras materias como historia, música o educación física? Parece una broma nuestra propuesta, sin embargo, eso es justamente lo que la LOMLOE propone para toda una disciplina como es la ética y la filosofía.
Un plan acorde a esta visión solo puede entenderse bajo la errónea creencia de que las ciencias son más importantes que las humanidades. El siglo XXI debe ser el siglo del progreso ético como respuesta a un mundo maquinizado y deshumanizado.
Lamentablemente no es nueva ni originaria nuestra reivindicación por educar a nuestra ciudadanía en valores democráticos y despertar en sus mentes el pensamiento crítico, autónomo y reflexivo. Por desgracia es una lucha que lleva abierta desde que la filosofía nació en Grecia, hecho que se muestra claramente en la condena y muerte de Sócrates.
El propio Kant trataba este problema en 1798 en su obra El conflicto de las facultades donde ponía de relevancia la importancia de la facultad de filosofía y trataba de ponerla al mismo nivel que el resto facultades, en concreto con la facultad de derecho, medicina y teología. En época de Kant la facultad de filosofía era considerada como una universidad menor y sus saberes eran entendidos como algo sin importancia. Esta minusvaloración de la filosofía venía de la mano del imperativo religioso que dominaba aún el siglo XVIII. Que siga ocurriendo lo mismo bajo condiciones históricas diferentes como las actuales deberían llevarnos a que nos preguntemos por cuáles son ahora los intereses por los que la filosofía y su crítica debe seguir silenciada.
A día de hoy, seguimos sin comprender la importancia de la educación filosófica, seguimos inmersos en ese conflicto de facultades del que Kant se hacía eco en el siglo XVIII. En pleno sigo XXI seguimos sin comprender que nuestro alumnado necesita no solo certidumbres y conocimientos objetivos, sino que también debe aprender a poner en duda la realidad y valorar la reflexión ética que le acompañará a lo largo de su vida y le formará como parte de una ciudadanía crítica y democrática.
Si este gobierno no recapacita, una vez más la tradición ilustrada desde la que se ha impulsado el afán de educar será quebrada. Sacar del currículo de la ESO la ética, la filosofía y la educación para la ciudadanía es negar a nuestro alumnado la posibilidad de alcanzar la mayoría de edad y con ello la condición ciudadana. Sin duda, esta falta de formación ética afectará al conjunto de nuestra sociedad no solo en el presente, sino también en el futuro.
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