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Opinión · Otras miradas

¿Por qué Yolanda Díaz también habla del Benidorm Fest?

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“¿Rigoberta Bandini, Javiera Mena, Rayden y Varry Brava intentando representar a España en Eurovisión? Pero, ¿qué fantasía es esta?”. Así habríamos respondido si nos hubieran dado esta noticia hace un año. Sin embargo, esto no es un sueño, es una realidad que se llama Benidorm Fest y que se celebra del 26 al 29 de enero en la ciudad alicantina. De hecho, es una realidad de tal calibre que no hay nadie que no haya opinado en este debate nacional. El ganador del Benidorm Fest nos abanderará en mayo en Eurovisión y desde representantes del Gobierno, como Yolanda Díaz y Ione Belarra, hasta otras figuras políticas como Adriana Lastra y Alberto Núñez Feijóo y artistas, actores, cómicas y guionistas, como Edurne, Manu Ríos y Henar Álvarez, ya han revelado a quién le darían el pasaporte.

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Pero, ¿a qué se debe esta euforia colectiva? ¿Qué ha ocurrido para que la irrelevancia mediática y social de los últimos años sobre el festival se haya transformado en expectación? ¿Qué ha sucedido para que el rumbo de España en Eurovisión haya dado un giro de 180 grados? Aparte de la resurrección del Benidorm Fest como un certamen propio que muestra la diversidad y la riqueza de la industria española actual, también han sido claves unos cambios muy esperados dentro de RTVE y, por supuesto, trabajar con voluntad de volver a ganar.

El inicio de esta metamorfosis empezó el pasado agosto con el nombramiento de la nueva jefa de la delegación española para el certamen, la periodista Eva Mora, y el cese de Toñi Prieto como directora de Entretenimiento de TVE. Los años de Prieto (en el cargo desde 2015) y Federico Llano (jefe de la delegación entre 2002 y 2016) al frente de España en Eurovisión dejaron preselecciones estrepitosas e improvisadas (aún recuerdas el bochorno de John Cobra ante Anne Igartiburu), acusaciones de trato de favor (ay, aquella polémica noche con corte de mangas incluido), un balance de pobres resultados (hasta en doce ocasiones terminamos del puesto 20 para abajo), desinterés (Pastora Soler contó entre risas que Llano le pidió que no ganara porque no había dinero para financiar el festival) y un maltrato al trabajo de los artistas (Barei desveló que Llano jamás envió a los responsables de Eurovisión el famoso PDF con su puesta en escena y Soraya contó que la cadena le cambió a su coreógrafa, entre otras lindezas).

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Toda esta etapa queda enterrada con la nueva delegación. En un tiempo récord de cinco meses, ha revivido y rebautizado el mítico Festival de la Canción de Benidorm, ha reunido a un panel de intérpretes y canciones que rebosan la calidad esperada de una televisión pública, han construido un formato sólido y de continuidad (hay intención de celebrarlo durante al menos cuatro años más), cuenta con presupuesto para montar el mejor espectáculo posible (3,2 millones de euros de RTVE y casi 1 millón de la Generalitat Valenciana), tiene un diseño trabajado y una línea gráfica profesional (y no hecha la noche anterior) y habrá escenario y material técnico a la altura. Todo ello siguiendo la estela de otros certámenes históricos como el de San Remo (Italia), Festival da Cançao (Portugal) o el Melodifestivalen (Suecia), de donde también sale la canción que participa en Eurovisión. Esto es lo que sucede cuando al frente hay un equipo con interés, pasión y ganas de mejorar las cosas.

Revivir el Benidorm Fest en tan poco tiempo no hubiera sido posible sin derrocar antiguas prácticas inconcebibles. Entre ellas, la obligación que tenían los representantes de ceder el 50% de los derechos de las canciones. No sería de extrañar que esta medida hubiera influido en la negativa de varios artistas a acudir al certamen y que, con su revocación, ha atraído y atraerá a nombres de nuestro panorama musical. De momento, para esta primera edición ya cuenta con nombres como Rayden (con siete álbumes en el mercado y llenando el WiZink Center), Javiera Mena (estrella internacional chilena y reina del electropop) y Rigoberta Bandini (una de las 100 españolas más creativas para Forbes que ha revolucionado la música patria en solo dos años y que, como se suele decir en internet, she is the moment).

