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Opinión · Otras miradas

La caña no se puede lanzar con el estómago vacío

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Héctor Pieterson, de doce años, fue el primero de los 566 niños y adolescentes asesinados en la masacre de Soweto el 16 de junio de 1976, perpetrada por uno de los más infames regímenes del siglo pasado, el del aparheid de Sudáfrica, basado en la segregación racial de la población mayoritaria negra y la importante población india, de origen hindú y paquistaní. Este trágico acontecimiento fue llevado a cabo contra estos escolares por haber tenido la osadía de salir a manifestarse para demandar mejoras en el sistema educativo y poder educarse en su propia lengua.

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A partir de 1991 conmemoramos esta fecha como Día Internacional del Niño Africano, instaurada por la Organización para la Unidad Africana. Desgraciadamente y cómo todos sabemos, no se han dejado de producir cientos de actos de violencia contra los niños africanos. En estos días en los que nos encontramos conmocionados con un terrible crimen de género, y además vicario, quisiera recordar, a modo de situar la violencia contra los niños y niñas africanas, el secuestro perpetrado por parte del grupo terrorista Boko Haram en una escuela femenina en 2015 con 276 niñas que fueron esclavizadas, violadas, muchas desaparecidas para siempre… Al menos 133 niños fueron asesinados o mutilados en 2014 en República Centroafricana en el marco de una guerra permanente. Hay más de 300.000 niños y niñas soldados en 17 países. La violencia del hambre, la falta de agua, la falta de protección y la impunidad de los responsables es una constante en, prácticamente, todo el continente. Intentar enumerar todas las barbaridades que se cometen contra los niños africanos sería imposible.

Siguiendo con la violencia y centrándome en los niños a los que nuestra organización presta servicios y lucha por hacer efectivos sus derechos, los niños talibés, unos 100.000 niños en Senegal según el informe de Human Rights Watch, obligados a la mendicidad por sus maestros coránicos, los marabús a los que son entregados por sus padres a la edad de cuatro años para que los formen religiosamente puesto que, estos conocimientos son considerados la base de tener una educación, sufren todas las violencias enumeradas anteriormente.

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Puedo testimoniar con total rotundidad que, lo más duro en estos casi cuatro años de desarrollo de nuestro proyecto que lleva a cabo acciones concretas y directas en los ámbitos de la nutrición, salud e higiene, formación y educación, sin lugar a dudas lo más duro ha sido enfrentar la muerte de niños en diferentes circunstancias que son recurrentes entre ellos; en 2019 nos llegaba la noticia del asesinato de un niño a bastonazos por parte de su marabú que se excedió en sus maltratos habituales. En 2020 un niño habitual de nuestro centro, moría atropellado por un autobús mientras mendigaba entre los coches. Este mismo año, un niño que nos traían, supuestamente con malaria, enfermedad con la que hemos acogido a decenas de niños con resultado positivo, fallecía en nuestro centro porque, además, venía arrastrando otras afecciones que al no tener un seguimiento sanitario normalizado, tuvo este trágico fin.

El lema escogido este año: "La Acción Humanitaria en África: los Derechos del Niño Primero". Un lema, considero, pegado sobre el terreno, genéricamente alejado de los postulados, a mi forma de ver, teñidos de una manera de fundamentalismo de la solidaridad y cooperación internacional de los países ricos, que se basa en promocionar la formación. Estando de acuerdo, como no puede ser de otra manera, frente a esta posición yo matizo; la educación y la formación lo primero… pero con la barriga vacía no se puede pensar.

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En este 16 de junio, quiero lanzar a un llamamiento a las autoridades occidentales, a todos los países ricos; política de cooperación con mirada de futuro, “dar la caña”, pero si en las barrigas no hay pescado, nadie va a poder lanzar la caña. Praxis…

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