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Opinión · Otras miradas

Un país diverso del que sentirse orgullosa

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Estefanía Torres

Eurodiputada de Podemos en el Parlamento Europeo

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España está hoy de celebración. Se cumplen ya diez años del primer matrimonio gay, diez años de una nueva legislación que marcó una tendencia de cambio histórico. Este avance fundamental se ha conseguido gracias al trabajo de los colectivos LGTB, organizados y perseverantes, que han estado en las calles hasta lograr que las instituciones hiciesen visible primero y tangible después, legislativamente hablando, el derecho de las personas homosexuales a elegir la fórmula que prefieran para convivir en pareja.

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Un avance de tal dimensión no es mérito o patrimonio de una fuerza política concreta. Los cambios históricos de este calibre sólo se logran gracias al empuje y a la lucha constante de mucha gente durante muchos años.

¿Sabías que España es, según el Pew Research Center, el país más tolerante del mundo con personas LGTB? En Europa, países como Alemania o Italia no reconocen aún los derechos de los gays y las lesbianas al matrimonio, y otros como Portugal no permiten que los matrimonios gays puedan adoptar. Además, en la mayor parte de los países de Europa del Este las personas LGTB apenas tienen derechos y persisten unas legislaciones muy homófobas. Y esto sin mencionar que en alrededor de una decena de países (como Nigeria, Yemen, Arabia Saudí o Sudán) la homosexualidad está castigada con la pena de muerte y en más de 70 supone algún tipo de delito penal e incluso la cárcel.

En 2014, en Podemos nos planteamos entrar en las instituciones para abrir puertas y ventanas y que entrase el aire fresco de quienes, desde las calles, desde sus puestos de trabajo, desde sus casas, desde la vida pública o desde sus esferas privadas, clamaban porque estas instituciones estuviesen, de una vez por todas, a la altura de la gente decente que vive en este país.

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Hoy, en 2015, parte del cambio ya se ha notado. La bandera del orgullo ondea estos días en numerosos Ayuntamientos y Parlamentos Autonómicos. Ada Colau, por ejemplo, ha sido noticia por transformar la Concejalía de Juventud en la del Ciclo de Vida, Feminismos y LGTB.

El Ayuntamiento de Oviedo ha lucido, por primera vez en la historia, la multicolor en uno de sus balcones para alegría de las vecinas y vecinos. Todo ello refleja que ya no tenemos que pedir a otros que hagan los cambios que queremos o necesitamos. Estamos entrando en las instituciones para hacer esos cambios nosotros mismos.

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Partiendo de la responsabilidad que eso supone, hemos de ser conscientes de cuál es la realidad que viven todavía las personas LGTB. Quedan muchos retos por delante en esta materia y no podemos caer en una conducta que suponga vanagloriarnos de lo bueno que es nuestro país en ciertos aspectos sin tener en cuenta la parte negativa que pervive en la otra cara de la moneda.

Por ejemplo, durante 2013 hubo 413 agresiones a personas LGTB derivadas de conductas homófobas. El 43% de los escolares homosexuales ha sufrido algún tipo de acoso en las aulas y un 43% de éstos ha llegado a plantearse el suicidio. Es fundamental, por tanto, aprobar una Ley contra la LGTBfobia o por la igualdad de trato para conseguir la plena normalización y erradicar este tipo de conductas homófobas.

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Necesitamos también mejorar la integración de las personas trans y acabar, así, con su estigmatización social y laboral. Según un informe de la Agencia para la protección de los Derechos Fundamentales en la Unión Europea, el 62% de las personas trans en Europa han sufrido algún tipo de acoso, sobre todo, de ámbito laboral.

Este dato revela que es necesario adoptar una Ley integral de transexualidad a nivel estatal. En algunas autonomías ya existen este tipo de leyes. No podemos permitir que las personas trans sean tratadas como “enfermas mentales” o que estén sometidas a exámenes psicológicos o médicos para cambiar su identidad de género. Aministía Internacional o la Comisión de Derechos Humanos de la Unión Europea son algunos organismos que llevan mucho tiempo haciendo estas recomendaciones.

Se trata únicamente de aplicar un poco de sentido común a la lógica política para que el país en el que vivimos sea más tolerante, más abierto, y que disponga de unas instituciones que estén a la altura que la sociedad merece.

Diez años después de que se aprobase la ley del matrimonio homosexual, vivimos de nuevo un período de cambio político e histórico, un período de cambio que ha venido marcado desde la calle por diferentes movimientos sociales, y del que las ciudadanas y los ciudadanos de nuestro país estamos siendo los verdaderos protagonistas.

Un cambio que sentimos que está contagiando a otros países de nuestro entorno y que, de alguna manera, España está liderando, un cambio que debe teñirse y ha de beber continuamente de la tolerancia y la igualdad pues sólo así conseguiremos una democracia más plena y que el ejercicio de los derechos humanos sea siempre una garantía para cualquier persona.

Estamos orgullosas del papel que está jugando España y, sobre todo, estamos orgullosas del cambio que estamos protagonizando a nivel mundial. Estamos orgullosas, por supuesto, de que España sea el país más tolerante con personas LGTB. Y queremos que tanto las personas LGTB como toda la sociedad en su conjunto, también puedan sentirse orgullosas de las instituciones que están a su servicio.

Por eso, este fin de semana el día del Orgullo Gay lo viviremos como el día del Orgullo del País, un país que estamos cambiando y construyendo entre todas para que mañana sea un lugar en el que cualquier ser humano, con independencia de su identidad de género o su conducta sexual, se sienta a gusto, feliz y en plenitud de derechos.

Orgullo de la gente.

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