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Opinión · Otras miradas

Respuesta a las críticas liberales a la Renta Básica. (Sobre los graves errores de J.R. Rallo)

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Jordi ArcaronsDaniel Raventós y Lluís Torrens

A principios de año, Juan Ramón Rallo publicó un libro dedicado a la Renta Básica. El autor, para mostrar sin ninguna ambigüedad su posición sobre esta propuesta, lo tituló de forma muy expresiva: “Contra la Renta Básica”. No vamos a entrar aquí sobre la filosofía política ultra propia de la escuela austríaca que el autor defiende (del tipo: los impuestos son un robo; las donaciones voluntarias a los pobres, lo que los religiosos llaman caridad, es la única transferencia justa; y cosas así para que se hagan una rápida idea), quizás algún día lo hagamos, sino que nos ocuparemos aquí de una parte relativamente breve del mismo, que el propio autor denomina “Apéndice II. La Financiación de la Renta Básica” y que también desarrolla aquí. El argumento base que utiliza para criticar nuestra propuesta es el siguiente: un aumento de los tipos impositivos reduce la base imponible del impuesto y hace que la recaudación disminuya y lo sustenta en el comportamiento de la elasticidad de la base imponible del impuesto, que él considera muy sensible al aumento de los tipos impositivos.

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Pero antes de centrarnos en discutir tal argumento, debemos aclarar algunas de las cifras que Rallo propone en su libro y que desde el punto de vista de las estadísticas del IRPF que publica la AEAT, accesibles aquí, son claramente erróneas, aunque a él le permiten efectuar una serie de razonamientos –una magnífica demostración de cómo utilizar las cifras para aparentar decir algo que no se demuestra– que le llevan a fijar un tipo impositivo bien distinto del que nosotros manejamos en nuestra propuesta de financiación de RB.

Así, a lo largo de las páginas 432 y 433 de su libro, el autor intenta confundir las estadísticas que nosotros manejamos [1] con sus cálculos basados en los datos agregados de la llamada Contabilidad Nacional del INE. Nuestra propuesta de financiación de la RB, como no puede ser de otra forma, determina el total de rendimientos que percibe cada declarante, según lo que consta en su declaración del IRPF y, a partir de la misma, se asigna la contribución que cada declarante deberá aportar a la financiación global de la RB.

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Para empezar, es preocupante la ligereza con que este liberal mezcla o usa indistintamente los conceptos de renta, rendimiento o base imponible. En la página 25 y en las páginas 312 y 313 se observa que entre renta bruta y suma de bases imponibles general y del ahorro existe una “pequeña” diferencia de 183.000 millones de euros, la que va de 573.000 a 390.000 millones. En primer lugar, nuestros datos no contemplan las comunidades forales del País Vasco y Navarra, pero nuestro crítico lo ignora. Las razones de la exclusión de estas comunidades las explicamos con detalle en nuestra propuesta de financiación. En segundo lugar, mezcla datos de la Contabilidad Nacional, en donde no se usa el concepto de base imponible, y lo confunde o induce al lector a confundirlo con el concepto de renta familiar bruta disponible. En resumen, se construye un cálculo sobre bases absolutamente incorrectas. Y este error lo ha venido repitiendo alegremente sin el mínimo rigor desde que empezó su serie de artículos sobre nuestra propuesta.

Rallo afirma lo siguiente: “El consumo de capital fijo, pues, no es propiamente una renta, sino un gasto y el IRPF no debe gravar los gastos…”, y “…se incluyen ciertas imputaciones de renta que no constituyen propiamente ingresos de los hogares, sino simples estimaciones de la utilidad de algunos de los servicios que están recibiendo (por ejemplo, las rentas inmobiliarias imputadas en concepto de alquileres a los propietarios de viviendas o la rentabilidad no distribuida de las reservas de los seguros contratados por los hogares)…”, para sostener que el volumen de rendimientos declarados debería rebajarse en una cifra cercana a los 45.000 millones de euros.

