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Opinión · Otras miradas

¿Por qué es corrupción que un cargo público se vacune contra la covid-19 saltándose el protocolo?

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El consejero murciano de Sanidad se disculpa por vacunarse de la covid-19. — EUROPA PRESS

Desde que empezó la vacunación contra la covid-19 en España tengo ganas de arañarme la cara. Primero llevábamos meses esperando la vacuna y exigiéndola como la gran esperanza para esta crisis sanitaria devastadora. Después, cuando llegó, los que más la exigían no estaban preparados para administrarla a la velocidad que llegaba, ni para llevarse bien mientras se repartía de forma consensuada. Es cierto que algunas comunidades lo han hecho y lo hacen infinitamente mejor que otras. Pero es que vivo en Madrid y aquí a las autoridades no se les da bien llevarse bien, ni vacunar. Vamos los quintos... empezando por la cola.

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Más tarde, las encuestas seguían diciendo que muchos españoles no se la iban a querer poner, que el negacionismo iba a ser un problema. Pero, entonces, empezaron a aparecer algunos listillos que lo desmentían. En concreto, 14 espabilados, entre alcaldes y altos cargos, sobre todo socialistas y conservadores, se pusieron la vacuna, aunque no les tocaba, porque “sobraban”. A los socialistas el PSOE les quitó el carnet; a los dos directivos de hospitales de Bilbao les dimitieron. Del resto no sabemos nada.

Esta semana, para rematar mi indignación y la desesperación general, en mitad de la tercera ola gigantesca, aparece el consejero de Sanidad de Murcia, Manuel Villegas, y se disculpa por haberse puesto la vacuna a sí mismo y a 450 altos cargos y funcionarios más, incluida su mujer, a los que no les tocaba. Eso no se puede justificar con el ya clásico “es que sobraban”. Es que para hacer esto hay que organizarlo y tener la cara de mármol para salir a justificarlo y pedir perdón “si alguien se ha podido sentir dolido u ofendido”, como ha dicho, añadiendo que su única intención había sido “ser uno más”.

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En el PP no se cansan de decir que lo de Villegas no es igual a lo de los alcaldes socialistas. Mientras, Ciudadanos, el socio del gobierno conservador de Murcia, y Vox, el otro partido que hizo posible ese gobierno, han estado reclamando su cabeza. Así que, al parecer, es necesario insistir en la respuesta a la pregunta que da título a este artículo, porque parece que hay quién no la sabe.

Me voy a entretener en eso, que siempre será mejor que ponerme la cara hecha un cristo.

La primera respuesta que se me ocurre a la  pregunta ¿por qué ponerse la vacuna de la covid-19 saltándose los protocolos es corrupción? es: porque corrompe. ¿Y por qué corrompe?, sería la siguiente pregunta lógica. Y para esta hay varias contestaciones:

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  1. Corrompe porque es un abuso de poder. Lo hacen porque pueden hacerlo y haciéndolo avalan la ley de la selva, la ley del más fuerte; ésa contra la que se erigió la democracia.
  2. Corrompe porque va contra la ejemplaridad pública. ¿Cómo narices piensan pedirle a los murcianos que tengan paciencia hasta que llegue su turno?
  3. Corrompe porque va contra la coherencia política y contra la hemeroteca más cercana. El PP lleva semanas atacando a los socialistas por los alcaldes de sus siglas que se vacunaron sin que les tocara.
  4. Corrompe porque va contra la decencia. No se puede ser decente y adelantarse a quien más lo necesita en una emergencia sanitaria. ¿Con qué cara van a mirar a los ancianos de 90 u 80 años, a los mayores de 70 o de 60 o a los que tienen otras patologías, que están en su casa esperando la vacuna para dejar de vivir asustados con más razón que el resto? ¿O a los policías que se arriesgan a diario por cuidarnos? ¿O a los maestros que lo hacen por cuidar de nuestros niños? ¿O a las cajeras de supermercado? ¿Con qué cara van a mirar al 98% de la población española que todavía no se ha vacunado?

En estos momentos tan difíciles, en los que necesitamos un ejercicio de paciencia y de civismo mayúsculo, de cuidado personal y del grupo en mitad del agotamiento; ahora que toca arrimar el hombro y colaborar porque estamos volviendo a estar tan mal o peor a como estábamos en abril, con peligro de colapso sanitario pero, además, con nuestros sanitarios agotados y con la pandemia económica encima, no nos podemos permitir ejemplos como éstos.

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El precio mínimo del poder debe ser la ejemplaridad y eso también debería empezar a ser así hasta para los del Partido Popular, al menos en pandemia. Manuel Villegas, a pesar de su presidente –según la declaración del propio Fernando López Miras–, finalmente se dio cuenta.

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