Cargando...

Opinión · Otras miradas

El feminismo goza de buena salud

Publicidad

Unas mujeres hacen un símbolo feminista con las manos durante una manifestación convocada por el Movimiento Feminista de Madrid por el 8M, Día Internacional de la Mujer, a 8 de marzo de 2023, en Madrid (España). Foto: Diego Radamés / Europa Press

Este 8 de marzo, en las principales capitales de España, particularmente en Madrid y Barcelona, se ha demostrado la existencia de un potente, vivo, unitario, plural y masivo movimiento feminista, a pesar de sus fuertes polémicas y algunas dinámicas divisivas minoritarias.

Click to enlarge
A fallback.

Tras los dos años de impacto de la pandemia y con cierto reajuste de la activación feminista, en este nuevo año de 2023 se ha retomado la intensidad feminista en el doble plano, de cambios normativos e institucionales y de amplia conciencia, firmeza y participación cívica, a pesar del contexto de mantenimiento de actitudes machistas y reaccionarias, significativas pero minoritarias en la sociedad.

El feminismo goza de excelente salud. Más allá de ciertas especulaciones mediáticas y los deseos, abundantemente expresados por sectores conservadores como malos augurios, sobre su debilitamiento y división, el feminismo ha demostrado su fortaleza social y su legitimidad pública. Aparte de los aspectos coyunturales de este 8 de marzo, hay que explicar los fundamentos de esa capacidad expresiva, unitaria y movilizadora de esta ola feminista que dura ya un lustro y aventura su continuidad, y frente al pronóstico por el poder establecido de su agotamiento.

Publicidad

En este tiempo el feminismo ha adquirido una nueva relevancia sociopolítica y cultural, particularmente en España. Ha sido un proceso masivo de autoafirmación feminista de las mujeres, especialmente jóvenes y adolescentes, con el apoyo y la simpatía de amplios sectores de la sociedad. Supone una exigencia de reconocimiento público y una fuerte interpelación a los poderes institucionales y la representación política y, en particular, un freno a las tendencias autoritarias y patriarcales.

La agenda feminista se ha reforzado para hacer frente a la nueva dimensión de las desventajas de las mujeres, en términos de desigualdad y prepotencia machista, sin suficiente protección pública. Todo ello ha consolidado la necesidad de la activación feminista para promover un cambio sustantivo y real, la llamada cuarta ola.  Esta experiencia ha expresado la emergencia de nuevas tendencias y activistas feministas, que han renovado y potenciado la persistencia de un conglomerado asociativo y sociocultural en las décadas anteriores.

Publicidad

El movimiento feminista organizado es muy diverso. En términos sociopolíticos y culturales la diferenciación principal es entre un feminismo popular, crítico y transformador, con arraigo y activismo de base, y otro elitista y retórico, acomodado a las posiciones institucionales anteriores y punitivo-puritano. El conflicto de fondo es entre, por un lado, un igualitarismo sustantivo y real, con garantía integral para la libertad de las mujeres (y colectivos LGTBI) y, por otro lado, cambios cosméticos o temas secundarios sin abordar con suficiencia la reproducción de la desigualdad y las desventajas de género.

Al mismo tiempo, vinculado a la reconfiguración del espacio político de progreso y el gobierno de coalición, se ha reforzado el proceso institucional reformador derivado, en particular, del nuevo ministerio de Igualdad, dirigido por Unidas Podemos. Ambos factores, la persistencia de la activación feminista y la mayor iniciativa gubernamental transformadora, han generado nuevas expectativas de avance de derechos y dinámicas feministas, que se han encontrado con una visceral contraofensiva de las derechas extremas. Pero, además, todo ello ha desbordado la primacía mediática, institucional y académica que conservaban las anteriores élites 'tradicionales' y pro-socialistas, algunas de las cuales han reaccionado desde un corporativismo radical y divisionista, mostrando un esencialismo exclusivista y sumándose a las posiciones punitivistas de la derecha.

Publicidad

La evidencia de este 8M confirma esta tendencia de fondo. La reactivación feminista, con su dinámica expresiva, sus objetivos y sus procesos identificadores, en sus distintos niveles, ha cobrado una nueva dimensión los últimos años. Tiene un gran impacto en los ámbitos político-institucionales y culturales, en la transformación y legitimidad de los distintos actores, así como en la conformación de una dinámica más amplia y multidimensional de cambio de progreso frente a las tendencias machistas (o patriarcales).

La acción por la igualdad y la emancipación femenina se enfrenta a la discriminación, la desigualdad y la dominación de las mujeres, así como a los factores estructurales e institucionales que las mantienen, en particular a las tendencias conservadoras, reaccionarias o autoritarias. Su objetivo de su debilitamiento y reorientación sigue más vigente.

Los fundamentos de la indignación cívica, especialmente juvenil, ante la subordinación femenina están claros: gravedad de las desigualdades sociales, laborales y de estatus, con desventaja para las mujeres; persistencia de la violencia y las coacciones machistas, con mayor dependencia e inseguridad para ellas; insuficiente reconocimiento de las libertades para desarrollar las distintas opciones vitales, sexuales o de género.

Desde la percepción de esa injusticia con la reafirmación feminista y la constatación del relativo desamparo institucional de la larga década pasada, no hay resignación, hay exigencia de cambios sustantivos y reales.

Publicidad

Publicidad