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Nadie que conozca mínimamente, incluso por encima, el funcionamiento de la liquidación del IRPF podría sostener argumentos como los anteriores, a no ser, como ya hemos apuntado más arriba, que lo que busque sea hacer un ejercicio de totum revolutum para confundir al lector con un burdo baile de cifras. En el IRPF no se gravan gastos y sí se contempla en algunos de los epígrafes de rendimientos, la posibilidad de la depreciación de activos que generan renta, como caso más relevante los ingresos de capital inmobiliario derivados de los alquileres. Con todo, lo más grave es la conclusión de su razonamiento, Rallo nos dice que nos equivocamos y que como consecuencia de esa rebaja en los rendimientos totales declarados, el tipo impositivo para financiar la RB aumentaría desde nuestra cifra del 49,5% hasta el 56%. Nada más falso y lejos de la realidad. Si Rallo quiere criticar de manera rigurosa nuestros cálculos, lo que debe hacer es estudiar las diferencias entre IRPF y Contabilidad Nacional y sumergirse en los datos del IRPF, que puede solicitar aquí. Desafortunadamente, todo lo que hace es poner una lupa a cuatro números mal interpretados cuando lo que se necesita es un microscopio de alta resolución. Si lo que se pretende es razonar, mal ejercicio. Si lo que se pretende es dar carnaza demagógica a los más convencidos de la cantinela “los impuestos son un robo”, “la renta básica es confiscatoria”… quizás ha cumplido su objetivo. Pero en este caso, estamos hablando de demagogia, no de racionalidad empíricamente apuntalada.

Pero volvamos a la cuestión principal. Rallo argumenta que la elasticidad del ingreso respecto al tipo del IRPF es de -0,4 y que por lo tanto una subida de impuestos reduce la recaudación enormemente. La “razón”: los ricos dejarían de trabajar o se irían del Reino de España. Y, para fundamentarlo, cita un artículo (no en su libro, sino aquí) de Gruber y Saez que justamente sostiene lo contrario de lo que él pretende demostrar, tal como sugieren dichos autores en sus conclusiones:

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"... En segundo lugar, (los resultados) sugieren que la preocupación sustancial actualmente expresada acerca del impacto distorsionador de los elevados tipos impositivos implícitos en la parte inferior de la distribución del ingreso puede ser exagerada. La mayor parte de la preocupación se centra en el rango de ingresos de 10.000 a 50.000 $, donde el EITC [2] está eliminado. Pero no encontramos evidencia de que, al menos para los impuestos explícitos que surgen a través del sistema federal y el impuesto sobre la renta del estado, los contribuyentes de este tramo estén cambiando sustancialmente sus ingresos reales o sus impuestos reportados en respuesta a la política fiscal. Esto sugiere que las ventajas redistributivas de subsidios fiscales fuertemente focalizados en los ingresos pueden ser mayores que los costos de eficiencia de los elevados tipos impositivos implícitos sobre los contribuyentes de ingresos medios bajos, como se ilustra por las altas tasas óptimas en este tramo de nuestras simulaciones" [3].

Es más, dichos autores proponen una fiscalidad sobre los ingresos basada óptimamente en un “demogrant” (equivalente a una RB incondicional) y unos tipos marginales mucho más elevados:

"... Nos encontramos con que para los ingresos brutos existe un demogrant de 22.000 $ a tanto alzado, con un tipo marginal del 66% sobre los contribuyentes de ingresos más bajos, un tipo del 84 al 88% para los contribuyentes de ingresos medios, y un tipo del 73% sobre los contribuyentes de ingresos más altos; para el mismo caso de la renta imponible encontramos un demogrant de 11.000 $, un tipo del 68% para los contribuyentes de ingresos más bajos, un tipo del 56 al 66% sobre los contribuyentes de ingresos medios, y un tipo del 49% sobre los contribuyentes de mayores ingresos. Si bien el sistema es plano o incluso regresivo en el margen, es muy progresivo en promedio, debido al gran demogrant a tanto alzado" [4].

Juramos que no tiene nada que ver cómo ellos llegaron el año 2002 a su 49% para los EEUU y nosotros a nuestro 49% para el Reino de España el 2010, pero lo que sí parece claro es que nuestro amigo ultraliberal no sabe leer artículos de fiscalidad o, cuando menos, los interpreta errónea o torticeramente.

Tampoco parece que Rallo conozca, puesto que no los cita, aunque en la bibliografía de su libro puedan contabilizarse más de 150 reseñas, los artículos sobre la evidencia empírica de que en el Reino de España los incrementos de impuestos no es que tengan una baja elasticidad negativa sobre la actividad económica, sino que la tienen positiva (más impuestos más PIB y por supuesto más recaudación). La explicación es que mayores impuestos sobre los más ricos permiten mayor gasto público, generándose un impacto positivo sobre la actividad económica, del que los ricos también se benefician, que conlleva mayores ingresos a la vez que compensa posibles desincentivos.

