Opinión · Otras miradas
El supremacismo organizado y financiado
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En septiembre de 2020, Seguridad Nacional reconoció que el supremacismo blanco era la amenaza “más persistente y letal” en los Estados Unidos. Sus ataques realizados y amenazas terroristas en redes sociales siguen ahí. Lo que ha ocurrido con el asalto del Capitolio y el intento del golpe de Estado no es fruto de una minoría ni de una casualidad. Hoy se confirma que Biden será definitivamente presidente de los Estados Unidos pero el daño que el trumpismo deja en la democracia tardará en recuperarse, si es que se consigue. Que Trump abandone la Casa Blanca no significa que desaparezcan sus ideas, sino que estas permanecen en una base electoral muy sólida que mantienen al país dividido. Y a esta situación no se llega de la noche a la mañana sino que se consigue con una dosis justa de pensamiento reaccionario que día tras día cala en la sociedad, con un abandono de derechos sociales. La propaganda de estas ideas no terminará. Steve Bannon, asesor de Trump, seguirá detrás echando leña al fuego con discursos que atacarán los derechos más elementales. Bannon, el mismo que asesoró en España a Vox y a otros partidos de ultraderecha en Europa para avanzar posiciones.
El uno de octubre pasado, los medios de comunicación se hacían eco de cómo Trump rechazaba condenar al supremacismo blanco. Y los expertos ya advertían de que el hecho de que Trump los alentase podría tener horribles consecuencias, porque “las milicias armadas de derecha que apoyan a Trump ya han traído violencia y miedo a las ciudades de todo el país a raíz de las protestas contra el racismo”, apuntaba The Guardian. Un presidente que diversos estudios académicos demuestran cómo sus políticas y retórica articulaban un nacionalismo ciego a la raza.
Si pudiéramos hacer una visión desde arriba de lo que ocurre veríamos que esto supera al grupo que ayer entró en el Capitolio, sino que hay una organización que se teje sutilmente, que se enlaza con organizaciones, entre una población descontenta que abraza el mensaje populista y convierte en figuras mesiánicas a sus dirigentes. Y la organización parte de todas clases sociales, desde las asociaciones más locales y pequeñas y aisladas a conferencias y cenas encabezadas por The Movement, con sede en Bruselas y creada por Bannon para articular las ultraderechas europeas y conseguir una "revolución populista". Por debajo de ella, en esa red, están esas pequeñas asociaciones que contribuyen a que esas ideas germinen. Pagan pequeñas cuotas y pegan puerta por puerta para convencer de la amenaza del “socialismo y el comunismo” en una figura como Biden.
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Ya en 2017, el Instituto Español de Informes Estratégicos explicaba cómo tras la victoria de Barack Obama y la recesión económica brotaron grupos de extrema derecha que centran “su discurso político en la inmigración, con preocupaciones como la baja fertilidad de las mujeres blancas”... ¿Recuerdan qué temas fueron punta de lanza en nuestras dos últimas campañas electorales en España? Inmigración (con la estigmatización de los menores no acompañados) y de nuevo el tema de la natalidad y el aborto. Las estrategias no son muy diferentes. La Southern Poverty Law Center lleva trabajando en un listado sobre organizaciones supremacistas, con un registro de casi mil asociaciones. Todas, con un mensaje racista, homófobo y machista. Y, aunque sean machistas, estas organizaciones también están encabezadas por mujeres, porque recordemos que nacer mujer no te convierte en feminista. Asociaciones que no tienen nada de logísticas complicadas, en un país con más armas que ciudadanos. Asociaciones que buscan personas que lo están pasando mal en muchas ocasiones y que empiezan a ocupar un espacio con un mensaje que les da alas, entre reuniones de salitas de café, pequeñas manifestaciones en la que se sienten realizados liderando, y pequeñas cuotas con las que creen salvar a la nación.
Lamentablemente, esta lista de la Southern Poverty Law Center no contempla los grupos que se organizan en las redes sociales. Ayer Facebook y Twitter cancelaron vídeos o las cuentas de Trump. Quizás, si se hubiese actuado antes, se hubiese evitado no solo el asalto al Capitolio y la puesta en peligro de la democracia. Y lo mismo, supongo, estarían diciendo algunos medios de comunicación que han blanqueado constantemente, en una falsa equidistancia, las declaraciones de Trump y las de la ultraderecha en toda Europa. Quizás si todos los miembros del Partido Republicano hubiesen sido contundentes desde el principio en condenar las palabras de Trump no se hubiese dado un margen para alimentar esta reacción. Eso es lo que ocurre cuando se mezcla derecha y ultraderecha, y por eso es tan importante que la derecha se aleje de ese discurso nacionalista y supremacista. A Merkel no le tiembla el pulso con eso.
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La verdadera preocupación reside en si este ataque, finalmente, servirá de lección ante toda Europa para abrir los ojos. Y, sobre todo, una vez que has mentido, una vez que has creado falsas esperanzas, una vez que has alimentado y convencido de conspiraciones, una vez que has usado una pandemia para politizar desde las mascarillas hasta la vacunación, una vez que has convencido de que la inmigración es una amenaza y las feministas feminazis, una vez que has dado vida a teorías negacionistas, una vez que has impulsado redes de compañerismo y amistad en asociaciones donde quien no cumpla después de esto será señalado de traición… ¿cómo eliminar todas esas ideas de la cabeza de aquella población que las ha abrazado y apoyado? Entre ellas, cientos de personas jóvenes, sin apenas futuro ni perspectiva en un capitalismo agonizante sin oportunidades, con un estado del bienestar mermado. ¿Cómo convencer a esa joven de Arkansas o ese joven de Texas que le mintieron, que no hay amenazas y que están equivocados? ¿Cómo convencer a la juventud de Europa que recibe estas ideas? ¿A la juventud de tu barrio, a tu hijo, a tu amiga? ¿Cómo convencerles de lo contrario? Políticos, redes sociales y medios de comunicación llegaron tarde.
Estas estrategias, estas retóricas, esas pequeñas asociaciones… no son sólo cosa de Estados Unidos. Están aquí ya, en parte de nuestro barrios, en nuestras instituciones, en nuestra política, en nuestros parlamentos. La “posverdad es el prefascismo”, decía Timothy Snyder. No hay más ciego que quien no quiere ver. Y me temo que a pesar de lo que hemos visto en Estados Unidos, no cambiarán las cosas ni aprendemos lecciones.
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