Opinión · Otras miradas
A las maltratadas no se les pregunta qué votan
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A veces explicamos cosas que parecen estar aclaradas y entendidas pero, a la mínima, compruebo una y otra vez cómo se tiene que repetir lo mismo hasta que llegue a comprenderse. Es como un pensamiento automático que salta, impulsado por la propia educación que hemos vivido, y que borra lo poco que se aprende.
Una de esas cuestiones que repetimos sin cesar es que no hay un perfil de víctima ni de agresor en la violencia de género. No está relacionado ni con el nivel educativo o con la delincuencia de un país. No está relacionado con el nivel económico ni con una nacionalidad.
Cuando una mujer maltratada denuncia o va a un centro de acogida no se le pregunta si es de derechas o de izquierdas. No se le pregunta a quién vota ni sus preferencias políticas. Porque lo que tienen que hacer todas las instituciones es protegerla y salvarla. Es más, muchas de ellas, confiesan con el tiempo no tener ni idea de temas políticos. Entre otras cosas porque han vivido tal periodo de angustia, miedo y temor en los últimos meses o años que su realidad era solo la que vivía con él. No había nada más que aquello, sobrevivir a cada día. Están fuera de polémicas partidistas porque solo buscan una salida y lo que viven ocupa las 24 horas en su cabeza.
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Después, cuando ya están recuperadas o abandonan el centro de acogida o si ganan el caso en sentencia, regresan al momento donde la vida se paró para recuperarla y ya son totalmente libres. Libres incluso del feminismo y de las instituciones que trabajan a su favor y que les ha ayudado a recuperarse porque el feminismo no pide ni exige nada a esa mujeres ni a ninguna otras. La que quiera ser feminista, bienvenida sea. La que no quiera serlo, no pasa nada, no es obligatorio. Se ha salvado, puede retomar su vida y es lo único importante.
Recuerdo esto porque a veces tengo la sensación de que se olvida incluso dentro del propio movimiento feminista. Cuando esta semana me otorgaron la Cruz al Mérito de la Guardia Civil recibí felicitaciones, pero también críticas. Muchas feministas incluso me felicitaban por privado por temor a que otras compañeras lo vieran y fueran reprendidas, en una especie de "policía" o "caza" entre nosotras mismas. El problema es que, por ser reconocida por la Guardia Civil, recibí unos cuantos mensajes donde se me señalaba esa tendencia de "eres una feminista blanca burguesa privilegiada", o "cómo se te ocurrió aceptar algo de la Guardia Civil" si allí no defienden a las mujeres.
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Justo por eso, porque todas las instituciones son patriarcales, desde la política, la religión, los medios de comunicación… hay que estar. ¿Alguien me dice qué espacio es puramente feminista (y que no sean nuestras asociaciones)? Justo en la Guardia Civil hay por primera vez en la historia una directora que ha impulsado un plan contra la Violencia de Género incluso dentro del propio cuerpo. Justo en la Guardia Civil se han implantado medidas de igualdad históricas como nunca antes y que siguen siendo insuficientes, pero trabajan para ello. Y justo hay guardias civiles, mujeres, que están ahí para crear otras referentes para las niñas.
Durante la entrega de las condecoraciones, un miembro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado invitado decía, quejoso, que las mujeres tienen que ganarse el espacio, como si las que ya están dentro fuese regalado. Para evitar justo comentarios como ese hay que estar allí, porque les molesta que avancemos. Los espacios no se convierten en feministas del día a la noche, hacen falta años y décadas para conseguirlo. Y por el camino hay fracasos y fallos, pero hay que seguir.
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Y, en segundo lugar, quienes dicen que esto es ser una feminista burguesa y privilegiada justo parecen ser ellas las que sostienen esa visión. Se olvidan de las mujeres del ámbito rural que sufren violencia de género y a las atiende la Guardia Civil. Detrás hay un equipo con mujeres que trabajan en un área específica contra ello. Acuden a ayudar y proteger a mujeres de cualquier nacionalidad que viven en estos pueblos pequeños, aldeas o valles donde sufren mayor control no solo de su agresor sino, muchas veces, de su entorno. Mujeres maltratadas que, en la mayoría de las ocasiones, tienen una alta dependencia económica con sus agresores y que no tienen otro apoyo que el de la propia Guardia Civil.
Que no se nos olvide nunca que antes de hablar hay que saber de qué se habla y que no todo es opinar a la ligera sin conocer qué se hace desde dentro. Que no se nos olvide que las víctimas merecen todas el mismo respeto y atención y que sea quien sea la institución o persona que ayude en algo que golpea a cientos de mujeres a diario es bienvenida. Que no se nos olvide que por delante de nosotras y nuestros pensamientos o creencias están las víctimas y que nos tiene que importar bien poco lo que piensan y a quiénes pidan ayuda mientras se salven. Eso es lo único que nos debería importar.
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