En resumen, esta literatura certifica lo que desgraciadamente hemos experimentado a lo largo de los últimos 15 años: que la secuencias políticas de desfiscalización PSOE-PP-PSOE-PP, incluido el último esperpento anunciado a principios de mes, nos han llevado a ser una economía “low cost” con muy poca resiliencia frente a la crisis. En nuestro trabajo, nosotros ni siquiera tenemos en cuenta el efecto positivo sobre la actividad económica y por tanto sobre la recaudación fiscal que tendría nuestra propuesta de RB, ya que la propensión a consumir de los ganadores (el 80% más pobre de la población) es superior a la de los ricos.

Pero sigamos. La siguiente joya, la encontramos reproducida al final de la página 436 del citado libro del contrario a la RB, “...por ejemplo, ante un aumento del tipo efectivo que grava los salarios, los contribuyentes pueden optar por trabajar durante menos horas (esto es, por consumir más ocio, el cual está libre de impuestos)...”. Nada más cierto en la realidad actual, dado que transcribe a la perfección la situación de centenares de miles o millones de personas que, estando en el paro y ante el agobio que les supone la multitud de oportunidades y ofertas de trabajo a las que tienen acceso, prefieren maximizar su utilidad dedicando más tiempo a la contemplación, verbigracia: lectura, formación, consumo, viajar, etc., aficiones que, no estará de más recordar, normalmente resultan gratuitas en nuestra sociedad.

Y para justificar semejante idea utiliza un análisis sobre los efectos de diversas pruebas de impuestos negativos sobre la renta (otra variante de la RB) en Estados Unidos y Canadá a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado en donde se concluía que la RB reducía la oferta laboral aunque, eso sí, tan solo en colectivos de mujeres con recientes maternidades y con un efecto mucho menor del inicialmente esperado.

"El precio es mucho más bajo que el que los pesimistas predijeron, pero ciertamente es superior a cero. La reacción de los políticos y analistas de políticas a este conjunto de hallazgos es interesante. Parecen mucho más impresionados por nuestra certeza de que el precio de la eficiencia de la redistribución es positivo de lo que lo están por la evidencia igualmente convincente de que el precio es pequeño " [5].

Aún más, en los comentarios finales de dicho estudio, se ponía en duda incluso que la estimación de la elasticidad obtenida fuera correcta, debido al sesgo que introducían algunas de las preguntas, que inducían a declarar menos ingresos para no perder la subvención otorgada a los participantes. Aunque lo más importante a señalar es que la tasa de paro de los territorios en donde se efectuaron los experimentos se situaba por debajo del 6% (nada más parecido a lo que actualmente sucede en el Reino de España). Así, en el Reino de España, aunque se redujera la oferta de horas de trabajo en un 5% o 10% por parte de los trabajadores en activo (hasta el equivalente a un millón y medio de puestos de trabajo en su valor máximo), estos serían rápidamente cubiertos por quienes sí quieren trabajar y aun quedarían cinco o seis millones de personas deseando trabajar sin poder hacerlo, teniendo en cuenta que el paro real en el Reino de España es absolutamente escandaloso, cercano a los 8 millones.

¿Y los ricos? Es absurdo pensar que van a dejar de trabajar porque se les aumente 10 puntos su tipo medio impositivo, entre otros motivos porque los ricos, según la evidencia empírica disponible, nunca quieren dejar de ser más ricos y mientras su ingreso neto de impuestos sea positivo seguirán generando rentas para asegurarse su futuro y el de sus hijos, pero también porque los tipos impositivos que proponemos (entre el 39% y el 49%) son similares e incluso inferiores a sus actuales tipos marginales. Por otro lado, los muy ricos que no quieren pagar impuestos ya no están en la base fiscal española, se han ido a vivir a paraísos fiscales más o menos lejanos. Con ellos lo que hay que hacer es gravar correctamente todas las rentas que obtengan aquí o, como hacen en los EEUU, que paguen por todas sus rentas mundiales si quieren mantener la ciudadanía, con independencia de donde residan.

Tampoco parece que Rallo se haya leído la literatura económica sobre los efectos en la oferta de trabajo de una RB cuando hay restricciones para encontrar empleo (eufemismo de paro). Aquí y aquí, se pone de relieve que en presencia de paro una RB es mejor que el subsidio de desempleo en términos de eficiencia económica o que la elasticidad oferta de trabajo-RB es positiva porque siempre hay gente dispuesta a trabajar y que, además, al romper con las trampas de la pobreza y la precariedad, en realidad la RB genera un incremento de la activación laboral.

