Opinión · Otras miradas
Sobre polémicas innecesarias, Ana Obregón y prensa rosa
Doctora en Ciencias Políticas
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Supongo que no le sucede solo a la sociedad española pero lo que es seguro es que en la nuestra está empezando a ser recurrente la reapertura de debates sobre temas acerca de los que ya existe una legislación y un amplio consenso social. Sucedió con el aborto que, de pronto, volvía a debatirse con apasionamiento y encono a instancias de la ultraderecha y está ocurriendo estos días a raíz de la portada en la que la revista ¡Hola! da noticia de la compra de un bebe a través de un contrato de vientre de alquiler por parte de Ana García Obregón en Miami.
La revista ¡Hola! se fundó en plena posguerra española para difundir contenidos que no guardaran ningún tipo de relación con la realidad. Así de sencillo. La realidad española era opresiva, triste y mugrienta, y los fundadores del ¡Hola!, el matrimonio formado por Antonio Sánchez y Mercedes Junco, decidieron que se podía hacer negocio insuflando optimismo en la ciudadanía; un optimismo despreocupado y hedonista que sumergiera a los lectores y lectoras en lo que el señor Sánchez llamó “la espuma de la vida”.
La revista ¡Hola! se ha especializado en eso. Su modelo de negocio ha podido cambiar, como el plantel de famosos que llenan sus páginas, pero su línea editorial ha seguido fiel a su libro de estilo y viceversa; ambos consisten en presentar fragmentos de las vidas de los personajes sin juzgarlos, evitando alineamientos. El ¡Hola! describe un mundo de glamur y riqueza, dramas y enredos sin adoptar -en principio- ningún tipo de perspectiva para hacerlo. Por eso las imágenes son tan importantes, porque evitan tener que añadir texto. Y, sin embargo, con la portada en la que aparece una imagen de Obregón sosteniendo en brazos una bebé bajo el titular “Ana García Obregón, madre de una niña” la revista ha tomado partido, ¡vaya que si lo ha hecho!
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Presentar una noticia como ésta, en la que las emociones y la empatía que entre el público despierta una madre cuyo hijo ha muerto y que se reconoce abatida por una depresión en una revista como el ¡Hola!, es sin duda una manera muy eficaz de desviar la atención del público sobre el verdadero hecho noticiable: la comisión de una ilegalidad en la que además hay una menor de por medio.
El ¡Hola! nos ha colado un contenido tóxico del que espera extraer importantes beneficios económicos y, me temo, le hemos comprado la mercancía. En lugar de cargar contra la publicación con al menos el mismo nivel de intensidad con que se está refutando el comportamiento de Ana García Obregón estamos hablando de un asunto acerca del que, hoy por hoy, poco se puede decir salvo lo advertido por la ministra Irene Montero. Los vientres de alquiler son explotación reproductiva y están prohibidos en España. Da igual con cuánta pátina de humanidad quiera el ¡Hola! tapar la oscuridad que oculta el alquiler de un vientre; da igual la edad y el estado de ánimo de Ana García Obregón; importa poco si se victimiza -silla de ruedas mediante- o deja de hacerlo; si nos causa pena o rabia o completa indiferencia. Todas estas emociones se pueden tener sin verterlas en un debate que no necesitamos.
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El único partido político que llevaba el asunto de los vientres de alquiler en su programa -Ciudadanos- ha desaparecido. El Partido Popular, presto a significarse en este ciclo electoral e instintivamente dispuesto a alinearse con el ¡Hola!, parece ahora decantarse por una defensa de los “vientres de alquiler altruistas” que son, por definición, aquellos en las que la única que no cobra es la gestante -no cobra, pero recibe una 'compensación'- que se pone al servicio de un entramado de explotadores y comisionistas; entramado nacido en torno a una transacción de dinero por vida. ¿Serán capaces en el Partido Popular de sostener esta barrabasada solo por confrontar con Irene Montero y el PSOE? Está por ver.
Este debate no hacía ninguna falta. Menos falta todavía hace elevarlo a niveles de abstracción y duda en los que la tertulianía patria fluye por argumentarios rocosos asociando dilemas cuyo único denominador común son los cuerpos de las mujeres. El paradigma del consentimiento no puede subsumir asuntos tan dispares como vientres de alquiler, aborto y prostitución. Hay que descender los problemas de las mujeres a la materialidad de los cuerpos sin olvidar que nos hayamos y vivimos inmersas en relaciones sociales, y que existen las desigualdades y la explotación, el privilegio y los abusos, los tiempos políticos y los contextos culturales. En suma, la realidad. Una portada del ¡Hola! no debería llevarnos a chapotear tan tontamente en la “espuma de la vida”; la realidad no está en las páginas de esa revista; la realidad no es eso.
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