Opinión · Otras miradas
Que se ponga el enemigo
Diputada del Congreso en el Grupo Socialista
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El gran Gila. Con el casco de guerra puesto y el teléfono rojo: “¿Es el enemigo? Que se ponga”. Un humor demoledor. De denuncia. Que venía de una historia personal que le convirtió en superviviente de la Guerra Civil española al hacerse el muerto tras ser puesto ante un pelotón de fusilamiento en Córdoba.
La guerra llevada a escena. El conflicto bélico en primer plano. En prime time. Periodistas de todas partes del mundo desplazadas a la zona y que en su gran mayoría hacen un gran trabajo de información y sensibilización.
Cada guerra adaptada a los tiempos mediáticos. De la tele generalista, a las redes sociales y las conexiones en streaming.
Esta semana hemos vivido un episodio parlamentario muy emocionante en las Cortes españolas. El presidente Zelenski, en medio del sufrimiento de su pueblo, comparecía a través de las pantallas. Pantallas que en esta guerra a las puertas de Europa son una ventana a la guerra en directo. El horror del sufrimiento de un pueblo al que nos sentimos semejante.
Zelenski y su equipo de gobierno, que algunos vienen del mundo de la comunicación, han entendido la fuerza de los medios en una crisis humanitaria de esta magnitud. A través de recursos comunicativos muy actuales han dado prioridad a la parte de difusión dentro de las normas de seguridad que tienen que guardar. Han entendido que provocar reuniones in situ, en medio de Kiev, o comparecer en la mayoría de los Parlamentos europeos con alusiones históricas en cada país es muy importante para seguir manteniendo la atención y para seguir recabando el apoyo de Europa.
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Desde la estética en cada vídeo, la cuidada realización (a pesar, imagino de las dificultades para trabajarlos) hasta los lugares y momentos elegidos para grabar, todo como formas de luchar contra la prolongación del conflicto y el decaimiento de la atención mediática.
El otro día, en el Congreso, las diputadas y los diputados, senadoras y senadores sentimos (no todos desgraciadamente), un respeto profundo por el pueblo ucraniano, su resistencia y su dignidad. La alusión a Gernika nos removió. Porque, a pesar de los negacionistas del horror en nuestra historia, el presidente Zelenski supo llevarnos a la dimensión comunicativa que necesitamos para seguir empatizando con un país a menos de 4.000 kilómetros del nuestro.
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Seguro que el presidente ucraniano lo sabe. Sabe que los focos no se pueden apagar. Que en una sociedad que funciona muy a menudo a golpe de tweet y de imagen en directo no se puede permitir el lujo de decaer en esta cuestión.
Demasiados ejemplos de conflictos olvidados. Demasiadas personas que sufren los horrores de la guerra y a las que no sentimos cerca. El presidente Zelenski lo sabe. Y en el fondo, los receptores de la información también.
Y no olvidemos que las niñas afganas siguen queriendo ir a la escuela. A ver si Gila, donde esté, les puede llamar.
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