Opinión · Otras miradas
Lecciones francesas
Sociólogo
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Todo lo que sucede en Francia tiene una lectura inevitable en España. Una historia compartida a pesar de los Pirineos y de los regímenes políticos. Francia para España siempre fue la libertad, a pesar de los contenciosos y de los momentos de ignominia como la persecución a los republicanos españoles por parte del Gobierno de Daladier y posteriormente por el hoy glorificado por la extrema derecha Mariscal Petain.
El domingo se votó en primera vuelta en las elecciones presidenciales francesas, con un fantasma que recorre Europa “el alza de la extrema derecha”, un tibio suspiro lleno de temor futuro salió de nuestras bocas.
Alrededor de un 30 % de los franceses voto a la extrema derecha. ¿Cómo es posible en la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad?. En primer lugar señalar que históricamente y a pesar de la revolución de 1789 siempre existió una importante parte del país ferozmente conservadora, realistas que no reconocían a la Republica, conspiraciones reaccionarias continuas que reflejo magistralmente Balzac en Las ilusiones perdidas, un Thiers unido a los prusianos para aplastar a La Comuna de Paris, el affaire Dreyfus, la Action Francaise y los Camelots du Roi en los años 30, el colaboracionismo de la mayor parte del país como desnudo Chaves Nogales en La caída de Francia, colonialismo y la OAS contra la independencia argelina,….para llegar al padre de Marine Le Pen acusado de torturas en Argelia eso siempre ha generado un sustrato base para la extrema derecha, racista y excluyente. En segundo lugar Francia no es Paris, equivoco que siempre se produce al hablar del país galo y tercero y este es un dato a retener como fundamental, la crisis del 2008 y la letal aplicación del neoliberalismo a ultranza abrió una brecha profunda en la sociedad francesa que la extrema derecha aprovecho para alimentar con cuestiones identitarias y racistas.
Esta es la primera lección sobre la que debemos hablar a este lado de los Pirineos. La base de la “rebelión” social que capitaliza la extrema derecha es la fractura social que provoca el neoliberalismo esa es la principal gasolina que alimenta los vehículos de la ultra para sus marchas antigubernamentales. Recientemente se han hecho bastantes paralelismo entre “ los chalecos amarillos” y las huelgas de los transportistas, las movilizaciones del campo, las protestas en los barrios populares en España y tienen un punto de razón la desazón social para sobrevivir adecuadamente es caldo de cultivo de la agitación ultraderechista. En Francia, un Macron plenamente neoliberal ha aplicado reformas y cambios que desmantelan en parte no sólo las políticas de protección y equilibro social sino también las organizaciones de intermediación colectiva (sindicatos, regulaciones laborales,..).
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En España un gobierno de coalición de izquierdas ha tenido que abordar una sucesión de plagas bíblicas: pandemia, filomenas, volcanes, una oposición destructiva y ahora la guerra; frente a ello el gobierno liderado por Pedro Sánchez ha ido bandeando la situación intentando mantener a la vez que combatía con decisión la crisis sanitaria, un escudo social con diferente resultado: alta eficacia en la protección de los puestos de trabajo (ERTES), adecuación a los cambios (teletrabajo, ley riders) , mejora del mercado laboral (reforma limitada de la ley), política de rentas (SMI) y sin embargo absoluto fiasco en el Ingreso Mínimo Vital, falta de decisión en el control de precios (vivienda y energía), y no respuesta suficiente a sectores con dificultades (campo e industrias primarias).
La derecha y la ultra derecha actúan con un cierto éxito sobre las negativas consecuencias de las crisis (particularmente sobre precios) ocultando sus políticas de rechazo a la protección social, su desmantelamiento de los servicios públicos, su política de regresión fiscal, y su pertinaz corrupción en el manejo de los asuntos públicos. Hoy el único mantra que repite hasta la saciedad es “la bajada de impuestos”, Ayuso con su fundamentalismo neoliberal lo expresa como el desmantelamiento de cualquier política de protección social. Junto al desarrollo de otras políticas es imprescindible el que la población visualice el significado de las que defiende el conglomerado de las derechas españolas con mayor énfasis que en Francia, por ejemplo poca gente sabe que Vox plantea el desmantelamiento de la Seguridad Social y por ende de las pensiones públicas.
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Lo fundamental para empezar a desmontar la ola de la derecha es atacar las causas de la misma: las políticas neoliberales que como magníficamente señalaba Juan Manuel Vera en su reciente libro Contra las oligarquías: “El capitalismo neoliberal sigue fomentando el consumismo, pero también la precarización de las relaciones laborales, el deterioro de la protección social y de los servicios públicos. Todo ello ha producido una crisis de la ciudadanía social que nos encamina a una sociedad del malestar”.
Al calor de los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas se plantea otra cuestión de gran interés: la unidad de la izquierda o de los progresistas (la discusión sobre los títulos la dejamos para otra ocasión). Melenchon se ha quedado en puertas de pasar a la segunda vuelta, si el PCF, Hidalgo, los verdes, Poitou…hubiesen unido sus fuerzas (9,41%) a las de Jean Luc, la confrontación definitiva hubiese sido entre la salida popular a la crisis y el neoliberalismo de Macron, con el añadido de haber infligido una derrota descomunal a la extrema derecha. Aunque nunca el trasvase de votos es tan directo y existe preocupación fundada de que va a pasar con una parte del electorado de la France Insumise (se habla de entre un 25 y el 27 % que puede votar a Le Pen), es evidente que el efecto sobre abstención y el pueblo de izquierdas como se dice en Francia hubiese sido altamente positivo. Trasladada esta reflexión a nuestro terruño, la pertinencia de esta discusión es enorme.
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El gobierno de coalición, y particularmente Pedro Sanchez han pasado las diversas plagas con un débil desgaste y mantiene su fuerza con una leve tendencia a la baja, la apuesta de Sanchez es porque el tiempo y la recuperación-ahora lastrada por la guerra- le permita una importante remontada, perspectiva no exenta de bases reales (con el factor muy relevante de la creación de empleo). El problema se sitúa en el otro flanco del gobierno, y no me refiero solo a Unidas Podemos cuya debilidad es manifiesta. Hace falta que un proyecto de izquierda que vaya mas allá del PSOE sume 45 escaños, esa es la cifra mágica. Y aquí es donde se plantea el problema no de la unidad de siglas sino de una plataforma con tirón, arraigo y capacidad de movilización que puede ayudar a que la suma de Le Pen- Feijoo y Zemour-Abascal (el paralelismo hace referencia al peso de cada uno y la voluntad manifestada de gobernar juntos como en Castilla y León) no nos conduzca a un retroceso social y democrático descomunal.
Esa plataforma se viene anunciando alrededor de Yolanda Diaz, desde que Pablo Iglesias la nomino como “sucesora”, nominación de la que hoy el otrora vicepresidente de Gobierno se desdice y dedica sus esfuerzos y los de los suyos a poner palos en las ruedas de cualquier proceso de convergencia. Pues bien, se sigue a la espera de la llegada de Yolanda para poder articular ese espacio que de forma inevitable tendrá que salir de los penosos rifirrafes de los múltiples sectores para sumar generosamente a la profundización del cambio de país. Algo que a todos sectores y subsectores de los diversos aparatos les importa poco o nada. La división que ahora se señala en Francia, que hace que un candidato neoliberal sea de salvación democrática, en nuestro país afecta a una alternativa plural e integradora que continúe, superando sus déficits un camino más igualitario y democrático.
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