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Opinión · Otras miradas

Diseñar el futuro para ganar el presente

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Asistimos a una revolución digital que está acelerando múltiples cambios sociológicos y económicos sin precedentes. La sociedad evoluciona a un ritmo frenético y este maratón tecnológico en el que estamos inmersos genera cierta inseguridad e incertidumbre sobre nuestro futuro. En este contexto, la política se dibuja con clara posición de desventaja frente a las empresas y al poder económico, sectores productivos en los que se toman las decisiones desarrollando estrategias a medio y largo plazo, adaptables a la velocidad de los cambios imprevisibles a los que la revolución tecnológica nos aboca.

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La política, por su parte, se ha movido históricamente a un ritmo pausado con la finalidad de analizar los cambios y los efectos que las nuevas tecnologías tienen en nuestra sociedad, tratando de estudiar las decisiones más adecuadas para los intereses de la ciudadanía antes de ponerlas en marcha. Pero además, en política las decisiones son valoradas por los electores cada cuatro años, algo que también incrementa su desventaja frente al poder económico.

En consecuencia, fruto de estos avances desenfrenados ha emergido un sentimiento de desamparo en muchos ciudadanos que se ven en una encrucijada y tienen la percepción de que el sistema político carece de herramientas para actuar frente al avance de la digitalización y los cambios en nuestro modelo social y económico. Razones de peso que hacen imprescindible cambiar las dinámicas y los ritmos en la toma de decisiones en las distintas esferas de la política y en la Administración, razones que nos exigen aprovechar todas las herramientas que la revolución digital ha puesto a nuestro alcance. Por ello es hora de utilizar técnicas novedosas, de marcar una estrategia a largo plazo, teniendo en cuenta cual puede ser la evolución de las tendencias, algo relativamente sencillo en nuestros días utilizando la inteligencia artificial y el Big Data.

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Permítanme que les ponga un ejemplo: si llevamos a cabo una planificación para ampliar la capacidad de nuestras carreteras y elaboramos el necesario análisis previo, teniendo en cuenta las condiciones de movilidad actuales, concluiremos que hay que ampliar la capacidad de algunas autovías existentes mediante la construcción de nuevas vías de alta capacidad o de terceros carriles.

Pero si hacemos una análisis riguroso de las tendencias de futuro, teniendo en cuenta la llegada del coche autónomo, que permitirá mayor fluidez, o el incremento de las prácticas de coche compartido y la mejora de otros medios de transporte como el ferrocarril, comprobaremos que es más importante invertir en redes 5G para el funcionamiento del coche autónomo o en redes de recarga de vehículos eléctricos, que en el aumento de la capacidad de las actuales vías. Pero así las cosas, advertimos la errónea actitud de los partidos de la oposición que torna complicado realizar un análisis sosegado para afrontar los retos que nos plantea el futuro.

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No hay más que recordar lo sucedido recientemente, cuando el Ministro de Transportes planteó el debate sobre el modelo de financiación sobre nuestro patrimonio viario. Tras su intervención, pudimos ver como los partidos de la oposición pusieron en marcha, con mucha prisa, una campaña de desgaste contra el Gobierno, incluso antes de iniciarse el debate sobre lo propuesto y sin que existiera ningún modelo definido al respecto. Algo parecido ha pasado ya con la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones y con la lucha contra el cambio climático, entre otros muchos temas. Retos que tendremos en el futuro y a los que tenemos que dar respuestas ahora, pues de lo contrario nos encontraremos con un problema dentro de unos años.

El Gobierno presentó el jueves la estrategia nacional a largo plazo, España en 2050, un trabajo necesario en el que han participado 30 universidades y que ha sido firmado por 100 autores. Una herramienta que debe convertirse en imprescindible para ir provocando los debates que nos lleven a tomar las decisiones correctas hoy para hacer frente de forma adecuada al futuro. Si hace dos años nuestros políticos se hubieran dedicado a comprar mascarillas y respiradores ante la posibilidad de que nos azotara una gran pandemia, muchos les hubieran tachado de locos. Permítanme pues, en este punto, que lance una propuesta, un poco futurista quizás, sobre la toma de decisiones adecuadas frente a los retos de futuro: pongámonos en marcha y trabajemos para mostrar ese futuro en función de los distintos modelos, elaboremos diseños de cómo podría ser con la ayuda de las nuevas tecnologías para afrontarlo con mayor certeza. Tal vez así muchos entenderían la dimensión de la transformación en la que estamos inmersos.

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