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Opinión · Otras miradas

De cómo un famoso actor intentó cerrar 'CTXT'

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Antonio Resines, en una imagen de archivo. — EFE

Resines dimitió en 2016 de la presidencia de la Academia del Cine tras crear una empresa para gestionar los Goya a espaldas de su Junta Directiva. Nunca perdonó a 'Contexto' que lo contara.

Debían ser las 11 de la mañana del 9 de junio de 2016. Sonó el móvil y allí estaba la voz inconfundible de Antonio Resines. Bramando. “¡Os voy a cerrar esa mierda de web! Si no levantáis esa noticia ahora mismo os voy a meter una querella criminal”.

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La noche anterior, habíamos publicado una noticia que nos habían filtrado varios miembros de la Academia del Cine, institución que Resines presidía en aquel entonces. Actuando como dirigente de la entidad, el actor había creado una Agrupación de Interés Económico (AIE) dos semanas antes de los Premios Goya para gestionar los patrocinios de la gala, a espaldas de su junta directiva.

En CTXT sentíamos simpatía por Resines. Teníamos amigos comunes, sobre todo José Luis Cuerda, que era cofundador de la revista, así que aguantamos la bronca y tratamos de calmarlo, recordándole que el periodista que firmó la información había intentado hablar con él para que diera su versión, sin que él atendiera su llamada, y explicándole que teníamos toda la documentación que probaba que lo publicado era cierto.

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Las fuentes de la Academia que expresaban en la pieza su malestar por el secretismo de la operación nos habían facilitado la nota literal del Registro Mercantil, habíamos consultado los Estatutos de la Academia y de la propia AIE, habíamos preguntado a varios abogados por la ley que regula estas sociedades. Además, teníamos el orden del día de la asamblea de la Academia del 11 de junio, en la que los socios iban a pedir explicaciones sobre la empresa a Resines y a Porfirio Enríquez, entonces director general de la entidad y que había firmado con él la constitución de la AIE.

–Antonio, tu problema no somos nosotros, le dijimos. El problema lo tienes dentro, porque son los académicos quienes han filtrado el asunto.

Poco a poco, Resines se fue calmando, y el tono de prepotencia inicial mudó al victimismo. Acabó pidiendo por favor que borráramos la noticia. Le dijimos que eso era imposible, pero nos ofrecimos a modificar el titular que tanto le había molestado (“Resines ‘privatizó’ la Gala de los Goya y hay quien pide su cabeza por ello”) y a incluir su versión de los hechos en la pieza. Quedamos en que mandaría una rectificación y la publicaríamos.

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Esa fue la única conversación que tuvimos con Resines. Poco después, la jefa de prensa de la Academia nos mandó una nota de rectificación de 21 puntos. Cambiamos el titular y pactamos reducir a seis los 21 puntos iniciales, incluyendo el enlace a la versión de Resines en el subtítulo de la información.

Unas horas más tarde, la jefa de prensa comunicó al redactor que Resines exigía que publicáramos la réplica de la noticia por encima de la noticia: “Espero que el argumentario vaya delante de tu artículo o mañana habrá un problema muy grave”, decía su correo. Nos negamos cordialmente, explicándole que era física y metafísicamente imposible publicar una réplica a una noticia por encima de la noticia.

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La información inicial y la réplica del actor pasaron sin pena ni gloria por las redes sociales, con unas cifras de lectura ínfimas (no llegó a las 3.000 visitas). Pese al interés general de la noticia, CTXT era entonces un medio con poco tiempo de vida y una difusión reducida.

Unas semanas después, el 13 de julio, Resines dimitía como presidente de la Academia del Cine aduciendo “serias discrepancias con parte de la junta directiva que han imposibilitado en los últimos meses el trabajo diario de la terna presidencial en la institución”. Su sucesora, la figurinista Yvonne Blake, declaró: “Muchas veces Antonio [Resines] y el director general han hecho cosas por su cuenta sin consultar a la Junta y llevan cosas hechas sin que las supiésemos con antelación”.

En CTXT sabíamos que una de las desavenencias había sido la mala comunicación sobre la creación de la AIE para gestionar los Goya. De manera que volvimos a difundir la información en nuestras redes sociales. Otros periódicos, como El País, también hicieron mención a la empresa en la noticia sobre la dimisión de Resines. En ese artículo los autores recogían las declaraciones de varios académicos. “Le enfadó que lo de la AIE se filtrara a la prensa”, decía uno de ellos.

