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Opinión · Otras miradas

El Madrid que queremos

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Un hombre pasa por el mural feminista en el polideportivo municipal de la Concepción en el distrito de Ciudad Lineal, en Madrid. E.P./Óscar Cañas

A un día de las elecciones autonómicas de Madrid, pensar en qué queremos para esta comunidad es un buen motivo para reflexionar esta mañana de domingo. A los que habitamos en Madrid, aunque no la residamos, como a muchos madrileños y madrileñas también nos duele; porque a pesar de que el Partido Popular la describa de manera reduccionista como una cerveza en una terraza o salir sin que te encuentres a tu exnovio, Madrid es un espacio de convivencia, una gran sede económica y oportunidad de redistribución de la riqueza para reducir la desigualdad. Para ello, es importante elegir modelos de gobernanza política para Madrid que apuesten por la inversión en los servicios públicos, por la sensibilidad social y por la protección medioambiental.

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Madrid ha sido víctima de un desmantelamiento progresivo de sus servicios públicos. La privatización encubierta, y a veces sin disimulo, de lo público en esta comunidad ha clamado al cielo. Durante los gobiernos del Partido Popular en Madrid se han recortado de manera intencionada las partidas presupuestarias destinadas a la contratación de personal y a la mejora de la calidad de los servicios en materia sanitaria, educativa y social de la red púbica. Mientras tanto, se abrían puertas a la externalización y al apoyo institucional de los recursos privados sometiendo a los madrileños y madrileñas a la ley del más fuerte, “los servicios de calidad los tiene quien los puede pagar”. Las brechas de la desigualdad se disparan ante esta ley de la barbarie, la pobreza no solo se mide en la cantidad de dinero que uno tiene en la cuenta corriente, también se mide en los servicios básicos que una familia no puede tener.

Para poder invertir en servicios públicos que lleguen a toda la población es imprescindible tener los recursos económicos que los sustenten. Madrid deja de recaudar todos los años 5.000 millones de euros de las rentas más altas, es decir, de los más ricos. Es sencillo deducir quien paga esta factura a costa de quienes. La pobreza y la desigualdad en Madrid tienen el rostro de esta factura.

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El Madrid que queremos no se parece en nada a las ideas viejunas, rancias y sectarias que la ultraderecha trae al debate político. Madrid es escenario de convivencia multicultural, es una ciudad moderna. En Madrid, a una mujer que lo es, se le llama Presidenta y a los niños y niñas, independientemente de su origen, se les protege y no se les señala con el dedo y se les insulta. En 2021 una sociedad que no se impregna de las políticas feministas y que no respeta los derechos humanos es una sociedad fracasada, y Madrid lo tiene todo para ser una comunidad que triunfa en lo social y en lo económico, siempre eso sí que la ultraderecha esté lejos del poder político.

Esta semana se aprobaba en el Senado el proyecto de ley de cambio climático y transición energética. Aún queda su último paso por el Congreso pero previsiblemente quedará aprobada con prontitud. Esta ley no solo es regulación; es también proyecto, es transición hacia un nuevo modelo productivo y una economía más sostenible ambientalmente pero también más justa socialmente. La comunidad de Madrid es vital en el desarrollo de este nuevo proyecto medioambiental, social y económico. A los nuevos gobernantes de la comunidad de Madrid debe ocuparles hacer de este territorio un espacio de convivencia medioambiental más saludable, reducir las emisiones contaminantes y permitir que la libertad sea ejercida desde su bien más básico: el aire que respiramos. Es un buen momento para recordar que fue el gobierno del Partido Popular quien intentó desarticular Madrid Central, un proyecto de vanguardia para equipararnos a las grandes capitales europeas que llevan décadas inmersas en esta decisiva línea política.

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El próximo martes, el Madrid que queremos está en juego, y si hay algo que tenemos claro es el Madrid que no queremos. Este Madrid, el que no queremos, ni siquiera espera de ti que vayas a votar, le bastará con que te quedes en casa. Durante estos días, el Partido Popular hablaba de la libertad en vano, saltándose un principio básico de los mandamientos democráticos. Decía esta semana Amelia Valcárcel en una entrevista que “En nuestra sociedad para convencer a alguien de algo que no está muy claro siempre tienes que engañarle con la palabra libertad”.

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