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Opinión · Otras miradas

Celaya olvidado

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José Manuel Martín Medem

Comisión Ejecutiva del Sindicato de Periodistas de Madrid (SPM)

Si lo buscas en las librerías, no encontrarás a Gabriel Celaya. Si preguntas en las escuelas y en los institutos, poco sabrán decirte sobre el poeta que debería ser nuestro pan de cada día. Si sigues leyendo periódicos, comprobarás que lo ignoran.

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Murió hace veinticinco años. El 18 de abril de 1991. Y está tan olvidado que duele decirlo.

Lo conocí en sus últimos veinte años. Ya lo excluían por haberse atrevido a ser Gabriel Celaya. Los poderosos de la cultura y de la comunicación pero también muchos que parecían de los nuestros. Se fueron evaporando los amigos convocados por la comodidad. Triste soledad del que escribe para compartir.

En el 2008 la soberbia de El País lo dejó fuera de la colección que el periódico dedicó a “la poesía más relevante en lengua española del siglo XX”. Lo peor fue que la selección la realizó José Manuel Caballero Bonald, un supuesto amigo de Gabriel a quien Amparitxu llamaba el señorito andaluz.

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En el 2011, centenario de su nacimiento, sólo la Diputación de Gipuzkoa le hizo el homenaje que se merecía el autor de la poesía de servicio público que amasaba con solidaridad y ternura. Ni siquiera su partido, el PCE, se acordó de organizar un digno acto de reivindicación.

Es el más olvidado de los mejores poetas.

En un portal de la Prospe hay una placa que nos recuerda a Gabriel y Amparitxu. Y puedes ver sus fotos en Casa Emilio, la cervecería de Gabriel que sirve las mejores cañas de Madrid. Pero no se leen sus poemas ni se escuchan las canciones en que se convirtieron. No lo recuerdan ni los que más lo necesitan.

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Recuperemos a Gabriel Celaya. Aunque sólo sea porque resulta indecente olvidarlo en estos tiempos.

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