Afortunadamente, disponemos de algunos datos bastante actuales que pueden aportar evidencias empíricas contrarias a las afirmaciones de Rallo y que permiten puntualizar y contrastar sus argumentos. En breve, el quinquenio que va de 2009 a 2013, reproduce los dos ingredientes que aquí se pretende analizar [6]. En primer lugar, abarca el período más intenso de la crisis económica sufrida en el Reino de España y, en segundo lugar, refleja un cambio sustancial en la normativa del IRPF, tal como muestra el siguiente cuadro [7].

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2

Así, en 2011 se introdujo un incremento en los tipos marginales de los dos tramos superiores de la tarifa, mientras que para el bienio 2012-2013 este aumento se generaliza a todos los tramos. El cambio sustancial se da en la tarifa denominada de la base general, en donde se encuadran la mayor parte de los rendimientos del trabajo y de actividades económicas, ligados a la producción. En la otra tarifa que contempla el IRPF, la denominada del ahorro, que recoge los rendimientos del capital y de plusvalías, más especulativos, también se introducen cambios, aquí a partir de 2012, aunque no tan notables y, lo que es más importante: su efecto puede ser mejor contrarrestado por el contribuyente, puesto que si decide posponer la generación de plusvalías, no debe tributar en el IRPF en ese ejercicio por las mismas.

Si examinamos las estadísticas de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria para el período señalado, podremos efectuar un breve resumen de la evolución de algunas de las magnitudes que ahora más nos interesan.

Por ejemplo, el número de declarantes entre 2009 y 2013 ha disminuido en un -0,58%, esto es poco más de 112.000, sobre una población declarante que en todo ese período ha superado claramente los 19 millones.

En todo ese quinquenio, los rendimientos del trabajo y los de actividades económicas (estimación directa y objetiva) han aportado siempre más del 95% a la base imponible general, el restante 5% comprende rendimientos de capital inmobiliario, regímenes de atribución de rentas y rentas imputadas. El primer grupo de rendimientos citados, el que representa el grueso incontestable de la base imponible general, son los que debemos suponer, según lo que sostiene Rallo, que pueden intercambiarse por ocio, aquél que está libre de impuestos. Pues bien, un aumento generalizado de los tipos impositivos como el que efectivamente se da en el período referido, ha supuesto disminuir en menos del -5,4% la base liquidable general –en la que se aplican realmente los tipos impositivos– una caída cercana a los 18.500 millones de euros.

En palabras de nuestro crítico auténticamente liberal, la explicación de esta disminución nos la da la elasticidad de la base imponible, puesto que “…permite medir cuánto van a reducir sus ingresos antes de impuestos los agentes económicos, ante un aumento del gravamen…”. Nosotros preferimos otra que entendemos que es bastante más plausible: en el período analizado, según la Encuesta de Población Activa, la tasa de paro ha aumentado 8,5 puntos porcentuales –lo que determina claramente una fuerte disminución en el montante de los rendimientos del trabajo que deben declararse en el IRPF– y, además, el número de pequeñas y medianas empresas y negocios particulares desaparecidos en estos años se ha situado, según datos del INE muy cerca de las 205.000 –una más que razonable causa de la disminución de rendimientos en estimación directa y objetiva detectada en el IRPF–.

Además, si fuera cierta la predicción de nuestro crítico ultraliberal, la subida de impuestos hubiera retirado una ingente cantidad de personas del mercado laboral como consecuencia de la subida del IRPF del 2011 y 2012. Con los datos que se recogen en el siguiente cuadro las retenciones promedio del IRPF sobre los trabajadores se incrementaron entre 2009 y 2012 casi dos puntos (y este incremento está sesgado a la baja por la gran destrucción de puestos de trabajo de baja remuneración y retenciones) mientras que la tasa de actividad se incrementó (sólo se redujo en los menores de 25 años –se quedaron estudiando- y los mayores de 65), justo al revés de lo que Rallo predice. Por cierto, el incremento en las retenciones 2009-2012 es más o menos el coste neto fiscal (que pagan los ricos) de nuestra RB en su versión familiar. Y también para contradecir de nuevo a Rallo, en lo que llevamos de año y después de la rebaja fiscal (0,25 % en el promedio de retenciones), la tasa de actividad ha descendido en un poco más de tres décimas según la EPA.

tabla1

 Pero es que aún hay más. La recaudación del IRPF en el período 2009-2013 analizado no tan solo no ha disminuido, sino que ha aumentado en algo más del 8%. Y está claro que un incremento impositivo de la magnitud que nosotros estimamos para acabar con la pobreza desde el minuto cero va a generar una mejora indirecta en la recaudación por el efecto multiplicador y que el problema del mercado laboral en el Reino de España es otro, estructural, de falta de demanda pública en aquellos sectores donde deberíamos crecer (estado del bienestar, transición energética), de baja competitividad tecnológica y organizativa y de nulas políticas de reparto inteligente del empleo remunerado existente. Cuestiones todas que podrían contar con un excelente aliado en la RB.

