Opinión · Otras miradas
Las asesinadas por violencia de género no se contabilizan por azar
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Cada día entro menos en Twitter pero, cuando lo hago, descubro de forma apabullante un polvorín de mitos machistas. Hace unas semanas, no sé de dónde partía la iniciativa, se cuestionaba en un hilo el cómo se contabilizan las víctimas de violencia de género por unos recientes casos en consideración. Igual que a los machistas les ponen nerviosos las asociaciones feministas o el teléfono 016 o las estadísticas de denuncias falsas...les ocurre lo mismo con las cifras oficiales de asesinadas por violencia de género.
Aunque parezca obvio, habrá que decirlo. Más hubiesen querido las mujeres asesinadas no pertenecer a ninguna estadística y estar, a día de hoy, con sus hijos o hijas o sus familias. Más quisieran las familias de esas víctimas que sus hijas, amigas, compañeras, primas… no sumaran a esa lista. Ojalá la cifra oficial, contabilizada desde 2003, no superara las mil fallecidas, porque eso significa que hay más de mil agresores. Y eso evidencia que hay un problema estructural que persiste.
Lamentablemente, las estadísticas de violencia de género existen. Pero, al contrario de lo que se insinúa en algunos sectores (quizás por machismo, quizás por ignorancia, nunca se sabe) es que las víctimas no son sumadas a ese listado por capricho, sino después de un protocolo y una investigación. Y también, en función de la ley.
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En primer lugar, la ley limita como casos de violencia de género los que se producen por parte de parejas o exparejas. Y, en segundo lugar, quienes tenemos por costumbre mirar los datos oficiales, comprobamos de forma repetida que hay un apartado que indica: “Casos en investigación”. Eso se hace porque el Ministerio de Igualdad, gobierne quien gobierne, no puede sumar asesinadas porque sí. No se habla de asesinato machista hasta que existe un indicio claro.
Cuando ocurre un asesinato, tanto la Policía Nacional, la autonómica correspondiente o la Guardia Civil investigan sobre él y recopilan información con las unidades de violencia de género de subdelegación del Gobierno. En esos informes se indica el tipo de violencia. Dudar de esos informes ya sería dudar del trabajo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Luego, esas unidades trabajan con toda esa documentación y pueden pedir más datos a la propia justicia. Todo eso queda registrado. Y en función de esas investigaciones, la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, decide si se suma como cifra oficial. En el caso de la menor duda, se espera aún a que avance la investigación.
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Este proceso a veces es un poco turbio porque la prensa acude a recoger testimonios de vecinos y familiares, donde niegan que sea un caso de violencia de género. Una vez más, otro error, porque hay víctimas que no avisan a sus familiares y familiares que no quieren asumir la situación y culpan a la mujer de mil maneras… hasta que es asesinada. Que un vecino o un familiar diga que no es violencia de género es absurdo porque ni ha convivido con ese agresor ni conoce la investigación. O que parte de la sociedad siga pensando en que la violencia está asociada a un estrato social vinculado a la pobreza sigue mostrando un desconocimiento sobre la violencia de género. Porque tampoco las mujeres que son más pobres asesinan más que las mujeres menos pobres. Cuidado con los estereotipos y estigmas que puedan criminalizar, porque la violencia de género no tiene perfil.
El tema de fondo está en que si algunos se sienten afectados u ofendidos por uno, dos o tres casos de violencia de género en las cifras oficiales, a ver cómo reaccionan cuando, de verdad, cumplamos lo que nos pide el Convenio de Estambul, firmado por España. Y es que en esas estadísticas faltan mujeres. Nos faltan también aquellos casos donde la violencia no es por parte de la pareja o expareja, como las mujeres violadas y asesinadas. En esas estadísticas, a fecha de hoy, tampoco se suman a las 46 mujeres prostituidas asesinadas, y de las que no se sabe nada porque, como siempre me recuerda una amiga, no están ni empadronadas o no tienen tarjeta sanitaria. O también tenemos otras invisibles, que son aquellas mujeres (prostituidas o las que están en situación de violencia de género con parejas o ex parejas) que se suicidan por no poder afrontar la situación.
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Supongo que es muy fácil escribir tuits y alimentar bulos sin saber. El problema es que eso causa daño en las víctimas, en los hijos o hijas de esas mujeres asesinadas, para empezar. Por eso, antes de darle a la tecla, no está mal pensar en ellas. Aunque sea, mínimo, por respeto.
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