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Opinión · Otras miradas

Ucrania, la hora de los hornos (y el pan quemado)

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La invasión, hasta ahora parcial, de territorio de Ucrania por Rusia, más allá de las pasiones políticas, requiere ser considerada con la cabeza fría, que es sustancial a la geopolítica. La política de la geografía es una política de poder que determina unas cuestiones y condiciona otra. Para situarnos mejor, es necesario recordar lo que habíamos afirmado en 2016, en el libro Política y geopolítica y que citamos en el artículo publicado el miércoles: “Pese a las apariencias, el conflicto en Ucrania no ha hecho más que empezar. El gobierno de Kiev, en manos de extremistas antirrusos, ha adoptado una estrategia de seguridad nacional sobre tres pilares: la consideración de Rusia como Estado enemigo y principal amenaza para Ucrania; la incorporación en la OTAN y la reducción de los vínculos económicos (y por tanto políticos y culturales) con Rusia. Casi una declaración de guerra”. Una declaración de guerra. También señalamos que  “Si los acontecimientos siguen estos derroteros, el conflicto bélico estallará, más tarde o más temprano. La única pregunta que quedaría por contestar es el cuándo y el cómo”. Ahora, seis años después, tenemos la respuesta a esa pregunta. Los gobiernos de Ucrania, manipulados o convencidos por EEUU y la UE/OTAN, creyeron que podían erigirse en la vanguardia de la OTAN contra Rusia y ahí tienen los resultados.

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Si queremos entender los factores en juego debemos, en primer lugar, desprendernos de la atroz aplanadora propagandística -que es una maquinaria para deformar los asuntos y hacernos creer que lo no es, es- y poner en el centro de la crisis los intereses en juego. Si lo logramos, estaremos en la vía de entender lo que está pasando. Si no se puede, es inútil cualquier explicación o análisis. También olvidarnos del tan manoseado Derecho Internacional, que de nada le sirvió a Yugoslavia en 1991, ni a Libia, Iraq, Afganistán o Siria. Hay que ser cínicos en la UE y EEUU para invocarlo después de haberlo pisoteado tantas y tan sangrientamente tantas veces. Desde hace tiempo estamos instalados en políticas de poder puro y esas políticas, sin armas, no valen nada.

La deriva de los gobiernos de Ucrania, azuzados por EEUU y la OTAN llevaban, sí o sí, a una guerra, por la simple razón de que EEUU quería usar a Ucrania para descalabrar la influencia y el poder ruso en Europa, al tiempo que planeaba usar Ucrania para consolidar el suyo, de Kiev a Lisboa, haciendo de Crimea y de Sebastopol la principal base naval de EEUU en el mar Negro. Metidos en esa dinámica, sólo quedaban dos caminos. O Rusia se arrodillaba ante EEUU y permitía el establecimiento de un poder casi omnímodo de ese país en Europa, o reaccionaba y plantaba cara desde Ucrania. En nuestros cálculos de 2015-2016, concluimos que Rusia plantaría cara y que, en el momento en que pudiera y tuviera los medios, pasaría a la ofensiva. En esa estamos.

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Desde un inicio (nos remontamos a 1997) hubo sobradas voces en EEUU opuestas a la expansión de la OTAN sobre las ex repúblicas socialistas y mayor oposición a que la OTAN abarcara los Estados ex soviéticos. Se oponían porque estaban seguros de que esa expansión terminaría provocando un sinfín de conflictos con Rusia, que, pese a su postración de entonces, seguía siendo una primera potencia nuclear. No tuvieron eco y los sueños de dominio mundial impusieron su dinámica. La OTAN se expandió cuanto pudo, incluyendo, en su plan a Ucrania y Georgia. Para rodear a Rusia, nada más y nada menos. Un círculo de países enemigos, de Noruega a Georgia. Recordaba la Francia de los siglos XVI y XVII, rodeada a norte y sur por los Habsburgo de España y Alemania, y que no paró de guerrear hasta sentir que aquel cordón que la asfixiaba quedaba roto.

Dar un golpe de estado, en 2014, para situar a Ucrania contra Rusia fue lo más cruel, canalla y estúpido que pudieron hacer los países atlantistas. Aquella operación hizo de Ucrania un campo de batalla y, desde entonces, Rusia no ha cesado de reorganizarse y armarse para hacer lo que Francia en el siglo XVII: romper el anillo que pretendía asfixiarla. El anillo será roto ahora por una Rusia decidida a pagar los costos que tenga que pagar para desbaratar, de golpe y de una vez por todas, los planes para asfixiarla.

