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Opinión · Otras miradas

Pamplona vuelve a ser Iruña

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Joseba Asiron (tercero por la derecha de la imagen) junto a varios miembros de su grupo municipal tras convertirse en el nuevo alcalde de Pamplona tras la moción de censura. - Villar López | EFE

Si un territorio fue afecto al alzamiento franquista en 1936 ese fue la carlista Navarra. Al punto de que el Cardenal Gomà, primado de Toledo, se jactaba ante el Papa de que en Navarra "nadie sale al frente sin confesar ni comulgar" para regocijo del General Mola.

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La derecha navarra ha montado en cólera tras verse desalojada de la Alcaldía de Pamplona. Tampoco es una reacción insólita. No hay moción de censura que no sea dolorosa para quienes la sufren y que no se responda con una reacción airada, a menudo henchida de indignación. Sea en Navarra o en Barcelona. En Vizcaya o en Madrid. En pueblos pequeños incluso se vive con mayor crispación. Que la derecha navarra se manifieste ahora tan abrumada como indignada forma parte de la normalidad de ese tipo de mociones. Nada nuevo bajo el sol que diría Pedro Sánchez, un tipo al que la derecha española odia ya más que a Otegi, Puigdemont, Junqueras y Pablo Iglesias juntos.

Lo que de hecho debería preocupar a la derecha navarra es constatar que los electores navarros se vuelcan en favor de un conglomerado izquierdista y abertzale. Mientras en Madrid o Andalucía el PP se muestra intratable, en Navarra está fuera del Gobierno foral y ahora de la capital con el enorme peso que esta tiene. Retienen Tudela. Pero no cuentan ni con Burlada ni Berriozar (Bildu). Y si siguen mandando en el Valle de Agüés, en Barañain o en Estella es en minoría y gracias al PSOE que presentó su propio candidato a la Alcaldía en detrimento del de Bildu, segunda fuerza. Por contra las mayorías con las que cuenta Bildu en la Alcaldía son absolutas.

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También está la derecha navarra en la oposición en Tafalla o en Ansoáin (Bildu). Y qué decir de Villava, pueblo de Indurain, donde Bildu gobierna con mayoría absoluta. Y en Zizur Mayor gobierna Geroa Bai gracias al apoyo de Bildu. Así están las cosas en las mayores localidades de la Comunidad Foral de Navarra.

Además, la única capital donde va a gobernar Bildu es en Pamplona precisamente. Ni en Vitoria, ni en Bilbao, ni en San Sebastián. La primera en manos del PSOE y las otras dos del PNV, gracias al apoyo recíproco entre unos y otros. Con el PP sacando pecho por su patriótica contribución antiBildu en Vitoria. O antiindepe en Barcelona. Más de lo mismo mientras el PSOE se frota las manos.

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Esos y no otros son los números. Y esas y no otras son las papeletas, electorales las de Bildu. Pese a no tenerlo fácil cuando se agita el pasado. Bildu no ha llegado a Alcaldía alguna sin sólidas mayorías, ya sea ganando o conciliando suficientes apoyos. Los gobiernos municipales sólidos, fuertes, no son en Navarra los de la derecha. Son, mayormente, los de Bildu. Y esa es una realidad muy incómoda en un territorio, Navarra, que fue un feudo de UPN tras los escándalos que arruinaron la reputación del PSN, como el de Urralburu o el del desdichado y corrupto militante socialista, Luis Roldán, al mando de la Guardia Civil.

La otra cuestión que trasluce, pese a quien pese, es que cuando Navarra se tiñe con el verde de Bildu -pese a su debilidad en la Ribera- pretender negar que Navarra nada tiene de vasca es una locura. Los pueblos son lo que sus gentes sienten. No en vano es Bildu el partido que cuenta con más concejales en Euskadi. Y en Navarra.

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