Apenas diez días más tarde, a finales de julio de 2016, sonó el timbre del domicilio que usábamos como redacción. El cartero traía seis copias de una querella criminal de Antonio Fernández Resines en la que reclamaba 600.000 euros de indemnización por injurias y lesiones a su honor. La demanda se dirigía contra Revista Contexto S.L, contra el director, contra el periodista que firmaba la información, contra el primer administrador único de la revista, que ya no estaba en la empresa, e incluso contra la periodista que editaba los textos: su nombre figuraba en la mancheta y con las prisas el abogado de Resines la confundió con la editora de la revista.

En aquel momento, CTXT tenía 19 meses de vida. La revista había sido fundada por 13 periodistas en noviembre de 2014, y habíamos salido al aire el 15 de enero de 2015. Los socios fundadores llevábamos año y medio aportando nuestro trabajo pro bono (gratis) para tratar de sacar el proyecto adelante. La perspectiva de tener que afrontar las costas del proceso y de tener que indemnizar al actor equivalía al cierre. Pedimos a José Luis Cuerda que llamara a Resines y le explicara que no éramos ni el Hola ni El País. También se lo pedimos a su paisano y amigo Manolo Gutiérrez Aragón. La respuesta en los dos casos fue la misma: “Está furioso”.

Por supuesto, Resines se encargó de dejar claro a los compañeros de la prensa que nuestra información era falsa y que se había querellado contra nuestra publicación. No contó que pedía 600.000 euros por daños y perjuicios. Pero tampoco hacía falta. Todos los periodistas de Cultura conocen el inmenso poder de Resines en la profesión, ya que además de actor de éxito es productor y presume de ser millonario –según confesó él mismo a David Broncano–.

La querella contra CTXT cumplió una doble función: por un lado, puso en dificultades y en peligro de cierre a la revista que destapó el asunto; y por otro, disuadió a los demás medios de comunicación de la idea de meterse en ese jardín.

En septiembre de 2016, acudimos a los juzgados de la plaza de Castilla para celebrar la demanda de (no) conciliación. Al llegar al pasillo, presenciamos y fotografiamos una escena digna de una película de Cuerda y Berlanga. Resines se estaba haciendo fotos con la jueza y los funcionarios del juzgado. Pese a la sorpresa inicial, CTXT salió absuelto del proceso penal. Los tribunales sobreseyeron el caso en 2019 al no encontrar indicios de delito en la publicación de la información.

— CTXT (@ctxt_es) September 23, 2016

Pero Resines no cejó en la defensa de su honra y emprendió la vía civil, pidiendo esta vez 70.000 euros a CTXT por vulneración de su honor. El juicio de primera instancia, celebrado en octubre de 2020 en Madrid, fue otro circo. En plena segunda ola de la pandemia, Resines, que no tenía que declarar, permaneció en el interior de la sala durante los interrogatorios. La jueza, que accedió al caso en el último minuto por un cambio de calendario debido a la covid, reconoció al llegar que no había tenido tiempo ni de leer la noticia. Y el fiscal solo repreguntó a un testigo de Resines; luego, pidió en su escrito de conclusiones que la demanda fuera atendida.

La semana pasada, la jueza Merino dictó sentencia, y decidió condenar a CTXT, al periodista que hizo la información y al director, Miguel Mora, por vulneración del honor del señor Fernández Resines. En su fallo, la jueza admite que la información era veraz y que se contrastó con fuentes fiables y con documentos. Aún así, acepta una de las tesis del demandante, que afirmaba que el artículo se redactó de forma “insidiosa y sesgada” y podía dar a entender que el actor se lucró personalmente al crear la AIE. La jueza justifica esta interpretación citando un tuit de un internauta. Dicho tuit tenía hace unos días cero retuits y un 'me gusta'.

Dado el escaso eco que tuvo la noticia en la prensa “seria” (sic), la jueza valora el honor vulnerado del actor en 5.000 euros, y ordena a CTXT abstenerse de publicar nada relacionado con la noticia que dio origen a la demanda, salvo lo referido a la sentencia. A causa de esta censura previa, este artículo, que lógicamente debería haberse publicado en CTXT, se publica en Público. Gracias a Virginia P. Alonso, su directora, por hacerlo posible.

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