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Opinión · Otras miradas

La rebelión territorial en España: o cómo en 2023 todo puede volver a cambiar

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Hay una anécdota muy esclarecedora. La historia la narra David Bravo, diputado por Podemos en la corta legislatura del 2015, en uno de sus directos en Twitch. Entre los diferentes elementos que el abogado sevillano cuenta se halla la decisión del partido para presentarlo por una provincia, Almería, que no era la suya, Sevilla. Bravo es sincero, su completo desconocimiento de Almería tuvo que solventarse durante la campaña electoral con informes sobre las problemáticas, demandas y características de la ciudadanía de esa población. Había que hablar de fresas y de comunicaciones.

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Bravo era plenamente consciente de la incongruencia entre la forma de elección (circunscripciones provinciales) y la representación (nivel nacional). Él iba a hablar y trabajar de aquello que entendía. Por eso, tras varios lapsus mediáticos decidió hacer oídos sordos de los informes preparados y optó por hacer una campaña electoral diferente. Salió elegido y sus sospechas se vieron confirmadas. El cometido y la dinámica parlamentaria no dejaba hueco para las vicisitudes de la provincia por la que fue elegido.

La anécdota y su protagonista son solo casos concretos. Ejemplos hay en todas las latitudes, partidos y legislaturas. Y es la supuración de algo que va mucho más allá: la toma de conciencia de unos territorios que no se ven representados y el estancamiento de un sistema de representación cuyo “deber ser”  está a océanos de distancia de su “ser”. El método de elección para el Congreso (la elección de representantes por provincias) no tiene su réplica en la dinámica del mismo, y nuestro bicameralismo asimétrico impide que la cámara territorial, el Senado, cumpla una función que vaya más allá de la mera segunda lectura del Congreso. En consecuencia, no hay contrapesos que impidan que los temas nacionales opaquen los territoriales. Ni forma de dar un peso real a las provincias. No hay un circuito efectivo, de escucha activa, de aquello que nuestros territorios demandan legítimamente.

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Estas características no acaban de llegar. No son nuevas en nuestro sistema político. Sin embargo, los crecientes procesos de vaciamiento, de trasvase de recursos y de población hacia las grandes urbes están acentuando la sensación de desamparo representativo. Un signo de nuevos tiempos del que escasos países de nuestro entorno se salvan. Este fenómeno centrípeto, que amenaza con dividir países enteros, ha tenido ya sus primeros ecos en España. Ya sea de corte nacionalista (Bloque Nacionalista Gallego) o simplemente regionalista (Partido Regionalista Cántabro, Teruel Existe), en los territorios están surgiendo plataformas y movimientos de coordinación electoral para representar única y exclusivamente las demandas de donde estos vienen.

Esta suerte de nuevo cantonalismo puede desembocar en 2023 en una nueva mutación del sistema de partidos con la iniciativa, ya consensuada y decidida, de hasta 160 asociaciones de 30 provincias para concurrir unidas en las próximas elecciones generales en nuestro país. Su programa será claro y conciso: luchar contra el vaciamiento y olvido; trabajar por un equilibrio territorial más sano. Si Podemos y Ciudadanos acabaron con el bipartidismo imperfecto instaurando el multipartidismo, la España Vaciada puede abrir la puerta a esta rebelión territorial inaugurando un sistema donde los partidos regionalistas sean la norma y no la excepción.

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Incentivos no les faltan a las plataformas de la España Vaciada. Las peculiaridades de nuestro sistema electoral son muchas, y aunque siempre se destaque la fórmula D’Hondt o la barrera electoral del 5%, estas pueden no ser las decisivas. Por ejemplo, la barrera electoral efectiva, esto es, el porcentaje a partir del cual no solo puedes legalmente acceder al reparto de escaños, sino tener opciones reales de obtenerlo, es el 15%. De ahí que sea tan importante para los partidos medianos (Unidas Podemos, Vox) acercarse a esta cifra lo máximo posible. Y, además, el “precio” del escaño no es el mismo en todos los territorios. Si en Madrid necesitas 100.000 votos (2,5%) para obtener un escaño, en Teruel te basta 17.000 (23%). Por tanto, es realista pensar que una plataforma coordinada y que hable de las carencias y necesidades de sus territorios pueda entrar con fuerza en el Congreso.

No debemos olvidar que los territorios objetivo de la incipiente plataforma de la España Vaciada son precisamente las provincias pequeñas y medias (de 2 a 5 escaños). Representan no solo la mitad de circunscripciones, además reparten más de 100 escaños de los totales. Precisamente son estos territorios los que, históricamente, han dado una ventaja importante tanto al Partido Popular como al PSOE. Una irrupción fuerte de la España Vaciada en estas provincias podría representar un cambio de correlación de fuerzas a nivel nacional significativa.

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Sin embargo, aunque el bipartidismo saliera perjudicado, todavía está por ver quién saldría más tocado. La intención de estas plataformas, ya explicitada en su reciente III Asamblea, es la de constituirse en herramientas transversales que superen la lógica izquierda-derecha, pero si algo hemos aprendido con fenómenos recientes es que la lógica parlamentaria, los pactos, las investiduras o los programas te obligan a optar. Si reivindicaciones centradas en lo territorial surten efecto, es probable que recoja voto descontento de ambos electorados, populares y socialistas, pero si las demandas llaman sobre todo al votante progresista, estos votos se transferirán de unos a otros en una suerte de suma cero. Dicho de otra forma, si las formaciones de la España Vaciada absorben votos por igual, un bloque ideológico u otro podrá crecer, pero si únicamente se alimentan de uno de los dos, este menguará. El Partido Regionalista Cántabro obtuvo el escaño que ostentaba Podemos, y Teruel Existe el de Ciudadanos.

Independientemente de la aplicación y su desarrollo, la certeza es que Teruel Existe ha representado no solo el pico del iceberg, sino también la prueba plausible de que el brazo de los gobiernos es más fácil de torcer en el Congreso que en las calles de sus provincias. Las medidas contra la despoblación y la inversión en infraestructuras que Teruel Existe marcó como condición de investidura para Pedro Sánchez fueron vistas como la llama de una antorcha que muchos creían incapaz de prender. Si la ilusión se corresponde con los resultados, en 2023 será muy difícil convencer a toda esa gran cantidad de población de la España Vaciada que no vote por una formación que promete, esta vez de verdad, llevar sus demandas a la sede de la soberanía. La rebelión territorial ya está aquí. Si el Gobierno de coalición no sabe dar soluciones, otros las darán por él.

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