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Opinión · Otras miradas

¿Pussypedia o coñopedia?

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Ilustración del libro 'Pussypedia. La guía total'.

Hace un par de semanas llegó a casa un paquete pesado sin tarjeta. Lo abrí con curiosidad y me encontré con un tomo de Larousse de tapa dura entre roja y rosa con letras gordas en negro: PUSSYPEDIA.

Esta no es una editorial que a mí me suela hacer llegar cosas. De hecho, no tengo ni contacto, ni nota de prensa, ni nada que se le parezca. Ojeé el tocho a cascoporro y me encontré con ilustraciones divertidas de coños abiertos.

Busqué en internet y descubrí que el libro sale a la venta el 16 de octubre y que, por lo tanto, sus editores habían confiado en que lo recomendara simplemente porque lo leería y porque me lo mandaban con tiempo suficiente para que pudiera.

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La osadía editorial y del diseño me sedujo; la introducción de las autoras me convenció. Lo firman Zoe Mendelson a las letras y María Coneja a la ilustración. Juntas hacen una música preciosa.

El origen de esta pequeña gran enciclopedia está en una noche de 2016 en la que Zoe discutió con su novio. Él, convencido de que todas las mujeres eyaculan cuando tienen un orgasmo maravilloso, sostenía que, por lo tanto, Zoe no disfrutaba tanto como decía. Tras la bronca, esta escritora e investigadora, se propuso descubrir quién de los dos tenía razón y se dio cuenta de que no iba a ser fácil.

Tirando de aquel primer misterio descubrió que la investigación científica sobre la sexualidad femenina brilla por su ausencia y que la poca que hay es muy reciente y poco accesible.

La Pussypedia, que en castellano se traduciría La Coñopedia, pero que en inglés les ha quedado más fino, primero fue un blog, pussypedia.net, durante cuatro años y medio y luego, en agosto de 2021, se hizo libro: primero en inglés, después en francés y en italiano. Es decir, este tomo es el fruto del trabajo colectivo y concienzudo de muchas mujeres durante más de un lustro.

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Aquí llega a nuestro idioma justo a tiempo: después de que un reciente estudio de Sigma Dos para el Instituto de la Mujer concluya que casi el 60% de las jóvenes españoles han mantenido relaciones sexuales "sin ganas", para "complacer", como "sacrificio". Y la pregunta que surge es tan obvia: ¿No son conscientes de lo que hacen a la relación y a su autoestima con esos martirios tan contraproducentes? ¿Si no saben eso, qué más habrá que no sepan? ¿Qué coño pasa que parece que avanzamos, pero en cuanto rascamos un poco descubrimos que solo va por barrios, casas y cabezas y que la generalización es mentira?

Así que recomiendo muchísimo a todas las jóvenes –y a todas– que leamos y demos a leer sin parar este trabajo de dos jóvenes investigadoras apasionadas. Es un compendio de ciencia y risas, una nueva biblia rojo–rosa que sabe más que los Ratones Colorados, como diría, el recién fallecido Jesús Quintero. Conocernos más a través de los estudios que lo hacen posible y saber del retraso con que lo hacen y siempre lo han hecho, a través del humor y la audacia de Mendelson y Conejo, es un placer y una garantía de empoderamiento por puro conocimiento.

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El conocimiento es poder y eso no es cuestión de género, solo que nosotras conocemos menos nuestros cuerpos. Hasta 1998, cuentan, por ejemplo, no se estableció la estructura interna del clítoris, después de una concienzuda investigación de la uróloga australiana Helen O´Conell. Es decir, añaden: "La humanidad aterrizó en la Luna 29 años antes de que se describiera con exactitud el órgano responsable de la mitad de los orgasmos del planeta". Yo flipé dándome cuenta de que eso sucedió cuando ya tenía más de veinte años y me hizo preguntarme: ¿cuántas cistitis me habría ahorrado si hubiera leído este libro a esa edad? ¿Cuánto placer hemos desperdiciado? ¿Cuánto dolor nos podíamos haber ahorrado y muchas se pueden ahorrar?

El libro empieza con una cita de Audre Lorde: "Nos han educado para temer el sí hacia nosotras mismas, hacia los anhelos más profundos" y este libro ayuda a empezar a educar y a educarnos de otra manera, añado yo.

La introducción de Mendelson termina con un par de párrafos que me súper representan y que dan calma a mis luchas mentales sobre si sirve de algo o no ser tertuliana y escribir columnas y sobre si está bien o no introducir siempre que se puede las batallas por la igualdad.

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"Ha sido extraño, por no decir otra cosa, estar aquí dentro, sentada, escribiendo sobre el flujo vaginal, mientras el mundo, en ocasiones, parece estar (y en otras está literalmente) en llamas, mientras una revolución ruge frente a mi ventana, mientras el agua se termina, la democracia se desmorona, millones de personas caen muertas por una plaga y las oscuras repercusiones de la desigualdad se hacen más patentes que nunca".

"Ha habido momentos en los que he tenido que preguntarme: ¿de verdad tengo que dedicar este tiempo a comparar la composición química de una eyaculación femenina y el pipí [todavía hay estudios que niegan la existencia de la eyaculación femenina]? Pero entonces me recuerdo a mí misma que mucha gente tiene pussy y que mucha de esa gente vive con gran parte de su espacio mental ocupado por un montón de basura patriarcal inútil y que, si podemos liberarlo, aunque sea un poquito, o restituir el placer o el mando, aunque sea otro poquito, entonces habrá más espacio, más alegría y tendremos un pussy más poderoso para la revolución. Y la respuesta es siempre sí".

Aquí esta semana por mi ventana lo que he visto es que la amenaza nuclear de Putin se vuelve cada vez más creíble; que un tuit del portavoz parlamentario de Unidas Podemos eclipsó la presentación de los Presupuestos Generales del Estado más progresistas de nuestra Historia cuando las próximas elecciones generales se decidirán por el canto de un duro; que la ley de Memoria Democrática ha sido aprobada pero sigue dejando a las familias que buscan a sus muertos al albur de políticos locales que quieran o no subvencionarlos; que la fiscalía, por fin, dos años y medio después, dice que se va a poner proactiva en los casos de abandono en las residencias de ancianos durante lo peor de la pandemia, después de que Ossorio metiera la pata hasta el cuello –y ojalá que así sea-; que unos chavales pijos gritan putas a las chavalas igual de pijas de enfrente cada año pero que, según nuestras leyes, no habrá forma de procesarlos si ellas no los denuncian y no lo harán, porque dicen que eso es lo normal y lo de siempre, confirmando que lo que tenemos que cambiar, con perdón, son las cabezas.

Yo también, como Mendelson, me he preguntado, en estos momentos en los que pasan tantas cosas importantes, si está bien hablar de nuestros coños y mi conclusión es la misma. Sí, si lo dicho sirve para mejorar un montón de vidas, que probablemente así ayuden más a cambiar las cosas.

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