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Opinión · Otras miradas

Las ‘perlas’ de la desigualdad

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Marisa Kohan | @kohanm

Periodista de 'Público'

Ni datos oficiales, ni pronunciamientos, ni balances. Nada. El décimo aniversario de la Ley de Igualdad, aquella llamada a marcar un antes y un después según el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, pasó sin pena ni gloria. Los que ese día quisimos recapitular los avances ocurridos durante esta década, hemos tenido que tirar de hemeroteca, bucear en cuadros estadísticos, preguntar a expertos, recopilar datos dispersos en un sin fin de informes o recurrir a estudios de consultoras privadas para intentar reconstruir el mapa de la (des)igualdad.

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La conclusión, después de contemplar el resultado de este puzle lleno de agujeros, fue desoladora: poco o nada que celebrar.

Sin embargo, lo que más perpleja me dejó, fueron algunas respuestas de la directora del Instituto de la Mujer, Lucía del Carmen Cerón, que tuvo la deferencia de concedernos una entrevista nada más regresar de Nueva York, donde representó a nuestro país en la Comisión del Estatuto de la Mujer de Naciones Unidas y que Público reprodujo en su integridad el pasado 23 de marzo. Estas son algunas sorprendentes afirmaciones de quien tiene que velar por la igualdad entre hombres y mujeres en nuestro país.

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Perla 1: Las mujeres buscan trabajos temporales, pequeños

Consultada sobre los planes que se pondrán en marcha para cerrar la brecha salarial, teniendo en cuenta que las mujeres ocupan mayoritariamente los trabajos más precarios y temporales, la respuesta de  Cerón incluía la siguiente reflexión: Las mujeres dedican cuatro veces más tiempo que los hombres al cuidado de la casa y los niños. “Por esto la mujer busca ese trabajo temporal, pequeño para ser una ayuda a la carga familiar”.

El tema de la corresponsabilidad y la conciliación es clave para alcanzar la igualdad y la plena independencia de las mujeres. Sin embargo, afirmar que la mujer "busca trabajos pequeños" (no importantes, no fijos, no bien pagados) para ser un apoyo en la economía familiar, significa precisamente seguir ahondando en la brecha de la desigualdad.

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Este es uno de los grandes clichés que deberían desterrarse: que los trabajos realizados por las mujeres sean considerados menores o un mero ‘complemento’. Impacta en su independencia como individuo, en su valor social y en la concepción androcéntrica de la sociedad.

La brecha salarial apenas se ha reducido en los últimos años y sigue superando el 20%.  Y hay quienes apuntan que la leve mejoría no se debe al avance en los sueldos de las ellas, sino al deterioro de los sueldos de ellos durante la crisis económica.

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Perla 2: Es un no sé qué mal entendido

Preguntada por las medidas que se están poniendo en marcha para frenar los asesinatos de mujeres por violencia machista, la responsable del Instituto de la Mujer afirmó en su respuesta que este “es el peor síntoma de desigualdad entre un hombre y una mujer. Que alguien acabe con la vida de una persona por celos, por sentimientos… por no sé qué. Es un no sé qué mal entendido. Estamos trabajando en ello”. Y añadió “Hay salidas para las mujeres, porque cualquier mujer tiene una capacidad fundamental, una energía una fuerza para sacar adelante lo que sea necesario. En este sentido, la mujer tiene que saber que hay que decir que no a la violencia de género”.

Achacar los asesinatos machistas a "un no sé qué mal entendido", a "celos" o a "sentimientos" supone un claro retroceso en el análisis de una lacra que está ampliamente estudiada y cuyas raíces se hunden en el convencimiento ampliamente extendido de la superioridad o primacía del hombre con respecto a la mujer.

España posee una de las leyes más punteras contra esta violencia, pero, al igual que la Ley de Igualdad no se implementa. La salida de las situaciones de violencia no puede recaer sobre las espaldas de las mujeres que las sufren, porque es una manera de victimizar a la víctima.

Perla 3: Yo no quiero celebrar el 8 de marzo

Cuando advertimos que la mujer no necesita fuerza, sino apoyo, la directora afirma que sí, que necesita apoyo, también económico y que quieren que sea antes de que sean víctimas. Y concluye: “yo no quiero celebrar el 8 de marzo. ¿Por qué debería celebrarlo? Soy mujer, trabajo, tengo mis derechos. El artículo 14 de la constitución dice que el hombre y la mujer son iguales en derechos y obligaciones. Prefiero celebrar los 365 días del año que soy mujer”.

Es cierto, las leyes promulgan la igualdad entre las personas, sin discriminar entre sexos, color de piel, religión, etc. Sin embargo, a pesar del artículo 14 de la Constitución, la realidad es que las mujeres siguen sufriendo múltiples discriminaciones. Por ello es necesario crear leyes específicas que aseguren la desaparición de estas desigualdades y violencias que sufren las mujeres por el hecho de serlo.

