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Opinión · Otras miradas

¿Turismo o muerte?

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Nuestros jóvenes están pillando la covid-19 a destajo. En el momento en que escribo este artículo, la franja de 20–29 años tiene una incidencia acumulada (IA) a catorce días de 814 casos por cada 100.000 habitantes.  Eso nos está disparando la IA nacional:  la media española ya es de 252/100.000, o algo más cuando ustedes lean esto. El debate mediático sobre esta quinta ola solo gira en torno a por qué nos pasa esto y, aunque es pertinente, creo que hay otro debate muy importante del que se está hablando poco.

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Nuestras cifras de incidencia acumulada contrastan con las de nuestros vecinos, si no nos fijamos en Portugal,  Inglaterra, Rusia o Chipre –que están peor que nosotros–.

En Francia la incidencia acumulada del mismo periodo es de 35/100.000, en Italia de 13/100.000 y en Alemania de 7/100.000.  Hay mucha diferencia. Ellos están en nueva normalidad y nosotros en riesgo más o menos extremo, según de qué comunidad autónoma estemos hablando, según el semáforo europeo y el nuestro propio.

Sin embargo, –y aquí es donde viene lo peliagudo–, en los mismos últimos 14 días en España han fallecido de Covid 245 personas, que son muchas; pero es que en Italia fueron 410, en Francia 459 y en Alemania 667.

Y la pregunta del millón es: ¿y por qué allí ahora se muere de Covid el doble si su incidencia es mucho más baja? La respuesta es clara y cristalina: aquí hemos vacunado mucho más a los más vulnerables a este virus, es decir, a los más mayores y a las patologías a las que más afecta. En la franja de 18-25 años España es el tercer país europeo que menos ha vacunado y por ahí es por donde nuestra incidencia se está disparando. Ellos, en cambio, han mezclado todas las franjas de edad dejando a muchos mayores desprotegidos todavía sin vacuna, aunque tengan más jóvenes vacunados.

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Teniendo presentes estas cifras, la conclusión más importante, en mi opinión, es que en Francia, Italia y Alemania están salvando menos vidas. Tienen unos números que cuidan más de su turismo que de sus vulnerables. Escrito fuerte y claro: con su estrategia mueren de covid-19 el doble.

Y cuando señalan a un país como España para que sus conciudadanos no lo visiten, como hizo el Secretario de Estado de Asuntos Europeos francés Clément Beaune esta semana, se olvidan de decirles a sus votantes que los vacunados no están en peligro en España ni en ninguna parte, que el problema es que en esos países hay un porcentaje alto de población en peligro mortal que se va a ir sin vacunar de vacaciones. Y lo harán por la estrategia de vacunación elegida por sus mandatarios o por negacionistas. En Europa hay muchos más que aquí, lo que habla bien de nosotros. Además, esos gobiernos utilizan las cifras de contagios para sembrar miedo en beneficio de su turismo interno en momentos de vacas tan flacas. Otra vez, Europa y su sálvese quien pueda. Otra manera de vender libertad cuando lo que administran es peligro.

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Y esto que concluyo no está reñido con que esté convencida de que tenemos que bajar la IA cuanto antes por muchos motivos y con que aplauda a las comunidades autónomas valientes que están poniendo restricciones impopulares, en plena fatiga pandémica;  esas que son las únicas que doblegan a las curvas asesinas. Hagámoslo una vez más por los 245 fallecidos en los últimos catorce días, para empezar. Que no se nos olvide: sigue muriendo mucha gente de covid-19 en España, aunque sea mucha menos de la que muere en Francia, Italia o Alemania. Y hagámoslo también porque los jóvenes inconscientes que se dejan infectar están jugando a la ruleta rusa con una enfermedad que es imprevisible y mata aleatoriamente. Aunque a ellos los mate menos no sabemos quiénes serán los que caigan.

Nos toca pediros paciencia, jóvenes y menos jóvenes. Falta poco, de verdad. Las fiestas locas en octubre, cuando ya estemos todos vacunados. Y esta vez no será por salvar a vuestros familiares y amigos mayores, aunque todavía 4 de cada 10 sexagenarios no tenga la pauta completa. Esta vez será más por salvaros a vosotros mismos y al turismo y la economía, de los que –para bien o para mal– dependemos tanto. Lo que, por poco que nos guste, no es poco.

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