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Opinión · Otras miradas

Periodismo, tocado y hundido

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Del debate del lunes está todo dicho. Y mucho se dijo en directo en  las redes. Desde la falta de moderación a la ausencia de verificación de los contenidos. Ganó la mentira y el populismo, y con ello perdió el periodismo. Aunque lo que ocurrió la noche del debate electoral fue más bien el punto final o la punta del iceberg de lo que ha sido el periodismo estos años: una acampada de desinformación para quedarse, bañada de rigurosidad falsa, donde lo que pesa más son los rostros y cómo lo cuentan que el qué cuentan. Y donde la falta de contraste y rigor se ha premiado. 

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¿Cómo se ha llegado hasta aquí? 

Estos días algunos periodistas, aludidos por las reflexiones de Sánchez sobre los medios que le han criticado con más dureza en la legislatura, han mostrado su molestia. Ninguno, por supuesto, hizo autocrítica. 

Porque el tema de fondo no es solo decir que hay medios de todas las ideologías. El tema es asumir cuánto escaparate y cuánta repercusión tiene desde donde hablas o escribes. Porque no es igual soltar según qué mensajes en un programa en prime time donde te ven millones de personas, que soltarlo en un programa que no llega al 10% de audiencia. 

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Por otro lado, ninguno asumió cuántas veces han dejado que otros periodistas hayan soltado burradas en las tertulias. Y ya no me ciño al presidente del Gobierno, sino sobre cuestiones que se suponen debates sociales transversales: cambio climático, sanidad, educación, ETA o violencia de género. En aras de la libertad de expresión, han convertido las tertulias en barra libre de despropósitos, por encima del respeto a los derechos humanos como línea roja, donde todo ha valido por la polémica. Sin acordarse de que en la propia Constitución la libertad de expresión está condicionada porque esta sea “información veraz”. Y sí, hay cuestiones personales y diferentes formas de gestión que se pueden debatir, pero hay datos y ciencia, incuestionables, que ni siquiera se respetaron ni en pandemia, donde se hizo del periodismo incluso política con los muertos. 

Ningún periodista ahora entona el mea culpa del exceso del periodismo declarativo, como ocurrió en el debate, y de la necesidad de hacer más periodismo y menos mitin. Estos periodistas se han sentido muy molestos por ser cuestionados en su trabajo, pero no los he visto tan irritados ni haciendo editoriales por unos compañeros de TVE que han sido a los únicos a los que se ha desprestigiado, rechazando debatir en la cadena y privando de quienes votan desde el extranjero de poder verlo. Son los compañeros de RTVE los que reciben ataques públicos con el “Que te vote Xapote”, que otros se han encargado de rentabilizar pese a las víctimas, y dejando sobre ellos un halo de sospecha sobre su profesionalidad.

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Se ha llegado hasta aquí porque hay periodistas y políticos que saben que no hay alfabetización mediática y que ahí está el hueco para mentir sin que tiemble el pulso. Las estrategias del trumpismo en estado puro. Un último informe de la Fundación Luca de Tena decía que 74% de los profesores cree que sus alumnos están desinformados. Y el problema es ese, pensar que la falta de alfabetización mediática es solo de los jóvenes cuando el déficit está en todas las edades. Porque los mimbres de los que todo parte ya se sabe: la desafección política y mediática, la falta de credibilidad y la expansión de la desinformación. El 54% no sabe diferenciar las noticias falsas, lo que sitúa a España en el cuarto país del mundo con este riesgo, según Ipsos. 

Por cierto, a veces se habla de datos, pero a veces se manipulan y son falsos. Por otro lado, las verificaciones que no se hacen en directo y que se hacen post debate sirven de muy poco. Decenas de investigaciones han demostrado que, cognitivamente, no tienen el mismo impacto que la mentira. Un estudio sobre Twitter señaló que las informaciones falsas se difunden “más lejos, más rápido y de forma más amplia” que las verdaderas y reciben un 70% más de retuits (Vosoughi; Roy; Aral, 2018). De ahí sale la opinión pública que vota, ojo. Hay periodistas que decían que aquella teoría de que los medios influyen en la gente es muy antigua. Yo diría que no tanto, cuando aún hay candidatos que se niegan a debatir en según qué medios. Por algo será. 

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Nos decían que el periodismo, con las herramientas digitales, sería mejor. Nos dicen ahora con miedo que la Inteligencia Artificial hundirá la profesión. Cuando el periodismo ya lo está, en una buena parte, por no haber respetado lo básico: contrastar e informar. Y eso depende de cada profesional, salvo que tenga otro interés. Y así hemos llegado hasta aquí. Un periodismo tocado y hundido no por la tecnología sino por lo que periodistas han hecho de él.

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