Por este motivo es, cuanto menos alarmante, que una de las responsables de velar por la igualdad entre hombres y mujeres se remita a la Constitución cuando es preguntada por la eficacia de una ley específica de la que se dotó nuestro país hace ya diez años y que contiene medidas concretas para subsanar los desequilibrios.

Por otro lado, el 8 de marzo es una fecha de reivindicación que ojalá pueda desaparecer, pero no una celebración.

Perla 4: Nos cuesta por que nos cuesta. No le puedo dar una respuesta

Cuando indagamos por qué, después de diez años de implantada la Ley cuesta tanto que las empresas cumplan con su obligación (las de más de 250 empleados están obligadas a tener planes de igualdad y otras tenían 8 años para alcanzar el 40% de mujeres en puestos de responsabilidad) la directora del Instituto de la Mujer afirma que se está avanzando. Para acto seguido afirmar: “¿Qué por qué nos cuesta? Pues porque nos cuesta. No le puedo dar una explicación. Cada uno tenemos en nuestra casa determinadas costumbres. ¡Y lo que cuesta cambiar una costumbre!. Pues esto, lo mismo”.

La ley de Igualdad establece medidas concretas para corregir la falta de representación en empresas e instituciones. Entre ellas, el incremento de la presencia de mujeres en puestos de dirección de empresas o en las cámaras de representación política. Si no existe voluntad política o herramientas para implementar esas medidas, nunca se van a conseguir. No se trata de costumbres, se trata de derechos recogidos en una ley. No revertir esa falta de participación y presencia de las mujeres en distintos ámbitos, perpetúa las desigualdades. No medir el nivel de cumplimiento de medidas concretas de una ley debería ser punible.

Perla 5: El empresario no es tonto y por eso está donde está

Cuando ponemos en duda la efectividad de implantar los currículums ciegos (en los que no figura el sexo, la edad, la raza… de los candidatos), porque según algunos expertos sólo consigue retrasar la toma de decisión del empresario, la respuesta de Cerón incorpora la siguiente reflexión. “Si estamos luchando por conseguir unas políticas de igualdad para las mujeres, yo quiero tocar todos los palos. Porque además, el empresario, que no es tonto y por eso está donde está, mirará los currículum y luego, probablemente tendrá un entrevista personal (…) Pero si ve un currículum de una señora de 60 años que es una maravilla y que le va a dar un resultado positivo ¿Le va a decir que no?”.

Se podría abrir un largo debate de por qué el empresario (se entiende hombre) está donde está, y no tiene nada que ver con ser listo o tonto. Llegar a los puesto de dirección de las empresas es algo en lo que, como hemos apuntados, la Ley de Igualdad hace un gran hincapié y tiene que ver con que las mujeres, cada vez en más número puedan sentarse en los puestos de dirección y cambiar las dinámicas dentro de las propias empresas. Por otro lado y según datos oficiales, los parados de larga duración mayores de 45 años son, en su mayoría, mujeres.

Perla 6: A mí no me han mirado las piernas para acceder a los puestos

Si tuviera que elegir una medida para aplicar de manera urgente para conseguir la igualdad ¿Cuál sería? “Si me tuviera que quedar con una medida, probablemente seria esta: que las mujeres lleguen a los puestos de dirección. Porque si puede ser autónoma, tener sus propias empresas o tomar parte de consejos de dirección de otras empresas, la mujer está abriendo el paso a todas las demás. Y eso es importante (…) A nivel privado, claro. A nivel público yo he hecho mi carrera, he trabajado en mi oposición y a mí no me han mirado las piernas para poder acceder a los puestos. Yo quiero que se mire a la cabeza de la persona. Y digo ‘persona’”.

Efectivamente, una de las medidas clave es que las mujeres puedan ir ocupando cada vez más puestos de dirección, puesto que están preparadas para ellos. Esto implica, tal como recoge la Ley, asegurar que existen otras medidas en marcha para asegurar que no son ellas las que tienen que dejar los trabajos tras ser madres o para cuidar a las personas mayores o dependientes. Medidas como obligar a hombres a disfrutar de bajas de paternidad, de la misma duración que la de las mujeres, sería una de las medidas clave para asegurar que éstas accedan a los puestos de trabajo o a la dirección en empresas. Diferenciar entre sector público y sector privado es una falacia.

Recientemente este diario se hacía eco de la denuncia del Sindicato Independiente de Funcionarios sobre la invisibilidad, la falta de registros y la desprotección que sufren las funcionarias ante la violencia de género. Lo hacía en el Congreso, ante los representantes de todos los grupos parlamentarios. Si no hay datos, no hay problema. Poco más que añadir.

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