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Opinión · Otras miradas

Iglesias y Junqueras, los apestados del PSOE

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Tuvo su gracia ese debate entre Oriol Junqueras y Pablo Iglesias en el Canal que dirige este último. Infinitamente más constructivo y franco que el cara a cara coyuntural entre Sánchez y Feijóo. Aunque sea eso decir poco. Los presidenciables se atacaron mutuamente en Atresmedia a cuenta de sus respectivos socios. Los apestados. Unos más que otros. Pero esa medida es poco relevante. Lo cierto es que mientras el PSOE vive con incomodidad sus acuerdos de investidura con ERC y Bildu, el PP pacta y gobierna donde le apetece con Vox. Ahí la derecha ya toma ventaja. Es imposible vertebrar alternativa a una derecha que se ha venido arriba, como nunca, sin Catalunya y Euskadi.

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Pero no se acaba en ese punto el resquemor del PSOE. A su izquierda todo parecen ser pulgas. Ya se vió tras las elecciones de 2019, las de abril. Pactar con Iglesias era inconcebible. Ya no para los Page y ese Lambán que roza lo xenófobo para lo catalán. También para el mismísimo Pedro Sánchez pese a los esfuerzos de Zapatero, que es el único que parece no avergonzarse de tratar con ERC y Bildu.

Aparentemente debería haber una diferencia notable entre ambos. A los republicanos catalanes no se les puede reprochar que convivieran con la violencia. Pese a que a menudo el revisionismo histórico insiste en presentar al president Lluís Companys como un asesino de masas. Pero en el fondo todo eso es secundario. El problema, el sacrilegio, es el carácter soberanista de ambas fuerzas políticas. Y si alguien duda sobre esa obviedad, solo hay que ver los acuerdos en el Ayuntamiento de Barcelona. El 'antes roja que rota' está en su apogeo y lo justifica todo.

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El frente antifascista del 36 tuvo medianamente claro cuál era el adversario. Con reservas. El doctor Negrín fue un furibundo centralista y no dudó en imponer su autoridad arrinconando, menospreciando e incluso azotando al president Companys, que era el prototipo federalista del catalanismo. Igual hoy sería independentista, en su día no fue esa su prioridad ni motivación.

Cuatro problemas heredó la República. Y al menos dos de esas hormas en el zapato siguen presentes. La cuestión religiosa ya no. El peso de la religión ha decaído en la sociedad. Aunque seguimos con una jerarquía mayormente conservadora cuando no integrista. Al Ejército mejor ni mentarlo, no vamos ahora a descubrir obviedades. La propiedad agraria tampoco es un problema como antaño. Pero lo que inclusive ha ido a peor es la cuestión territorial.

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Iglesias recordó a Junqueras que Podemos defendía el derecho a decidir. Ocurre que Yolanda Díaz ya no está en esa tesitura. Estamos en plena fase de retroceso, de involución. Vox arrastra al PP. Estos al PSOE y viceversa con Sumar. La partida la está ganando con claridad la derecha en este punto. Como le ganó a los puntos del duelo Feijóo a Sánchez. Solo hay que ver que cada vez que Feijóo ha flirteado con la plurinacionalidad se le han echado encima. ¡Los suyos! Y eso pese a que es un concepto constitucional. Literal. Es la misma Constitución la que habla de nacionalidades. Las reglas y tótems sagrados son los que invoca la derecha.

Iglesias plantea que es la República (española) la palanca de cambio. Y afirma que el actual Rey es un tipo culto y agradable en el trato personal. Pero escorado a la derecha sin matices. Citó lo ocurrido el 3 de octubre cuando el Rey salió a espolear una respuesta dura contra los sublevados. Veníamos de aquello del “a por ellos oeeeeee” que coreaban las fuerzas de seguridad que se desplazaron a Catalunya para garantizar el orden y ley. No había zanahoria alguna y sí palos a discreción.

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Yolanda está ahora donde Iceta cuando avispado planteó que había que votar la propuesta que acordara la sociedad catalana. Excluyendo la secesión, claro está. En 2013, Iceta aún proclamaba que era propio de sociedades democráticamente avanzadas votar. Sobre la independencia. Transcurrido un tiempo, Iceta se enmendó y se retractó. Mantuvo lo de votar, pero ya dejando claro que nada de votar sobre secesión alguna.

Como lo del federalismo del PSC, nadie sabe lo que es y suena a retórica vacía cuando no a cachondeo, cabría apuntar pues en volver a lo de la reforma del Estatut. Solo que el PSC de Illa no tiene propuesta alguna y sí un miedo atroz a abrir el debate. El atrevimiento de los años de Pasqual Maragall ni está ni se le espera. Solo queda resignación, desidia y una incapacidad manifiesta para mover ficha. La derecha los tiene cautivos y maniatados.

Hoy no sería posible un Pacto de San Sebastián. Mucho menos dejarlo por escrito. La izquierda española no resiste ese test. Claro que entonces tampoco quedó documento alguno. Mientras haya apestados y tabús no hay cambio posible. Ni República ni derecho a decidir alguno.

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