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Pero, ¿cómo se ha logrado este cartel con nombres que nunca habríamos pensado ver en una preselección? En una entrevista al portal eurovision-spain, la propia Eva Mora reveló que la clave fue “ser honestos” a la hora de hablar con los artistas y que “conectaron muy bien” con ellos cuando les explicaron qué querían conseguir y qué tipo de espectáculo musical hacer. Con estas, tener a Rigoberta Bandini “no fue complicado”: “Le contamos lo que pretendíamos hacer y le entusiasmó”. Cuando parecía que nadie querría ir, ahora somos por fin competitivos. Además, sobre la mesa está la opción de mandar ¡por primera vez! una canción en una lengua cooficial, “Terra” de Tanxugueiras (hemos cantado ante Europa en inglés, pero no en gallego o en catalán; tenemos delito).

El éxito inicial del Benidorm Fest ha sido generar una conversación transgeneracional y conectar con todos los públicos, sobre todo con el más joven. Eso se debe al cuidado a la hora de hacer una selección variada que reúne el sonido urbano de Luna Ki, la llamada nostálgica y flamenca de Azúcar Moreno, el beat latino de Chanel, la balada melódica de Gonzalo Hermida, el folclore gallego de Tanxugueiras o la luminosidad de Varry Brava y Marta Sango. Se acabaron los años con canciones asignadas a cantantes (en nuestra memoria estará siempre presente el berrinche inicial de Aitana y Ana Guerra con “Lo malo”, Lucía Pérez cantando “Qué me quiten lo bailao” cuando su favorita era otra o Beth y su tema “Dime” con el que no se encontraba cómoda) y con composiciones prefabricadas e intercambiables para dar paso al sonido propio e identificable de cada artista. En definitiva, a más verdad y autenticidad. Algo que los Maneskin, recientes ganadores italianos, manejan muy bien.

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La gran hazaña será conseguir que los artistas de nuestro país “quieran estar en el Benidorm Fest”, tal y como argumentó Mora. Y eso no será difícil con la proyección y el alcance que los participantes ya están consiguiendo sin ni siquiera haberse emitido: “Terra” alcanzó un millón de visualizaciones en YouTube en una semana, “Ay mamá” de Rigoberta Bandini llegó al millón de escuchas en Spotify en dos, varias canciones han ocupado la lista de virales de esta plataforma, los temas están dando vueltas por Europa y son el centro de tertulias en podcasts, artículos y grupos de Whatsapp. Además, hay que recordar que el año pasado las canciones de Suiza, Francia y Bulgaria fueron la banda sonora de la docuserie de Rocío Carrasco antes siquiera de que pisaran el festival. Nadie entendía qué hacía un joven suizo de pelo negro alborotado cantándole a la hija de “La más grande”, solo sabíamos que la canción había traspasado fronteras y conectado con la audiencia de aquí. El salto de trampolín puede llegar a ser inmenso.

Toda esta repercusión evidencia que el Benidorm Fest es el festival que España quiere (el que tú quieres). Ni la gala de OT con Amaia y Alfred generó tanta opinión hace cuatro años. Seguramente, esta sea la primera vez que muchos espectadores vean una preselección de España para Eurovisión porque ante sus ojos les han puesto un concurso musical con nuestro mejor talento y no una gala montada deprisa y corriendo para escurrir el bulto. Además, en un momento en el que los únicos programas musicales que hay en antena son talent shows y concursos de famosos disfrazados que se van encadenando entre ellos, el Benidorm Fest rompe este bucle y mete aire fresco.

El gran hito del Benidorm Fest es ante todo demoler la imagen que España tiene del certamen europeo como “esa cosa de frikis y divas de ventilador”; una estampa anclada en los 2000 que no tiene nada que ver con la realidad. Estamos ante un evento musical y audiovisual que el año pasado reunió a 183 millones de espectadores y en el que podemos ver lo mejor de cada casa. Justamente, lo que está haciendo el Benidorm Fest es atraer a lo mejor de nuestra propia casa para después presentarlo ante Europa (y Australia). Los engranajes se han cambiado. La nueva estructura está puesta. El recorrido se avecina prometedor. Como canta Rigoberta Bandini, a ver qué pasa.

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