En resumen, un fuerte estado del bienestar, financiado con impuestos, con un sistema de rentas sociales no desincentivadoras del trabajo, como la RB, consigue tasas de actividad y empleo mucho más altas y por supuesto un grado de equidad y bienestar mucho más elevado, además de una economía más resiliente y adaptada a los cambios permanentes de un mundo global. Algo que Rallo no alcanza a comprender o admitir pero que la realidad de los países nórdicos expresa.

Esperemos que el libro de Rallo sea un éxito de ventas porque desde los antípodas normativos y políticos en que nosotros estamos situados es una aportación interesante al debate público sobre la RB. Y esperamos que este éxito le obligue a realizar una o más reediciones y que aproveche para rectificar o matizar el tratamiento de los datos sobre los cálculos de la RB y los referentes bibliográficos sobre los que argumenta algunas de sus opiniones. Y si no, quizás lo volvamos a hacer nosotros[8].

Notas:

[1] Recordamos que se trata de microdatos correspondientes a una muestra de 2 millones de declaraciones del IRPF del ejercicio de 2010 para el Reino de España, exceptuando las comunidades forales del País Vasco y Navarra, que permiten elevar los resultados a los más de 19 millones de declarantes obligados y no obligados en el IRPF, según los modelos de declaración 100 y 190.

[2] EITC: Earned Income Tax Credit: Crédito fiscal por el cual el estado transfiere dinero a los individuos con rentas del trabajo más bajas.

[3]: “...Second, they (the findings) suggest that the substantial concern currently expressed about the distorting impact of high implicit tax rates at the bottom of the income distribution may be overblown. Most of the concern is focused on the $10 000–50 000 income range that we examine where the EITC is phased out. But we find no evidence that, at least for the explicit taxes that arise through the federal and state income tax system, taxpayers in this range are substantially changing either their real incomes or reported taxes in response to tax policy. This suggests that the distributional advantages of tightly income targeted tax subsidies may outweigh the efficiency costs of high implicit tax rates on the lower middle income taxpayers, as is illustrated by the high optimal rates in this bracket in our simulations.”

[4] VO: “...we find that for broad income there is a $22 000 lump sum demogrant, a 66% marginal rate on the lowest income taxpayers, an 84–88% rate on middle income taxpayers, and a 73% rate on the highest income taxpayers; for the same case for taxable income we find a $11 000 demogrant, a 68% rate on the lowest income taxpayers, a 56–66% rate on middle income taxpayers, and a 49% rate on the highest income taxpayers. While the system is flat or even regressive on the margin, it is highly progressive on average, due to the large lump sum demogrant.”

[5]: “The price is far lower than pessimists predicted, but it certainly exceeds zero. The reaction of policymakers and policy analysts to this set of findings is interesting. They seem far more impressed by our certainty that the efficiency price of redistribution is positive than they are by the equally persuasive evidence that the price is small.”

[6]: El período podría extenderse también hasta 2014, pero todavía no hay disponibilidad de estadísticas para este ejercicio; para el resto de años 2009-2013 los datos pueden consultarse aquí.

[7]: Hay que advertir que los tipos marginales en el último tramo señalado de la tarifa general, para 2012-2013, pueden oscilar entre el 52% y el 56% en algunas comunidades autónomas del Reino de España, en virtud de la capacidad normativa que estas tienen sobre la tarifa autonómica del impuesto.

[8] Más adelante pensamos dedicar otro artículo a los graves errores de la propuesta de Podemos ya que algunos de los defensores de las reformas que propone este partido critican nuestra propuesta de la RB de forma no tan detallada como Rallo, pero sí más patosamente.

Este texto será publicado en la revista digital sinpermiso el domingo 19 de julio

Jordi Arcarons es catedrático de Economía Aplicada de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es miembro de la Red Renta Básica.

Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012).

Lluís Torrens es economista, profesor asociado de la Escuela Superior de Negocios Internacionales-Universitat Pompeu Fabra, gerente del Public-Private Sector Research Center del IESE. Colabora con iniciatives pel decreixement que impulsa un nuevo modelo económico sostenible y estacionario.

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