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Opinión · Otras miradas

El sistema de partidos español vuelve a mutar: ¿la izquierda se complejiza, la derecha se simplifica?

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La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata por el Partido Popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por el presidente del partido Pablo Casado (d), el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida (2i) y el secretario general del PP Teodoro García Egea.- EFE

Más de dos semanas después del terremoto que representaron las elecciones en la Comunidad de Madrid, las cosas empiezan a moverse en la política española. El año pandémico ha sido extraño en nuestro país. Nunca existió un importante efecto rally round the flag que impulsara a los partidos gobernantes, como sí sucedió en Alemania, o revitalizara la opinión pública del Presidente del Gobierno, como sí tuvo lugar en Italia. En España, por el contrario, desde marzo del 2020 nos sumimos en una suerte de impasse político que congeló las correlaciones de fuerzas en el panorama general y dentro de cada bloque ideológico. Un punto muerto que solo se ha visto interrumpido con las primeras vacunas y las elecciones en Cataluña primero, y los comicios en Madrid después.

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Ataques, movimientos y estrategias no han faltado en los últimos meses. Sin embargo, el inicio de un ciclo electoral nuevo, que comenzó en Cataluña y podría acabar en Andalucía, ha producido que las encuestas empiecen a visibilizar nuevos movimientos. No perdamos de vista que las encuestas son termómetros estadísticos de la sociedad muy importantes, pero también son herramientas de permeabilidad social determinantes. Su capacidad de preconfigurar nuevos y alternativos imaginarios, así como posibilismos, puede impulsar y condenar con la misma fuerza a partidos y tácticas. Los ejemplos en los últimos años abundan.

Pero, ¿hacia dónde vamos? La futurología no es buena compañera, pero sí estamos en condición de, como mínimo, perfilar dos elementos que ya están entre nosotros. El primero de ellos, como el politólogo Lluís Orriols ha demostrado recientemente, es un sistema de polarización de bloques. No solo vivimos en uno de los países con mayor polarización afectiva, además esta ha mutado significativamente en los últimos años. Con la irrupción de Podemos primero, y Vox después, cada bloque ideológico estaba protagonizado por una fuerte animadversión entre el electorado de cada partido que componía la izquierda y la derecha. Sin embargo, la moción de censura supuso un punto y aparte. Tras ella, la polarización dentro de cada bloque se ha reducido considerablemente, virando hacia un conflicto de bloques y no de trincheras.

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Es probable que esta tendencia haya venido para quedarse por un motivo a priori sencillo. Si bien es cierto que el bipartidismo, tal y como lo entendíamos antes del 2015, con porcentajes que superaban el 70% del total de los votos, no parece que volverá en el corto y medio plazo, sí se ha intensificado la lógica bipartidista de bloques, con el PSOE y el PP liderando holgadamente sus respectivos bandos. La ausencia de una amenaza real a sustituirles en sus bloques augura unas futuras relaciones de necesidades, que se han intensificado con la hoy todavía más inminente desaparición de Ciudadanos. La correlación de debilidades, tanto para los Populares como para los Socialistas, es verse insertos en un multipartidismo a través del cual, para llegar al poder, deben entenderse con sus socios juniors, a pesar de que estos levanten la voz y les generen tensiones internas. Los términos de la partida son estos, pero los jugadores, dentro de sus respectivas bases, pueden estar intercambiando cartas.

Es notable una característica que se dio en las elecciones generales de abril, y de forma más sólida en las de noviembre, que supuso un importante hándicap para la derecha. Esta última, al estar repartida en tres formaciones con semejantes fuerzas en abril, y con una de ellas descolgada en noviembre, dificultó la coordinación en importantes circunscripciones provinciales pequeñas y medianas.

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Como sabemos, una característica de nuestro sistema electoral es la importante desproporcionalidad a consecuencia del tamaño de las circunscripciones, haciendo que los escaños no valgan lo mismo en Soria, por ejemplo, que en Madrid o Barcelona. Por tanto, más importante que el umbral legal (3% para poder optar al reparto de escaños) es el umbral efectivo (la cifra de votos real a partir de la cual no solo puedes legalmente optar al escaño, sino que te permite conseguirlo). Este umbral en circunscripciones de tres escaños es del 15% aproximadamente. Ciudadanos primero, y Vox después, consiguieron acercarse a ese umbral efectivo en 2019. De esta forma, lo que el partido de Rivera perdió en noviembre Vox lo reemplazó (salvo en casos concretos como Huesca o Teruel, donde el PSOE aprovechó la división de la derecha). De este modo, cuantas más fuerzas competitivas, mayores costes de coordinación a nivel provincial.

Daniel Vicente Guisado

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