Opinión · Otras miradas
Feijóo, te enamoraste de un G
Periodista. Autor de 'Más allá de la noche (Akal), Periodista. Autor de 'Más allá de la noche (Akal)
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Yo entiendo a Feijóo: en la calle, nadie habla; en la calle, todo es amor y pura omertá. Los chivatos no gustan; los chivatos siempre acaban mal.
A menos de 72 horas de la apertura de los colegios electorales, como si el –supuesto– tirón que le impidió ir al debate a cuatro –finalmente, a tres– de RTVE le hubiese subido la ciática hasta las nubes, Alberto Núñez Feijóo, líder del PP y candidato de este a las generales del domingo, decidió soltar en la COPE sobre su (ex) colegui Marcial Dorado que no tenía ni idea de que era narcotraficante durante aquellos años, pero que sí sabía que era contrabandista.
A priori, esto me suena un poco a excusa raruna, como cuando mi madre me regañaba por llegar a las cuatro de la mañana del Biker, el bar de mi pueblo, y yo le respondía muy serio y con los ojos muy rojos que no, que ni de coña, que eran las tres y cincuenta y cinco. Precisión con la lengua, caballeros.
En verdad, yo entiendo al amigo Feijóo, pues alguna vez me ha pasado algo similar con algún coleguilla. Por ejemplo, con un pibe de aquí, de mi barrio, que se paseaba con un coche Audi del 2006 que sonaba como mi cafetera de trece euros del Alcampo y llevaba un cadenón de platino y diamantes colgando del cuello. ¿Quién podía sospechar que mi pana que no se dedicaba, como él decía siempre, a vendimiar en Méntrida? Es cierto que era raro que llevase siempre tres móviles Nokia de los duros, de los de botones, allá donde fuera, pero uno tampoco trabaja aquí para la DEA.
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Cuando lo arrestaron, tampoco me quise precipitar en mis juicios. ¿Eres ya un camello solo por mover por ahí algún kilito de cocaína boliviana? Pues no, oiga, tampoco exageremos. A lo mejor eres un simple contrabandista de farlopa, pero nunca un narcotraficante (¿qué dije más arriba sobre la precisión con el lenguaje?).
Por otra parte, entiendo a Feijóo, pues, aunque Dorado se dedicara a actividades económicas de difícil justificación ante una inspección de Hacienda, ¿quién se iba a atrever a denunciarlo? En mi barrio, los chivatos no gustan. La omertá prima sobre todo y hay que mantener siempre el silencio y andarse con el pico cerrado; siempre viendo, oyendo y callando, pero nunca hablando, pues los chungos siempre pueden mandarte cinco malandros a casa y no quieres vértelas con ellos (a ver, no me vengáis a decir que Feijóo era un alto cargo de la Xunta y podía tener toda la protección del Estado en caso de denunciar a sus amigos peligrosos, que os gusta siempre sacarle la puntillita a todo lo que digo, macho).
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Para finalizar, creo que hay una última teoría que puede justificar todo lo de Feijóo, y es la del enamoramiento: el pobre, se enamoró de Marcial Dorado y por eso quiso hacerse el sueco ante todo lo que pasaba a su alrededor.
Al igual que en la película Loving Pablo, en la que la periodista Virginia Vallejo (interpretada por Penélope Cruz) se enamora de Pablo Escobar (Javier Bardem), creo que Feijóo y Dorado tuvieron algún tipo de relación tóxica rodeados de lujo, yates y blanquita, y que ese extraño secuestro emocional impidió que Feijóo denunciara.
Al final, ¿qué puedes hacer si el amor de tu vida se pasea por ahí con cinco brigantes armados y un yate con el tanque lleno de perico, si tú nada más que eres un humilde alto cargo de la Consejería de Sanidad, órgano encargado, precisamente, de luchar contra la epidemia de las drogas? ¿denunciar, acaso? Pues no, tu trabajo es callar y pelear en silencio contra esa contradicción, que romances peligrosos hemos tenido todos y sabemos que es muy difícil salir de ahí.
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Pobre Alberto, que como canta Cruz Cafuné, se nos enamoró de un G (pero de un G contrabandista, ¿eh?, no de un G narcotraficante).
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