Opinión · Otras miradas
Los desafíos de Sumar: De 'Rogue One' a 'Andor'
Escritor y guionista
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El 17 de julio de 2022 escribí un artículo titulado Yolanda Díaz, Sumar, Una Historia de Star Wars, en el que intentaba identificar los desafíos inmediatos de la organización recién nacida apoyándome en mi universo de entretenimiento favorito: La Guerra de las Galaxias.
Los dos elementos que me parecían más importantes en ese momento eran, primero, aunar una enorme diversidad de fuerzas políticas y, segundo, prepararse para correr.
Sumar se desarrolló en apenas unos meses y se presentó a las elecciones generales, consiguiendo aunar esa diversidad y corriendo lo suficiente para levantar más de 3 millones de votos y ser clave para reeditar un gobierno progresista. La semana pasada Sumar se presentó a las elecciones gallegas recogiendo un mal resultado. ¿Qué conclusiones podemos sacar de todo ello y cuáles son las tareas fundamentales que tiene Sumar en los próximos meses?
Al pensar en ello he recordado que el año pasado el equipo creativo responsable de Rogue One estrenó Andor. Si Rogue One cuenta los acontecimientos que llevan al robo de los planos de la Estrella de la Muerte, Andor cuenta el periodo anterior. Es decir, la formación de la rebelión tal y cómo la conocemos. ¿Qué hace de Andor una historia de un enorme interés para cualquiera, aunque no le interese nada el universo Star Wars? Que es seguramente la serie que más y mejor se hace cargo de los sinsabores de la militancia política. Es una serie dónde todo parece ir lento, dónde los caminos siempre son difíciles y las acciones tienen un resultado parcial y muchas veces paradójico. Es una serie con muy escasos momentos de épica y que nos presenta una estrategia de una enorme dispersión. También se hace cargo de la dificultad de mantener grupos diversos juntos. Es ejemplar en ese sentido la relación con el rebelde Saw Guerrera, incapaz de aliarse con nadie precisamente por lo claro que lo tiene todo. No hay dudas y por tanto no hay alianzas. Guerrera morirá en Rogue One, en la más absoluta soledad y conectado a una máquina para respirar.
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Vayamos ahora a Sumar. Todo lo que era crucial en el periodo anterior a las elecciones debe repensarse. Seguramente es necesario operar exactamente al revés. Dónde había que correr, ir lento. Dónde había que agrupar, dispersar.
El desafío político más importante de los próximos meses es convertir Sumar en una fuerza política de la vida cotidiana cuyo objetivo fundamental sea ampliar las mayorías progresistas. No concentrarlas, ampliarlas. Ese mensaje, repetido en las elecciones gallegas hasta la saciedad (y no conseguido por parte de ninguna de las fuerzas políticas progresista, ni siquiera el BNG con su magnífico resultado) es un problema político de primer orden.
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Es el problema político que puso encima de la mesa el resultado de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, que sigue siendo la cara B, la cara rugosa, dura, difícil, la cara Andor, de las elecciones del 23 de julio. Lo que toca recomponer es la derrota de esas elecciones. Una derrota que es la derrota de un ciclo político entero.
Por tanto, hay que construir en la vida cotidiana y desde la vida cotidiana (que no es sólo o no exactamente construir en el territorio, que por supuesto es importante). De ese ciclo político que culminó el 28 de mayo quedaron en pie 5 fuerzas políticas que forman parte de la coalición Sumar en el Parlamento y se definen por su fuerza territorial: los Comunes, Más Madrid, Compromís, MÉS en Mallorca e Izquierda Unida.
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Esas organizaciones -que también se hacen la pregunta de "¿cómo ampliar?"- ya atesoran intuiciones que les han permitido seguir desarrollándose, por eso es bueno incorporar sus saberes y respetar su autonomía mientras Sumar va construyendo una cultura política común.
Evitar algunas de las normas comunes del ciclo del que venimos: No uniformizar, diversificar. No agotar, multiplicar. Y recordar que el enraizarse en el territorio no es simplemente tener mucha “fuerza local”, sino algo bastante más complejo. Y tampoco reducir “lo local” a lo físico. Hoy por hoy no hay organización que no tenga también una capa digital.
Lo esencial es identificar tareas comunes que permitan construir mayorías nuevas. Saber cuales son las cosas concretas que alguien concreto que quiera participar en Sumar puede hacer. Algunos ejemplos de los últimos meses nos hablan de ampliar la ofensiva para conquistar la reducción de la jornada laboral, o el derecho a la vivienda, el feminismo o los servicios públicos (especialmente la sanidad).
Estos días surgían varias ideas en torno a la relación que debía tener Sumar con los territorios dónde hay fuerzas que “ya ocupan su espacio”, pero “no están en Sumar”. Yo creo que es un debate un poco tramposo. A nadie se le ocurre pedirle a Bildu o al BNG o a ERC que no se presenten a las elecciones generales para garantizar ciertas mayorías. No se plantea precisamente porque tienen una posición en relación al estado sustancialmente distinta a la que tiene Sumar. Eso, que es perfectamente legítimo y razonable y que no convierte a ninguna de estas fuerzas en nada malvado ni extraño, también nos dice que lo que hace falta es que la idea de estado que tiene Sumar (la plurinacional) se desarrolle, se discuta, se pueda encarnar en el conjunto del estado.
Pero lo fundamental es la estructura y la organización. Si las campañas electorales marcan el techo de un partido, lo lejos que puede llega; lo organizado que esté es lo que marca su suelo, lo bajo que puede caer.
No es un problema de contenidos, ni de lemas, por más que estos sean importantes, sino sobre todo, de organización. Pasar, digamos, de ser una suma, a ser una cultura política y organizativa conjunta.
Lo divertido, lo interesante y lo desafiante es cómo hacer todo eso de una forma nueva. Que rompa sin ningún tipo de prejuicio con las formas organizativas heredades del ciclo anterior, basadas en el plebiscito constante que llevan a vaciar los territorios de influencia política y enfocar toda la acción política al interior de la organización y a la disputa digital. Construir, sobre todo, una cultura política nueva; un reconocimiento nuevo entre actores distintos, que respete la multiplicidad y la diversidad y a la vez sea capaz de construir un común.
No cometamos el error de creer ninguna de estas dos cosas. Ni creer que el resultado de las gallegas es falso y lo verdadero son las elecciones generales, ni cree que el resultado de las generales es falso y el de las gallegas es el verdadero. Los dos son las dos cosas a la vez.
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