Opinión · Otras miradas
Mujeres ucranianas: ayuda 24/7
Alianza-ActionAid
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“Era muy feliz antes de la guerra. Me encantaba mi vida y tenía el mejor trabajo del mundo dando clase en un colegio para niños con autismo, Desde entonces he pasado meses buscando de nuevo la felicidad. Ahora me he dado cuenta se solo he cambiado de sitio. La felicidad está en mi interior”.
Quien hace esta reflexión es Verónika, una profesora que cuando empezaron los bombardeos pasó más de una semana junto a su familia y alumnos en el colegio antes de escapar de Jarkiv y refugiarse en Kiev, donde han recibido el apoyo de Alianza por la Solidaridad-ActionAid y su socia ucraniana Insight.
Ahora Verónika, junto con otras mujeres y jóvenes, quiere devolver esa ayuda que recibió y es voluntaria en uno de los hubs humanitarios donde se trabaja para enviar ayuda a las zonas más afectadas. Lo básico: algo de comida, productos de higiene, incluyendo tampones y compresas, medicinas, algo de abrigo… Sorprendentemente lo mandan por correo postal, porque aún funciona y es la forma más económica para hacer llegar la ayuda, allí donde las tiendas han cerrado o se han agotado los productos más básicos.
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Aquí no se cierra. Todos los días viene gente dispuesta poner su granito de arena, la mayoría mujeres. Ellas son las que más sufren en los conflictos, pero también las primeras en responder. Natalya, trabajaba en Bucha y vivía en Irpin, dos de las ciudades más golpeadas cuando las tropas rusas las abandonaron dejando tras de sí miles de cuerpos. “Ayudamos como podemos, damos colchones y almohadas, ropa de cama y mantas. Muchos de mis amigos de Irpin ahora viven en vagones de tren en la estación porque no tienen dónde ir. Con mi trabajo apoyo a aquellas mujeres, menores y personas jubiladas que ahora se encuentran en situación crítica y que quizá no reciben toda la atención que necesitan”.
Olena Shevchenko, directora de Insight, organización ucraniana que de la noche a la mañana ha tenido que reconvertirse para repartir ayuda humanitaria, lo tiene muy claro. "Las mujeres hacen de todo. Se ocupan de los ancianos, de las personas discapacitadas. Cuidan de las niñas y niños. Hacen de todo, pero no tienen acceso a empleos, a ingresos...a derechos”. Ahora, las prioridades son otras y parece que los derechos de las mujeres y de grupos vulnerables como la comunidad LGTBIQ+, las personas migrantes o roma no tienen cabida en este conflicto, como si antes lo hubiesen tenido. "Son mis derechos, si yo tengo los mismos derechos, eso nunca limitará tus derechos. Sólo limitará tu “superpoder” de pensar que eres mejor que yo". A pesar de ello, ellas no piden ningún carnet para ayudar a la gente que lo necesita.
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Natalya echa la vista atrás y después de meses haciendo cajas de ayuda reflexiona en voz alta. “Mucha gente dice que las mujeres son débiles, que necesitan más apoyo. No estoy de acuerdo con que seamos débiles. Creo que somos muy fuertes”. Así es. Ellas seguirán en primera línea, 24/7 y mientras el cuerpo aguante.
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