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¿Cuántos se han planteando, desde el sentido común, que resulta imposible vivir, un año sí y otro también, bajo permanente amenaza? ¿Alguien ha caído en la cuenta que el binomio UE/OTAN es una maquinaria de hostigar, amenazar, sancionar o mantener un garrote amenazante en el mundo? Reconocieron un gobierno espurio en Venezuela y aprovecharon la ocasión para propiciar el saqueo y la ruina del país. EEUU se salió del Pacto Nuclear con Irán y todo fueron palos para Irán, que no había hecho nada. Destruyeron, sólo porque podían, Libia. No han cesado de hostigar, amenazar, burlar y sancionar a Rusia, sin medir que nadie puede soportar un bullying político, económico y militar indefinidamente. Guerra al gasoducto Nord Stream II; guerra a la vacuna Sputnik; maniobras militares un mes sí y otro también en las barbas de Rusia; amenazas de sanciones “sin precedentes”; campañas perennes de desprestigio; los acuerdos de Minsk sin cumplirse y ni ganas de hacerlo. Y, de fondo, un gobierno en Ucrania, que se presenta como el mayor enemigo de Rusia, llamando a gritos a OTAN. Manda--rinas.

Luego Rusia presenta una propuesta de tratado para garantizar la seguridad, entendida la seguridad como un concepto global, seguridad para todos, no para unos en perjuicio de Rusia. ¿La respuesta? Tururú. “Rusia no nos dirá lo que tenemos que hacer”, “Ucrania es soberana de decidir sus alianzas”… Es decir, rechazo a considerar las propuestas esenciales de Rusia con unas declaraciones de la UE/OTAN con airecillos de burla y prepotencia. Rusia pide garantías de seguridad y la neutralidad de Ucrania y EEUU responde enviando más tropas, aviones y armas a los países del Este. Muy apaciguador.

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La guerra ha comenzado hoy y poco se sabe de su desarrollo. Nos atrevemos a anticipar escenarios. No piensa Rusia ocupar toda Ucrania. Sus objetivos estarán, esencialmente, en el este ucraniano y, posiblemente, en la muy rusa región de Odesa, aunque serán objetivos movibles. La UE/OTAN impondrá sus “sanciones devastadoras” que no servirán para nada y poco más. Cuando Rusia alcance sus objetivos –que, por ahora, no se conocen-, detendrá la maquinaria militar (“los plazos de la operación dependen de los resultados” ha dicho el Kremlin). Entonces, los que quieran, podrán ir a la mesa, a negociar, y los que no quieran – que no querrán…, de inicio-, no tendrán más que quedarse contritos, cabizbajos e impotentes viendo los hechos consumados.

Terminamos este intempestivo análisis recordando algo que citamos en nuestro artículo Noticias desde Estados Unidos. Un artículo de Stephen Walt, columnista de Foreign Policy, titulado Liberal Illusions Caused the Ukraine Crisis (Las ilusiones liberales causaron la crisis de Ucrania), de 19 de enero de 2022:

“La gran tragedia es que todo este asunto fue evitable. Si Estados Unidos y sus aliados europeos no hubieran sucumbido a la arrogancia, las ilusiones y el idealismo liberal y confiado en cambio en las ideas fundamentales del realismo, la crisis actual no se habría producido. De hecho, Rusia probablemente nunca se habría apoderado de Crimea y Ucrania estaría más segura hoy. El mundo está pagando un alto precio por confiar en una teoría defectuosa de la política mundial.”

Eso mismo. Todo esto se habría podido evitar tomando en serio las preocupaciones de Rusia. Pero nadie, en la UE/OTAN se las tomó en serio. Y, si algo enseñan los buenos manuales de política, es que, cuando una enorme potencia nuclear, con 17 millones de kilómetros cuadrados y uno de los mejores y más potentes ejércitos del mundo te pide, por escrito y diplomáticamente, que te tomes en serio sus preocupaciones, por favor, tómalas en serio. Es de manual diplomático elemental. También de supervivencia. ¿Y Ucrania? Recordará el dicho de que mal paga el diablo a quien bien le sirve.

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