Opinión · Otras miradas
El adoctrinamiento y las varas de medir
Miembro del Grupo de Pensamiento Laico
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Entre el griterío de la derecha ante cualquier propuesta o acción de la izquierda en el sistema educativo -o en cualquier otro-, una de las soflamas preferidas es la acusación de adoctrinamiento. Especialmente virulenta se hace esta soflama cuando viene de los sectores más recalcitrantes de la derecha tanto política como religiosa. Así, a principios de febrero la empresaria y política uribista colombiana María Fernanda Cabal, ante un encuentro entre el papa Francisco y el candidato presidencial Gustavo Petro, acusaba al primero de "adoctrinar en socialismo a través de la fe". Es de suponer que Cabal no ve que haya adoctrinamiento en capitalismo. En el sistema educativo la derecha adoctrina tanto en materia religiosa como económica (el capitalismo neoliberal es el culmen de la evolución humana).
Por nuestros lares, los mensajes desde la Iglesia y sectores afines apuntan más directamente a los valores y principios de convivencia, que, cuando no son los suyos (particulares) siempre se dirigen malignamente a "adoctrinar" igualmente en valores socialistas y laicos. Es curioso, ya que tanto el socialismo como el laicismo apuntan a valores comunes. Si el socialismo intenta una sociedad regida por el beneficio para todos y no para una élite o un grupo particular, y el laicismo quiere alcanzar una separación Iglesia-Estado para evitar la tutela religiosa de la sociedad de tal manera que esta se rija por valores universales y no particulares, el capitalismo exalta el beneficio individual con mucha frecuencia en detrimento del beneficio colectivo, y el clericalismo que irradia desde la Iglesia busca catequizar a la sociedad en valores y ritos (acabamos de pasar la llamada Semana Santa con una semiparalización del país y una obstrucción generalizada del derecho a la libre circulación con unas procesiones ocupando las calles abusivamente).
Ya vimos en el circo montado en torno a la educación para la ciudadanía la tergiversación interesada de los argumentos dados por los detractores de la misma, hasta acusar de querer adoctrinar con la impartición de la materia. Es inaudito presentar los valores cívicos y los derechos humanos como una pretensión de adoctrinamiento. Los valores universales que se contienen en estos ámbitos hacen imposible el adoctrinamiento. Son los valores particulares los que adoctrinan, pero, igual que los golpistas de 1936 acusaron a los que defendieron el gobierno republicano legítimo de "auxilio a la rebelión", cuando los rebeldes fueron ellos, en este debate también acusan a los adversarios de lo que ellos mismos practican desde hace siglos, el adoctrinamiento, y desde la más tierna infancia. Pocas cosas han revuelto más a nuestros obispos que la educación para la ciudadanía.
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Hablar de derechos como la eutanasia, el aborto o el divorcio, los tres legales en nuestro país, es adoctrinar para la derecha recalcitrante y para la Conferencia Episcopal, pero hablar de unos seres imaginarios que nadie ha podido ver, aunque algunos imaginen que han visto, e incluso otorgar medallas o nombrar alcaldesas honorarias a vírgenes (seres imaginarios), les parece de lo más normal. En cuanto a la ampliación de derechos que siempre ha combatido la derecha (Alianza Popular o el Partido Popular, y ahora Vox), una vez que se consiguen son los primeros en ejercitarlos, ¿o es que entre las gentes de la derecha no hay abortos o divorcios? Es lo mismo que las personas que atacan furibundamente a los sindicatos y cuando se consiguen mejoras salariales o de otro tipo, les parece muy bien beneficiarse de ellas.
Pero la derecha extiende sus dominios más allá de la religión, como en la economía o en la geopolítica. Así vemos que "El gobierno de Estados Unidos reparte miles de dólares a colegios e instituciones españolas por promover el orden militar de la OTAN", titular de una noticia de estos días. Me parecería rarísimo que desde la derecha haya una sola protesta ante esta barbaridad, porque para este sector el capitalismo neoliberal, la visión religiosa y la visión securitaria-militarista de la OTAN son presentados como "lo natural", no ven (o no quieren ver) asomo de adoctrinamiento.
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Con este grado de hipocresía se hace imposible el debate racional sobre las normas de convivencia que requiere una democracia. Claro, que la idea genuina que tenemos de democracia es cada vez más incompatible con el funcionamiento social actual, ¿a quién le interesa ya la calidad de la democracia, en esta anestesia generalizada a la que tanto contribuye la derecha política y religiosa?
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